YOLANDA Y FRANCISCO
De
cómo combatir la Extrema derecha 2.0.
GORKA LARRABEITI
Es para celebrarlo. Esa pareja feliz es una noticia muy buena y muy rara. Es muy rara porque el debate político y la agenda mediática, como repite siempre Steven Forti, bailan desde hace tiempo al compás de los escándalos y las provocaciones de la extrema derecha global. Hoy, en cambio, en la prensa ha sonado un discreto, emotivo y elegante tango gallego, y han sido las redes de extrema derecha las que han bailado a un ritmo que les es ajeno soltando coces. Y es muy buena porque en esa pareja feliz vemos el manual de instrucciones que propone Steven Forti para combatir la extrema derecha 2.0 llevado sencillamente a la práctica.
Son tiempos de
revival nacionalcatólico y de regreso a la teología de la Reconquista.
Reconquête se llama, de hecho, el movimiento de un Eric Zemmour que viaja a
Armenia a lanzar un “mensaje de esperanza a todos los cristianos de Oriente
abandonados hoy día por un Occidente que pierde el hilo de su civilización” y
que quiere salvar la catedral de Notre-Dame, “centro de gravedad de la
cristiandad francesa y símbolo de nuestra Nación”, de la “deconstrucción”. Que
Notre-Dame vuelva a ser Notre-Dame, escribe Zemmour. Integrismo y
antimodernidad. Volviendo a este lado de los Pirineos, recordemos que Vox suele
empezar sus campañas electorales “Por España” en Covadonga “con espíritu de
Reconquista”.
“Definir un
fenómeno es el primer paso para poder entenderlo”, escribe Forti en el primer
capítulo de Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla. Tras enjundiosas
páginas sobre las razones, los momentos y las características del populismo y
el fascismo, Forti los descarta como términos válidos para definir el fenómeno
global actual. Giustissimo. El libro resulta particularmente útil cuando Forti
detecta y describe el papel de las nuevas tecnologías en la propaganda del
amplio espectro de formaciones políticas objeto de análisis. Bravissimo.
Acierta otra vez al indicar los mínimos comunes denominadores de la extrema
derecha 2.0: “marcado nacionalismo, identitarismo o el nativismo, la
recuperación de la soberanía nacional, una crítica profunda al multilateralismo
– y en Europa, un alto grado de euroescepticismo –, la defensa de los valores
conservadores, la defensa de la ley y el orden, la islamofobia, la crítica al
multiculturalismo y las sociedades abiertas, el antiintelectualismo y la toma
de distancia formal de las pasadas experiencias de fascismo” (p. 85). Es la
primera vez en el libro que aparece la palabra “islamofobia”. Aún no ha
aparecido la palabra “cristiano”, ni tampoco “católico”. Raro. Forti vuelve a
acertar cuando dice que estos partidos no quieren “crear una religión política”
(p. 81). Y no es eso.
Ahora bien: si hay
un punto en el que Forti, a mi modo de ver, ha fallado –más por prisa que por
otra cosa– es al no otorgar a la religión el papel central que juega en la
extrema derecha 2.0. No es que el tema no aparezca en el libro, no. Al
contrario, lo atraviesa físicamente, como un elefante. Se denuncian los
colmillos de la financiación integrista católica; los conceptos “valores” o
“identitarismo” van apareciendo con el extraño swing que tienen la probóscide o
la cola de los paquidermos. Pero no basta.
Muchos miembros de
esta extrema derecha se autodefinen “cristianos”. Yo-soy-Giorgia Meloni se dice
“cristiana” antes incluso que “italiana”; Salvini se decía “orgulloso de llevar
el rosario en el bolsillo”; en el artículo 3 del estatuto del partido europeo
Identidad y Democracia se lee que los miembros del grupo ID “reconocen el
legado grecorromano y cristiano como pilares de la civilización europea”.
Abundan los ejemplos y hay estudios sobre por qué esta extrema derecha explota
el cristianismo. En el libro de Forti se señalan agudamente la centralidad de
las guerras culturales y el gramscismo de derecha, que instrumentaliza la
religión a fin de hacerse con la hegemonía cultural. Sin embargo, se echa de
menos un punto de vista fundamental, a mi modo de ver: la teología política.
Sin ella, digamos que se disipan –borrosos–
los perfiles del elefante. Sin la giusta teología política, ni se
entiende de dónde nace eso que el cardenal Spadaro y Marcelo Figueroa acuñaron
como “ecumenismo del odio”, ni se comprende la labor antifascista que emana del
Vaticano, ni se comprende, en fin, por qué Francisco es el blanco de mucho de
ese odio global.
Las izquierdas,
escribe Forti, “han ido abandonando la batalla cultural, sobre todo tras el
final de la Guerra Fría” (p. 178). Añadiría que la izquierda que tanto cita a
Gramsci le ha regalado a la derecha la Iglesia, como si fuera un terreno ajeno
a la hegemonía cultural. Persiste rancia la tesis clásica de la izquierda
ilustrada: “la teología clerical es el mayor obstáculo a la promoción del
pueblo”. Lo escribía el jesuita Álvarez Bolado en el brillante El experimento
del nacional-catolicismo (1939-1975) culpando de ello a una Iglesia de derecha.
Creo que las cosas
han cambiado. Hoy hay una Iglesia muy preocupada por el avance de esta extrema
derecha 2.0. Hoy hay una izquierda consciente de que, como reza el manual de
instrucciones para combatirla, “toca elaborar una respuesta poliédrica” y que
“necesitamos un enfoque holístico que considere soluciones a largo plazo,
basado en una alianza de sectores y partidos políticos diferentes”, que “Nada
sobra, nada es inútil. Todo suma”. En definitiva, que la izquierda “tiene que
superar bloqueos mentales para llegar a pactos con las derechas clásicas”.
No sé qué pensará
Forti, pero a mí esa pareja feliz me parece que transmite un buen programa
político contra las extremas derechas y que, en definitiva, constituye la mejor
reseña imaginable de su libro.
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