PEDRO SÁNCHEZ, UN NEOLIBERAL HACIA EL ABISMO
El
presidente del Gobierno haría bien en escuchar con la debida atención las
palabras que las parlamentarias le dirigen, cuando le hablan de algo tan
crucial como las alternativas al colapso al que nos encaminamos
MANUEL CASAL LODEIRO
Hay ocasiones en que surgen revelaciones sorpresivas del pensamiento político de nuestros dirigentes, cuando uno menos lo espera. Uno de estos momentos tuvo lugar el pasado miércoles 10 de noviembre, durante la comparecencia del presidente del Gobierno español en el Congreso de los Diputados. En su primer turno de réplica a las preguntas de los grupos políticos de la Cámara, dejó un par de datos de los que debería tomar buena nota la sociedad española. El primero de ellos es que considera el neoliberalismo el único sistema posible. Y el segundo, aun más alarmante, es que admite tácitamente que dicho sistema nos lleva a la autodestrucción. Pero rebobinemos para comprender bien cómo se ha llegado a revelar semejante horror.
Algo así como una
hora antes, la diputada de EH Bildu Mertxe Aizpurua había realizado una dura
intervención de contenido ecosocial, en la cual había descrito cómo en la
cumbre del clima, COP26, se estaba debatiendo, básicamente, acerca de “cómo
destruir el planeta, pero un poco más despacio” y había afirmado que los
gobiernos allí reunidos “nos llevan al colapso”. Mencionó asimismo el
“agotamiento de materias primas” y “el caos energético”, para lanzar
posteriormente contra los participantes en la cumbre una grave acusación: “El
colapso climático, social y económico parece ser asumible, porque piensan que
el mundo se dividirá entre quienes puedan sobrevivir y quienes no”.
Identificándolo como “neoliberalismo”, había afirmado que “el sistema no puede
sobrevivir si no es a costa del planeta y de las personas” y lo había
calificado de “sistema fallido” que “nos lleva al colapso y a la ruina”. Tras
este demoledor diagnóstico le dirigió una pregunta clave a Pedro Sánchez,
posiblemente la más importante de todas cuantas le hicieron aquel día,
interrogándolo acerca de lo que pensaba hacer al respecto y cómo pensaba
“transitar a un nuevo sistema respetuoso con las personas y el planeta”. “Hay
una oportunidad que no debemos desaprovechar: hay que dejar de pensar en cómo
crecer, cómo producir para consumir más y más y hay que empezar a pensar en
cómo vivir, vivir bien todos y todas”, explicó Aizpurua, señalando que “hemos
olvidado las lecciones de la pandemia” y ahora se pretende por enésima vez “resucitar
un sistema económico que sólo nos llevará a la ruina”. Este escenario lo
concretó en los fondos europeos que, aseguró, se usarán para “reconstruir”
dicho sistema destructivo y no para “trasformarlo” en uno nuevo orientado a la
supervivencia de todas las personas. Pocas veces se pueden oír en sede
parlamentaria preguntas de tal sentido común y semejante trascendencia
política.
Sin embargo, cuando
le tocó responder a los diversos grupos políticos, el presidente español le
dedicó apenas unos segundos (en torno al minuto 58 del vídeo disponible en el
web del Congreso) a despachar esta grave cuestión. Y lo hizo, además, con
notoria displicencia, aunque inadvertidamente también con meridiana claridad.
Ante la “impugnación al sistema” de la diputada vasca, reconoció que hay que
“mejorar, y mucho, el sistema”, pero inmediatamente se descargó de
responsabilidad, criticando que Aizpurua “no deja claro cuál es su sistema
alternativo” y con ello le devolvió la pelota en forma de pregunta: “¿Es el
sistema comunista?”. Apenas añadió nada más al respecto que presumir de haber
aprobado una “Declaración de Emergencia Climática” y de que ningún otro
gobierno español se había tomado tan “en serio la acción climática”, y que
habían puesto en marcha un gran número de iniciativas legislativas para
demostrarlo. Puso sobre la mesa –como quien se cuelga algún tipo de medalla al
mérito ecosocial– que el suyo ha sido un gobierno pionero en defender un tipo
impositivo mínimo mundial del 15% a las grandes empresas y estar haciendo “muchas
cosas”, tantas que a veces les “cuesta comunicarlo”, aseguró. Y eso fue todo.
Este tipo de
respuesta merece un análisis crítico en profundidad por lo que trasluce acerca
de la interpretación del momento de descomposición que vive el capitalismo por
parte del presidente español y –cabe entender– por parte de su partido, el
PSOE. Lo primero que se puede apreciar es que seguramente sería más honesto
cambiar de nombre a su formación por el de Partido Neoliberal Obrero (?)
Español, a la vista de que no sólo no aspira a un sistema “socialista”, como
alguien aún podría esperar ingenuamente a partir de su histórica denominación,
sino que se ve incapaz de concebir otro sistema diferente al neoliberal (¡no
digamos ya diferente al capitalismo!), de tal forma que a lo más que aspira es
a “mejorarlo, y mucho”. Parece de justicia, entonces, el calificativo de
socioliberales que les vienen aplicando al PSOE no pocos analistas e incluso
algunos disidentes dentro del partido, al menos desde los tiempos de Felipe González.
Sánchez ni siquiera
se detiene a refutar la situación de “colapso” descrita, expresa y
repetidamente, por la diputada abertzale en su intervención
Pero hay otra
constatación más trágica aún, que acompaña a esta confesión neoliberal de
Sánchez, y es que ni siquiera se detiene a refutar la situación de “colapso”
descrita, expresa y repetidamente, por la diputada abertzale en su
intervención, y que no hacía sino replicar el diagnóstico de la mejor ciencia
disponible. Es decir, lo admite tácitamente, y se excusa, simplemente, en que
there is no alternative, como célebremente dijera Thatcher, la madrina
histórica del neoliberalismo. Vamos, que cuando una pasajera le grita alarmada
al conductor que yendo por este camino nos precipitamos al abismo, en lugar de
negar el peligro, pisar el freno o dar un volantazo, el chófer simplemente se
encoge de hombros y responde: “Bueno, pues como no me digas hacia dónde tengo
que girar el volante, yo tiro pa'lante”. Tal cual.
Por supuesto
tampoco se molesta Sánchez ni nadie de su gobierno en explicar cómo se puede
sostener ese sistema neoliberal que nos dice que es el único posible (o, ya
puestos, cualquier otra variante del capitalismo) con energías 100% renovables,
si estas no pueden ofrecer energía permanentemente creciente que sostenga el
crecimiento económico imprescindible a dicho sistema, ni cómo se van a
materializar unas mitificadas digitalización y electrificación masivas sin
suficientes minerales, como no se cansan de alertar científicos como Alicia y
Antonio Valero, del Instituto CIRCE, Simon Michaux, del Instituto Geológico
Finés o –por quedarnos con una poco sospechosa fuente oficial a sueldo de la
OCDE– la propia Agencia Internacional de la Energía.
Tampoco justifica
cómo se puede seguir creciendo de la manera que exige este tipo de sistema que
pretende preservar a toda costa el gobierno español, en esa supuesta economía
circular que nos venden, puesto que la circularidad exige que no haya más
insumos que los procedentes del ciclo anterior, es decir, que no se crezca en
consumo de materiales. Tampoco parece darse por enterado, al contrario que
algún otro líder con el que comparte la denominación de socialista, de las cada
vez más numerosas advertencias que desde la ciencia constatan que únicamente
saliendo del capitalismo podremos afrontar con éxito esa “emergencia
climática”, que a su parecer ya queda suficientemente desactivada con solemnes
declaraciones, con cumbres blablablá del G20 y con cerrar unas centrales de
carbón que la mayoría de países están ya corriendo a ampliar o a reabrir al
primer obstáculo que se le cruza en el camino a esa criatura mitológica llamada
Transición Energética. Y no es necesario irse a China para constatarlo: 140 mil
toneladas de carbón alimentan de nuevo la central térmica de As Pontes,
excretando aun más CO2 que sumar al futuricidio en marcha.
Quizás Sánchez
haría bien en escuchar con la debida atención todas las palabras que las
parlamentarias le dirigen, cuando le hablan de algo tan crucial como las
alternativas al colapso al que nos encaminamos a toda máquina. Aunque Aizpurua
bien le podría haber hablado de “comunismo”, de socialismo (del de verdad), de
ecocomunalismo o de sistemas mixtos, la alternativa de la que le habló estaba
bien clara en su intervención, si se hubiese molestado en prestarle la atención
que merecía la gravedad del asunto. Le reclamó dejar de obsesionarse por
“crecer” y preocuparse antes de nada porque “todas las personas” podamos
“vivir”, y por intentar que “vivamos bien”, no sólo aquí y ahora sino también
el resto de nuestros congéneres y de las generaciones venideras. ¿Tan difícil
es concebir un sistema basado en esas premisas? ¿Por qué resulta más fácil
imaginar que se puede continuar creciendo hasta el infinito en un planeta
finito? ¿Tan impensable resulta desprendernos de un modo de organización social
fallido para poner la vida en el centro? Al presidente Sánchez parece que le
cuesta horrores. Por lo menos habrá que agradecerle que por fin nos lo haya
dejado claro.
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Manuel Casal
Lodeiro es padre, activista y divulgador. Autor de La izquierda ante el colapso
de la civilización industrial y Nosotros, los detritívoros. Coordinador de la
Guía para el descenso energético, de la revista 15/15\15 para una nueva
civilización y del Instituto Resiliencia.
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