UNA REFORMA LABORAL INSUFICIENTE
Es un triunfo
sin paliativos para Yolanda Díaz en términos políticos, pero es una reforma muy
mermada frente a las expectativas que se habían creado. Un paso adelante, pero
muy pequeño.
ANTONIO MAESTRE
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en imagen de archivo.
La ciudadanía es adulta. Los votantes de los partidos de coalición de gobierno también. Los fanáticos acríticos menos. El acuerdo entre el Gobierno, sindicatos (solo CCOO y UGT) y patronal es un avance respecto a los derechos que teníamos desde 2012 pero queda muy lejos de recuperar los derechos que teníamos en 2009. Los derechos perdidos no se recuperan solo desde las instituciones, CCOO y UGT han jugado únicamente la carta del dialogo social sin empujar desde las calles y eso tiene unos límites visibles en esta reforma. Para volver a los derechos de 2011 hacen falta adoquines y no mesas con carpetas.
Los avances en
negociación colectiva son indudables y añadirán mucha fuerza negociadora a los
trabajadores y las trabajadoras. La recuperación de la ultractividad que no
hace decaer los convenios caducados al año, con lo que suponía en la merma de
los derechos laborales porque los empresarios no tenían ningún incentivo en la
renovación. Este es sin duda el punto fuerte de la reforma laboral, unido a la
limitación de actuación en la subcontratación que tanto ha precarizado el
empleo. Esto último está detrás de los problemas principales que asolaban a los
trabajadores del metal de Cádiz que se manifestaban hace pocas semanas y de
sectores precarizados hasta la miseria como el de las Kellys.
La reforma laboral
es manifiestamente mejor que la que teníamos desde el año 2012. Eso es un
hecho, pero no es lo suficientemente ambiciosa que cabría esperar de un
Gobierno que tiene la correlación de fuerzas necesaria para cumplir con la
promesa plasmada en infinidad de declaraciones políticas, en los programas de
gobierno, en los acuerdos bilaterales de investidura y que ni siquiera cumple
con lo acordado en el pacto de coalición.
Lo negativo del
acuerdo es también sustancial. La prevalencia de los convenios empresariales
frente a los sectoriales en todos los aspectos, menos en la parte salarial y de
complementos, es una renuncia muy importante que sigue dejando a las empresas un
margen de actuación muy amplio a la hora de cambiar las condiciones de trabajo
cuando se producen causas económicas o productivas.
La no recuperación
de los salarios de tramitación cuando hay un despido improcedente es otra de
las pérdidas más sustanciales que no se recupera y que, unida a la más
simbólica, que es la indemnización por despido y que sigue en los términos
fijados por el PP en 2012, continua haciendo tremendamente lesivo para las
trabajadoras y los trabajadores ser elegidos por un empresario para ser
despedidos.
Esta escasa
ambición se debe a la incorporación en el acuerdo de la CEOE, que ha limitado
la posibilidad de lograr derechos que se habían comprometido en el papel a
recuperar. Hay un argumento esgrimido para acercar a la CEOE al acuerdo: que la
reforma laboral sea aceptada por Europa y que la blinde frente a la derecha
ante una posible derogación del acuerdo si logran llegar al poder. Es un
argumento razonable para la primera premisa, porque Europa manda mucho, pero
muy inocente en la segunda. Si algo ha quedado demostrado es que la derecha no
hace prisioneros cuando logra el gobierno y no dudará en hacer como hizo en
2012 y crear una legislación laboral únicamente acorde a los intereses de la
patronal y en contra de los derechos de los trabajadores.
Es un triunfo sin
paliativos para Yolanda Díaz en términos políticos. Ha logrado aparecer como
una líder que es capaz de unir a los antagónicos en un momento de polarización
absoluta que sigue comiendo terreno al PSOE por el centro. Si solo de ella
hubiera dependido la reforma laboral hubiera sido mucho más ambiciosa, porque
es innegable su compromiso con los derechos de la clase trabajadora, pero el
hecho es que es una reforma muy mermada frente a las expectativas que se habían
creado. Un paso adelante, pero muy pequeño. No hay nada que celebrar y sí mucho
que exigir y es tiempo para apretar para que sí cumplan con el contrato que
firmaron con sus electores y la clase trabajadora.
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