EN EL TIEMPO DE "LOS SIETE
MAGNÍFICOS"
Rafael ZAMORA MÉNDEZ.-.**
Cuando la música suena,
nos satura de contento,
nos alivia alguna pena,
y nos quita la condena,
de la congoja en tormento.
¡DÍA DE SANTA CECILIA!
Solemne y
universalmente nominada Excelsa Patrona de todos los armónicos pentagramas.
Más real que los
veinticinco céntimos de las tristemente
desaparecidas y echadas de menos
lloriqueadas pesetas; más cierto que los más de CUATRO MILLONES Y MEDIO de amigables
Lectores que siguen a este esparcido BLOG de Anghel Morales García, es el relato que de inmediato, me atrevo a
registrarles.
Porque, se da el
trillado caso de que, después de que alguien
célebre desaparece, salen a relucir unas íntimas y falsas relaciones que
de verdad, en absoluto, carecen de probadas existencias.
¡No ha llovido
desde entonces!
Para mí: Interinos
diluvios esparcidos.
En pleno
fratricidio conflicto, allá, por el año de 1937, viviendo en Las Palmas de Gran
Canaria, mis padres, me incorporaron en el acreditado colegio,” CORAZÓN DE
MARÍA, por aquel entonces, ubicado en la calle"Obispo Rabadán" y, en
cuyo cercano santuario, efectuara mi Primera Comunión.
Allí contacté
con el más íntimo aliado de la niñez, JACOBO SCHAMANN , cuya familia
ostentaba altas aptitudes comerciales, con un acreditado negocio mobiliario,
instalado con toda prosperidad en la plena y bulliciosa calle de TRIANA.
Despierto chavea
que me facilitaba a montones costosas golosinas, repetidas entradas de cine, de
fútbol, novelas del oeste, sendos
folletos de amenas obras teatrales, a las que les cogí asaz gustillo y
agradable satisfacción literaria.
Junto a él,
forjamos la más exótica y novedosa
“CUADRILLA” del Centro:
ANTONIO RIVERO, que
luego se convirtiera en todo un competente
experto miembro de la Abogacía;
BLÁS ARTILES, cuya parentela
derrochaba sólida liquidez, merced al
apabullante puesto que en propiedad tenían en el Mercado Municipal; CARMELO
NARANJO, evidenciando la riqueza de sus progenitores, con más plataneras que el
propio cantado “Intermediario”; EMILIO
CASTRO, porteando a cuesta todo el peso del mejor molino de gofio
existente en la cultural población de Telde y MANUEL PRIMAVERA, cuyo loro, a la
entrada de su Pensión, atraía a los
suficientes anfitriones como para, económicamente, salir adelante sin ocurrirles serias y
conflictivas dificultades.
¡LOS SIETE
MAGNÍFICOS!
Un simpático
religioso claretiano, de nombre, MANUEL RUBIO, maestro de canto, de grado en
grado, nos iba llamando a los colegiales para formar parte del Coro Parroquial,
y ante el piano, nos hacía dilatar la voz, para llevar a sonoro cabo toda la escala musical, separando
los adecuados tonos pertinentes y asignándome
a mí como el de ... “barítono”.
Ahora, ya, que me
encuentro matusalén, es que me quedo más que ensimismado, plenamente anonadado,
al darme plena cuenta de que en el formado Coro de aquella distante época, pude
verosímilmente haberme tropezado, frente a frente, con un rubio y prestigioso
solista: Un acicalado muchachito, de
nombre ALFREDO.
KRAUS, un grande de
la canción, mítico lírico tenor canario, nacido un 24 de noviembre del año
1927, en el renombrado Barrio de Vegueta, nos abandonó en 1999, dejándonos con su partida un musical espacio que difícilmente
podrá ser asimismo sustituido, con idéntica equivalencia, en el penetrante
cosmos de la aclamada ópera.
Quien compartiera
resonantes aplausos con ingentes figuras
del belcanto, con María Callas, por
ejemplo, también nos dejó para la gloria sus receptivas interpretaciones en notorias zarzuelas, en la
biográfica película del internacional tenor navarro, GAYARRE y en la musical
cinta de "EL VAGABUNDO Y LA ESTRELLA," en vibrantes jotas, romanzas,
pasodobles , boleros... así como en la
expansión de comunes tonadas rítmicas y en recantados bordoneos que muchos de
nosotros, todavía, seguimos tarareando con satisfechas albricias.
Fue uno de los
tenores que más salvas de bisados aplausos, sin detención, ha recibido del
público, ¡nada más y nada menos que 48 holgados extensos minutos continuos!
Y, yo,
personalmente, con el pensamiento y emotividad, de ningún modo, me podría
cansar de actuar de la misma guisa para,
donde quiera que ahora se encuentre, los reciba de alguien que por el florecido
sendero de su existencia, como diría el poeta... pasó...¡sin saber que pasaba!
Fue un deleite
verdadero,
un antojo del
Destino,
un homenaje
postrero,
al secreto
compañero,
que Dios puso en mi
camino.
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