EL GATOPARDO DE CADA NOCHEBUENA
ANA PARDO DE VERA
El rey Felipe VI
pronuncia su tradicional mensaje de Nochebuena, el octavo de su reinado.
EFE/Ballesteros/POOL
Felipe VI lleva dos años felicitándonos la Nochebuena con su padre dándose la vida ídem en Emiratos Árabes. Mucha gente lo comenta estos días con una delicada empatía: "Pobre rey, tener que ponerse ante las cámaras en semejantes circunstancias...". Yo les digo que no sufran demasiado: todos los reyes que en el mundo han sido suelen vivir en una realidad paralela que no tiene nada que ver con la nuestra y que, francamente, ésta les toca poco la fibra sensible. Si acaso, cuando asisten sobre el terreno a tragedias como la que sufren en La Palma, cuyos habitantes han sido los primeros mencionados por Felipe VI en su mensaje de doce minutos y medio en televisión. Qué menos.
El mensaje del rey de este año es, de nuevo, una
demostración de que si hay que hablar de la pandemia, de las vacunas, de los
avances de la ciencia, de la solidaridad internacional, de la lucha contra el
cambio climático y la defensa del medioambiente, de los fondos europeos,...,
temas recurrentes este año, se habla. Sin entrar en complicaciones, porque el
jefe del Estado no está aquí para hacer política, dicen, aunque haya de abordar
la complejidad que supone intentar no pisar algún callo, sea del Gobierno o a
la oposición, en toda la amplitud de ésta, incluso de quienes no le reconocen
legitimidad alguna.
De Su Majestad nos
han explicado -también de Juan Carlos I- que ellos deben estar por encima de
ideologías políticas y que únicamente han de cumplir con su labor
institucional, recogida en la Constitución Española de 1978. Y es la Carta
Magna la que les garantiza la permanencia de la institución monárquica, ya que
fueron incluidos con calzador en ella y sin referéndum previo. Por eso, no
debería sorprendernos las constantes referencias de Felipe VI a la Constitución
en su mensaje de Nochebuena, aunque tal vez pueda chocarnos un poco más su
insistencia este año en que el texto de 1978 merece "respeto,
reconocimiento y lealtad", tras una contundente parrafada en defensa del
mismo: somos lo que somos gracias a la Constitución.
El mensaje de
Felipe VI no puede -ni debe-desvincularse de los acontecimientos que están
marcando una época de profundos cambios, en España y fuera de ella; su defensa
cerrada de la Carta Magna y de "estas más de cuatro décadas de democracia
y libertad" es una advertencia cuasi explícita a vigilar que todo lo que
cambie sea para que todo siga como está. Todavía con la emocionante victoria de
la democracia en Chile a flor de piel, España ha ido aunando voces menos
tímidas estos días que reclaman un proceso constituyente para adaptar nuestra
Carta Magna a unos tiempos que no tienen nada que ver con los de 1978. La
petición de una reforma constitucional viene de lejos, pero las elecciones en
Chile la han desinhibido: salvo la ultraderecha y los sectores más
reaccionarios del PP, los y las dirigentes políticas reconocen que estos
cambios son necesarios. El rey, en cambio, en una pirueta muy lograda viene a
decirnos que la modernidad, "la transformación", "el progreso",
son la Constitución misma.
No esperen, por
tanto, un impulso o beneplácito del jefe del Estado para llevar adelante un
cambio profundo, una reforma constitucional, lo ha dejado claro esta
Nochebuena. Ni siquiera se ha observado en él intención alguna de plantear
cambios en lo que a la monarquía compete (las instituciones "debemos estar
en el lugar que constitucionalmente nos corresponde", nada más), ese
compromiso que adquirió la Casa Real, vía el presidente del Gobierno, después
de conocerse que el emérito nos había estafado a todos/as. Con sus palabras
medidas y cargadas de buenas intenciones, como si fuera el hada de la Navidad,
Felipe VI trata de convencernos de que no existe esa gran mancha en nuestra
democracia que es la corrupción y que tiene en su padre y la institución que lo
arropó a sus figuras emblemáticas. Un año más, sigan cenando.
FRAGMENTO DEL
MENSAJE DEL REY RELATIVO A LA CONSTITUCIÓN
(...) Si sabemos
adónde nos queremos dirigir, también debemos ser conscientes de dónde venimos:
El cambio tan
profundo en España en estas más de cuatro décadas de democracia y libertad ha
sido extraordinario, y no ha sido fruto de la casualidad. Se ha basado en el
esfuerzo y el sacrificio de muchas personas, de millones de españoles. Y se ha
debido a muchas razones: sentido de la historia, grandes acuerdos, generosidad,
responsabilidad y visión de futuro.
Ese gran proyecto
de transformación lo simboliza y representa nuestra Constitución, con la que
nos integramos plenamente en las modernas democracias occidentales y cuyo
espíritu nos convoca a la unidad frente a la división, al diálogo y no al
enfrentamiento, al respeto frente al rencor, al espíritu integrador frente a la
exclusión; nos convoca permanentemente a una conciencia cívica, serena y en
libertad.
La Constitución ha
sido y es la viga maestra que ha favorecido nuestro progreso, la que ha
sostenido nuestra convivencia democrática frente a las crisis, serias y graves
de distinta naturaleza, que hemos vivido, y merece por ello respeto,
reconocimiento y lealtad (...)
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