NI HONORABLES NI HONRADOS
DAVID BOLLERO
Al fin conocimos la
sentencia de la pieza política de los ERE de Andalucía y, lamentablemente, no
se cumplió ninguna de las circunstancias deseadas, más allá de una sentencia
condenatoria que no deja lugar a dudas. Ni el PSOE, en concreto el PSOE
andaluz, agachó la cabeza y pidió perdón, ni la oposición anduvo moderada con
unas exigencias que trascienden el terreno de lo razonable.
Comenzaremos por el
PSOE. La decisión de que no comparecieran los números 1 del PSOE a nivel
nacional (Pedro Sánchez) y andaluz (Susana Díaz) es un error, por ser
diplomáticos, porque lo que uno siente más bien es que se trata de una ofensa.
Es un mal endémico en todos los partidos políticos: eludir la responsabilidad y
no exponerse cuando, en realidad, han de estar en primera línea.
Por su parte, la
intervención del secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento en
funciones, José Luis Ábalos, fue tan nauseabunda como la rueda de prensa tras
el 10-N, cuando tuvo la desfachatez de asegurar que el PSOE había frenado a la
extrema-derecha después de haber propiciado el escenario para que se convierta
en la tercera fuerza política. Escuchar a Ábalos asegurar que «no es un caso
del PSOE porque el PSOE de Andalucía nunca ha sido investigado, sino de
antiguos responsables públicos de la Junta de Andalucía» debería ser motivo
suficiente para que él sí, se pensase en dimitir. Ábalos, con sus últimas
intervenciones ha hecho gala de ser absolutamente indigno de una democracia
limpia y honesta.
Si bajamos al PSOE
andaluz, la situación no mejora. Su secretario de Organización, Juan Cornejo,
también se cubrió de gloria. Después de que Griñán fuera condenado a seis años
de prisión y 15 de inhabilitación y Chaves a 9 años de inhabilitación, y que la
sentencia asegure que ambos conocían sobradamente el mecanismo opaco montado
durante una década, Cornejo subrayó la «honorabilidad y honradez» de ambos.
Dicho de otro modo, Cornejo desconoce el significado de esas palabras o, lo que
todavía es aún peor, el hecho de que su medida de tales cualidades sea
únicamente si uno se enriquece personalmente, si literalmente se lo lleva crudo
a casa, debería encender todas las alarmas en Andalucía.
Aunque no se
enriquecieran directamente con la trama montada, ésta sirvió para tejer una red
clientelar que, en último extremo, perseguía perpetuar al PSOE en la Junta de
Andalucía, lo que indirectamente claro que enriquecía a Chaves y Griñán, al
tiempo que estafaba al pueblo andaluz. Si Cornejo y el PSOE andaluz no es capaz
de ver eso, tienen un serio problema con la decencia más esencial.
Dicho esto, las
declaraciones de la oposición fueron un disparate. Escuchar a PP, Cs y Vox
exigir la dimisión de Pedro Sánchez es la constatación de su fracaso electoral
y cuánto les escuece la posibilidad de un gobierno de coalición de izquierdas.
Todos ellos tienen sobrados motivos de arremeter contra el PSOE andaluz por el
caso de los ERE, cuya sentencia es demoledora. De ahí, a exigir la marcha de
Sánchez, que era concejal del Ayuntamiento de Madrid cuando sucedió todo, hay
un largo trecho.
La comparación de
Gürtel y ERE y la moción de censura que la primera sentencia provocó tan sólo
son legítimas en el sentido de que ni PP ni PSOE se responsabilizan de ellos.
Ambas formaciones escurren el bulto porque ambas hacen gala de una moral
esclerótica. La diferencia entre ambos casos es que mientras que Gürtel era una
trama a nivel nacional, que salpicaba a Génova y Rajoy, hubo enriquecimiento
personal y financiación ilegal del partido y sus campañas; los ERE se
circunscribían únicamente a Andalucía, no salpicaron a Ferraz ni a su
secretario general de entonces (que no era Sánchez) y no implicaron
financiación ilegal del PSOE. Parece
evidente que la comparación es forzar demasiado.
En cuanto a la
cantidad de dinero estafado, 680 millones de euros, que efectivamente lo
convierte en el caso más grande de corrupción por cuantía, que no por
metástasis de la corrupción, en parte fue debido a que la trama funcionó
durante una década. Y ahí, más allá de cargar de munición la artillería
dialéctica de los partidos, la gran preocupación debiera ser por qué no
funcionaron los métodos de control para detectarlo y pararlo y si estos
controles deficitarios siguen en marcha.
La conclusión
general es que en España la clase política tiene un largo margen de mejora de
lo más básico, que es honestidad. Sin esa honestidad no se puede ser buen
gestor y ninguno de los partidos mayoritarios han demostrado estar a la altura…
ni siquiera el reaparecido ayer en redes sociales Albert Rivera, que lejos de
asumir responsabilidades y hacer autocrítica en su dimisión, la justificó en
que quiere ser feliz. Lamentable.
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