MARIANO HASTA LA COCINA
DAVID TORRES
El expresidente del
Gobierno, Mariano Rajoy, al inicio de su comparecencia en la comisión que
investiga la operación ‘Kitchen’, en el Congreso de los Diputados, a 13 de
diciembre de 2021, en Madrid (España).- EUROPA PRESS
La verdad es que en España no ganamos para sustos. Resulta que ayer mismo, en el Congreso de los Diputados, la comisión Kitchen concluyó que Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal estaban al tanto del espionaje a Bárcenas. La comisión fue un paso más allá, incluso, al dictaminar que Jorge Fernández Díaz fue responsable último del dispositivo policial montado para vigilar y robar a Bárcenas la documentación que podía comprometer al partido en diversos escándalos. Las implicaciones de este dictamen son asombrosas.
Un presidente, una
ministra de Defensa y un ministro del Interior que conocían los manejos,
chanchullos y objetivos de sus subordinados en lugar de estar a sus quinielas,
a sus finiquitos en diferido y a sus conversaciones privadas con la Virgen de
Lourdes. ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Citar a declarar a la Virgen de Lourdes?
¿Descubrir que Cospedal era una ministra en forma de simulación? ¿Deducir
mediante lógica aristotélica que "M. Rajoy" es Mariano Rajoy?
¿Enterarnos de que Mariano Rajoy no sólo sabe leer y escribir sino que además
entiende su propia letra? Apaga y vámonos.
Del mismo modo que,
con el tiempo, se ha descubierto que la práctica totalidad del gobierno de
Aznar eran becarios del Torete y modelos de la pasarela Soto del Real, ahora
acabamos de saber, tras un año de investigación y 37 comparecencias, que buena
parte del gobierno de Mariano, incluido el propio Mariano, tenían una policía
de uso privado y un doctorado en cloacas. Verdaderamente, la sorpresa ha sido
mayúscula, ya que todo el mundo pensaba que, según lo que se desprende de sus
respuestas en esas comparecencias y en otras similares, Mariano estaba a los
mandos de la nación igual que el muñeco hinchable de Aterriza como puedas.
El presidente no
sabía nada de los sobres que circulaban por Génova, ni de los asientos
contables que llevaban sus iniciales y su apellido, ni de la caja B del
partido, ni del funcionamiento de la peculiar economía interna de Génova, ni de
la policía política montada contra Podemos, ni de ese señor del que usted me
habla. Mariano sentado en el banquillo deja a Sócrates hecho una mierda: no
sólo no sabía nada sino que ni siquiera sabía que lo ignoraba. Además, tampoco
se acuerda de gran cosa hasta el punto de que resulta milagroso que haya
escrito y publicado ya tres o cuatro libros de recuerdos cuando sus recuerdos
caben en un pósit. Probablemente Mariano, a lo tonto, haya inventado uno o dos
nuevos géneros literarios: las comparecencias de ficción y las memorias
amnésicas.
En fin, que la
comisión Kitchen ha llegado al extremo de suponer que hasta es posible que en
aquellos años en España hubiera un gobierno con un presidente en funciones de
filósofo, una ministra de Defensa en la tercera fase y un ministro del Interior
sintonizando el más acá y el más allá entre la emisora policial y el dial de
Radio María. Creíamos que, desde aquellos lejanos tiempos de los mensajes
cariñosos entre el tesorero y el presidente, las riendas del partido y de la
nación al completo las llevaba Luis Bárcenas con la posible ayuda del pequeño
Nicolás. Creíamos que Mariano, Cospedal, Fernández Díaz y el resto del
ejecutivo al completo eran muñecos de prueba, maniquíes de los que se colocan
en un automóvil para comprobar los efectos letales en un accidente. Por lo que
se ve, los muñecos de prueba siguen funcionando cojonudamente.
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