DEGRADACIÓN
MARÍA GUIJARRO
El presidente de Vox, Santiago Abascal (i), junto al portavoz
parlamentario del partido, Iván Espinosa de los Monteros (cc), durante el pleno
del Congreso que se celebra este martes.- EFE / Kiko Huesca
Hace unos días en la Jornada de puertas abiertas del Congreso me correspondió el honor como diputada de recibir a ciudadanas y ciudadanos de todas las partes del país que venían a "su casa".
Con mucha curiosidad y ganas de conocer el funcionamiento interno de la Cámara Baja española entraban con respeto y mucha educación, algunas personas incluso con aliento contenido y brillo en los ojos. Personas mayores que habían vivido épocas oscuras y que disfrutaban por primera vez de pisar la casa de la democracia tan anhelada o jóvenes que se interesaban por cómo se deciden leyes que les afectan. Madres y padres que explicaban con orgullo a sus peques que algún día podrían trabajar en el Congreso transformando este país.
Y las diputadas y
diputados que estábamos allí les contábamos, con toda educación, en qué trabajamos y cómo lo
hacemos. En definitiva cómo les representamos y les servimos.
Pues bien, en los
Plenos de esta semana me acordaba de algunas de esas personas. Qué estarían
pensando. Porque en medio de la sexta ola de una pandemia frustrante y
agotadora resulta que la sede del parlamentarismo español se ha convertido en
un lugar donde los gritos y los insultos han sustituido en la bancada de
partidos de derecha y ultraderecha al debate responsable y con contenido. Y es
más, cuando se eleva ese tono agresivo sus señorías de la derecha, en vez de no
secundar esas actitudes, se levantan al unísono y le jalean aun más.
¿En serio? ¿En
serio creen estos diputados y diputadas que fueron elegidos para insultar,
gritar y mentir? ¿No les parece sonrojante usar la sede de la soberanía popular
para eso? El debate parlamentario tiene que producirse. Tiene que haber
confrontación de ideas. Faltaría más. Ya sabemos que la discusión es esencial
para avanzar. Pero, por favor, con
nivel. Que se les supone a esas señorías formación y educación suficientes para
eso y para más.
Y esta deriva
insoportable de agresividad no solo es preocupante por la imagen que se
proyecta, sino por la utilización del Congreso como plató para grabar videos
para redes sociales propias o minutos de
gloria en los informativos. Que desde
luego sí lo es.
Lo es también por
lo que implica. Implica que el Parlamento español, ése que representa la
diversidad de la ciudadanía española, no realice su función: legislar desde el
contraste de ideas y de manera constructiva para todo un país que nos mira con
estupor y que no entiende esta degradación. Que no entiende que futuras
carreras electorales entre la derecha y la ultraderecha se conviertan en
espectáculos bochornosos escudados en el insulto constante al adversario
político.
Atención a que ésa
sea la tónica futura en el Parlamento. Cuidado con que una parte del Hemiciclo
considere que la política se basa en el uso de la sede de la soberanía popular
como plató de televisión y en nada más.
Cuidado con no trabajar en lo que interesa de verdad a las personas que nos
votan: la pandemia y la recuperación económica, en la sanidad, la educación,
los derechos sociales, la solidaridad internacional y la igualdad de
oportunidades. En la igualdad entre mujeres y hombres, la Ley de FP, de
residuos o el Ingreso Mínimo Vital. Esta actitud es absolutamente irrespetuosa
con la buena gobernanza y la calidad democrática.
Todas y cada una de
las señorías que estamos en el Hemiciclo tenemos la enorme responsabilidad y el
inmenso honor de trabajar por nuestro país. Nuestra obligación es mejorar la
vida de nuestras conciudadanas y conciudadanos y no denigrar una de las grandes
instituciones del Estado democrático. Más responsabilidad de Estado es lo que
les hace falta a quienes se autoproclaman defensores de una patria a la que
desprecian con su actitud.
Sinceramente las
ciudadanas y ciudadanos que el otro día visitaban el Congreso no creo que lo
aprobaran.
Señorías.
Reflexionen y rectifiquen.
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