A contracorriente
LENGUAJE AGRESIVO
Enrique
Arias Vega
No sé si estarán de acuerdo conmigo,
pero el lenguaje de armonía, pacificación y concordia ha desaparecido de
nuestro vocabulario cotidiano.
Hablamos a veces, sí, de querer un
mundo mejor, y hasta inclusivo, en el que quepan la diversidad, la pluralidad,
la multiculturalidad y mucho bla, bla, bla, pero lo hacemos con la boca
pequeña, sin poner nada de nuestra parte para ello ni hacer ninguna concesión,
por pequeña que sea, al que no piensa como nosotros.
Últimamente, las palabras más usadas,
sobre todo por los políticos, están impregnadas de un tufo belicista, que
invalidan y que hacen increíble cualquier idea de pacificación. Se habla, pues,
de “cordones sanitarios”, de “tolerancia cero”, de “líneas rojas”, de “ser
intransigentes”,… Y la gente, sobre todo, se autodefine como “anti” algo, en
vez posicionarse a favor de cualquier cosa. Hemos descubierto ahora mismo, como
quien dice, términos tan contradictoriamente novedosos como el “antifascismo”,
el “anticapitalismo”, el “antifranquismo”,… Y también estamos fundamentalmente en
“contra” lo que sea, ya se trate de los desahucios, la precariedad laboral, la
enseñanza concertada, las bajas pensiones,…
Sé que resulta difícil ver el mundo
en tecnicolor con tanta negatividad como se nos viene encima, pero es que nos
pasamos en nuestro afán de rebuscar en el estercolero de la Historia motivos de
enfrentamiento en vez de conciliación. E incluso denigramos que la transición política
de la dictadura a la democracia se haya hecho en España con acuerdo, con
diálogo y sin revanchismo.
¡Con lo gratificante que sería buscar
la concordia en vez de la confrontación! Pero, claro, entonces no seríamos
fieles a nosotros mismos ni a nuestra Historia. ¡Vaya por Dios!
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