EL LEGADO HUMANO DE JOSÉ LUIS CONCEPCIÓN
AGUSTIN GAJATE
2021 será un año recordado en Canarias como un año de pérdidas y desdichas, aunque también se produjeran hechos positivos. Entre el volcán de La Palma y la pandemia de covid-19, amplias capas de la población han sufrido tiempos de angustia, que trasladaron a un segundo plano el fallecimiento de personas significativas por su labor en los ámbitos cultural, económico, social y político de estas islas.
Este es el caso del investigador, divulgador e historiador palmero José Luis Concepción Francisco, que nos dejó un ya lejano 19 de abril en Tenerife, donde residía. Nacido en Breña Alta en 1948 de familias procedentes de Barlovento, es autor de una veintena de libros sobre temas canarios y fue un luchador tenaz en todos los ámbitos de su vida, trabajando tanto en la agricultura y la construcción, como en funciones de camarero, cocinero, vendedor de seguros o guía turístico, cuando fue necesario.
Emigró a
Inglaterra cuando cumplió los 18 años, donde residió durante seis años y
trabajó como ayudante de enfermería, ayudante de cocina y manager de hostelería
mientras estudiaba gramática inglesa y francés. Esa experiencia le aportó una
visión más cosmopolita de la realidad y que, en ocasiones, se tradujo, a su
regreso a las islas, en los albores de la democracia, en incomprensión dentro
de los entornos académico e institucional.
Este
licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria y doctor en Sociología por la Universidad de La Laguna siempre se
mostró comprometido con la sociedad a la que pertenecía y, a lo largo de su
trayectoria, trató de aportar ideas, recuperar tradiciones o rescatar recuerdos
y la memoria popular del olvido, como lo demuestra el título de su tesis
doctoral: “La sociedad palmera de 1950 a 2015”, concebida con la finalidad de
contribuir al renacer de su isla natal. También con este mismo propósito, pero
haciéndolo extensivo al resto del archipiélago, fundó el Movimiento Patriótico
Canario y el partido Canarias por el Progreso, aunque sus buenas intenciones no
se vieron recompensadas en los procesos electorales a los que concurrió para
tener representación en diferentes administraciones públicas.
Pero su
activismo no se circunscribió al ámbito político, sino también al económico y
al cultural: creó la imprenta Graficolor, de la que fue editor y gerente, y
fundó en 1984 la Asociación Cultural de las Islas Canarias, a través de la cual
se celebraron eventos en espacios como el Teatro Leal de La Laguna y el Teatro
Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria. En 1985 organizó las I Jornadas de
Cultura Canaria, cuyo presidente y secretario fueron respectivamente los
catedráticos Sebastián de la Nuez Caballero y Juan Régulo Pérez. Además, entre
1986 y 1989 presentó en Radio ECCA diversas ediciones del programa cultural
'Canarias y su gente'.
Como autor
plasmó sus inquietudes sobre temas canarios, relacionados con la historia, la
economía y el patrimonio pero también sobre el lenguaje o la gastronomía,
configurando una colección de una veintena de títulos, con más de 350 ediciones
y cerca de 800.000 ejemplares distribuidos, lo que constituye un hito dentro
del panorama editorial canario. Su libro más vendido es el estudio 'Los
guanches que sobrevivieron y su descendencia', donde anticipó desde el estudio
de la documentación histórica disponible algunas conclusiones de estudios
genéticos posteriores.
Pero también
será recordado por 'Nombres propios guanches', 'Costumbres y tradiciones
canarias', 'Remedios medicinales canarios', 'Cocina canaria típica',
'Arquitectura y diseño del hogar ideal canario', 'Diccionario enciclopédico
canario pueblo a pueblo', 'Naturaleza e Historia de las Islas Canarias',
'Trajes típicos', 'Senderos rurales de Tenerife', 'Senderos rurales de Gran
Canaria', 'Guía del visitante y senderos rurales de La Palma', 'Refranero
Tradicional Canario', 'Diccionario Canario de la lengua', 'Diccionario Español
Canario' o el 'Diccionario de Geohistoria', entre otros.
Su obra 'Reflexiones para un cambio favorable a la
humanidad' puede considerarse como un compendio de su legado más social,
casi como un testamento público que deja en manos de los lectores que tengan
inquietudes y la intención de transformar esta civilización consumista
irracional en una sociedad del conocimiento y sostenible tanto en los ámbitos
medioambiental como económico, que están estrechamente conectados.
El libro
consta de 128 páginas de contenidos elaborados para su fácil comprensión y
distribuidos en dos partes bien diferenciadas. En la primera encontramos al
José Luis Concepción historiador, que realiza un repaso a la evolución de la
humanidad, desde el Neolítico, pasando por las primeras civilizaciones y por
las culturas del mediterráneo, hasta llegar al siglo XX, donde detalla algunos
de los acontecimientos más importantes, como las dos guerras mundiales, las
revoluciones mexicana, rusa, china y cubana, la creación de las Naciones
Unidas, la aprobación de la Declaración de los Derechos Humanos, la Guerra
Fría, la caída del muro de Berlín y la descolonización de África y Asia.
Cierra este
apartado con un capítulo titulado 'Avances y retrocesos de la humanidad',
donde, en pocas páginas, realiza un valioso análisis crítico sobre las
contradicciones originadas por unos intereses comerciales que acaban devastando
a poblaciones enteras, primando la ambición económica o de control político
sobre la vida de personas inocentes y que no tienen ninguna culpa de esas
luchas de poder.
La segunda
parte de la obra mantiene esta perspectiva crítica y está dedicada a la
reflexión sobre los comportamientos humanos en diferentes épocas y culturas,
pero centrados en la actual. Aborda valores como la ética, la función de la
educación y la cultura, la importancia del ámbito familiar, el papel de las
religiones, la situación en los diferentes continentes al comienzo del siglo
XXI, las desigualdades sociales y territoriales, los peligros globales que
acechan a la humanidad o el concepto de soberanía.
En estas
páginas podemos encontrar párrafos que resumen la posición del autor frente a
una realidad manifiestamente mejorable: “La abundancia, en vez de generar
solidaridad origina egoísmo e indiferencia; genera principalmente
individualismo y autosuficiencia, contribuyendo en muchos casos a las amistades
de conveniencia y a la carencia de verdaderos amigos; y más aún a sentir
soledad, que a la vez nos puede llevar a la depresión y a los suicidios. En
este sentido, para mejorar nuestra sociedad, además de practicar la igualdad
entre hombres y mujeres, debemos basarnos en tres principios fundamentales,
como son el respeto, la solidaridad y la justicia.”
El autor considera
que el ser humano no sólo tiene derechos, sino también deberes que no está
asumiendo: “La lealtad, la honestidad, la formalidad, la palabra y las buenas
maneras no son actitudes que pertenecen al pasado. (…) Todos los ciudadanos
tenemos el deber de ser responsables y cumplir con nuestras obligaciones.
Tenemos el deber de respetar a las demás personas; tenemos el deber de respetar
a la naturaleza; tenemos el deber de educar a nuestros hijos; tenemos el deber
de trabajar si podemos y ganarnos la vida honradamente; tenemos el deber de no
actuar con mentiras y falsedades; tenemos el deber de preservar nuestra
dignidad. Los gobiernos también tienen el deber de administrar correctamente y
de atender las necesidades de los ciudadanos; y los jueces el deber de hacer
cumplir las leyes y de juzgar correctamente. Tenemos muchos deberes los seres
humanos. Si todos cumpliéramos con nuestros deberes no sería necesario recurrir
a nuestros derechos.”
El último
capítulo del libro está dedicado a aportar razones para una renovación social:
“Existen tres grandes razones para un cambio: la pobreza extrema: el cambio
climático del planeta y la crisis social que padecemos. No tenemos un modelo de
sociedad estructurado adecuadamente que satisfaga todas nuestras necesidades
(…). Socialmente somos unos seres relativamente felices en el mejor de los
casos, porque a veces existe un enorme vacío interior que se manifiesta en
nuestra forma de actuar.”
La primera
edición de 'Reflexiones para un cambio favorable a la humanidad', publicada en
2004, resultó premonitoria, ya que avanzaba los problemas actuales y la
incapacidad manifiesta de las estructuras de poder establecidas para resolver
los problemas que éstas precisamente han creado. Por eso el autor actualizó y
reforzó con nuevos datos sus contenidos en marzo de 2021, un mes antes de su
muerte, e incluyó un epílogo dedicado a la pandemia de covid-19 donde lanza la
siguiente advertencia: “Podemos volver a padecer epidemias distintas con otros
virus, incluso con más virulencia para nuestra desgracia. Tampoco estamos
exentos, por ejemplo de posibles erupciones volcánicas en cadena a nivel
mundial que afecten gravemente la producción de alimentos y originen fuerte
hambrunas que mermen la población; fenómeno que ya se dio en Europa en el siglo
XVIII, sólo con las erupciones que se produjeron en Islandia. (...) Estamos
obligados a entendernos a nivel mundial y actuar con la máxima eficacia y
contundencia posible frente a catástrofes naturales; y a su vez evitar que el
mundo se divida en varios grandes bloques de países que rivalicen por el
control del poder, o peor, que surja una dictadura que controle a todos los
seres humanos.”
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