EL SILENCIO DE LOS OBISPOS
JUAN TORTOSA
Tras la firma del
preacuerdo entre Podemos y el Partido Socialista “para conformar un Gobierno
progresista de coalición”, todos los cabreos que vemos aireados desde el martes
en redes, televisión y demás medios de guardar eran previsibles. Y si me
apuráis, hasta adivinables en los términos en que van produciéndose así que,
desde este punto de vista, no parece que exista nada nuevo bajo el sol. Faltan
los obispos, que aún no han dicho esta boca es mía. Si no ladraran quienes ya
lo están haciendo a pleno pulmón es cuando habría que preocuparse, porque
significaría que no se cabalga.
A tenor de los
espumarajos que sueltan por la boca personajes como Rodríguez Ibarra, Leguina o
Felipe González, algo importante está empezando a pasar. No hay que descartar
que haya sido el miedo de Sánchez a las veleidades golpistas de sus propios
correligionarios lo que propiciara la celeridad con la que se fraguó el
contenido de los dos folios del preacuerdo. Que Pedro y Pablo se hayan
prometido lealtad y respeto hasta que la muerte política los separe es algo muy
difícil de digerir para los patriarcas de la familia socialista y para los
tradicionales jerarcas de este país, acostumbrados como han estado siempre a
decidir quién se casa con quién, en qué momento y con qué dote.
A pesar de las
crisis gordas vividas durante el noviazgo, son muchas los desafíos en que la
pareja Sánchez-Iglesias parece haberse puesto de acuerdo, como apostar por la
justicia social, garantizar la convivencia, acabar con el frentismo de este
país o terminar con la delincuencia fiscal. El escollo más peliagudo, como
siempre desde hace tanto tiempo en España, continuará siendo la Iglesia, que
sigue manteniendo prebendas y privilegios impropios de un país cuya sociedad es
abierta y moderna. Mucho están tardando los obispos en piar y no sé por qué me
temo que cuando lo hagan -el lunes 18 tienen convocada una Asamblea Plenaria-
no va a ser para nada bueno. De momento ya han enseñado la patita apenas la
ministra de Educación en funciones ha cuestionado el actual estatus de los
centros educativos concertados. «Espero que sea un lapsus», ha dicho el
portavoz de la Conferencia Episcopal.
Si, con sus
conspiraciones, la Iglesia puede desestabilizar el acuerdo lo hará; sus movimientos
de ajedrez serán más peligrosos que los de todos los miembros del Ibex 35
juntos. Que la bolsa baje o suba apenas afecta al ciudadano medio, al fin y al
cabo solo el once por ciento de la población tienen algún dinero invertido en
acciones, pero los tentáculos de las sotanas, a día de hoy, aún continúan
llegando hasta el último rincón del país.
Inquietante cóctel
el de las sotanas cabreadas y la ultraderecha en plena ebullición. Ahí está el
verdadero peligro, no en los militares, los banqueros ni los empresarios,
sectores cuya proyección internacional les pone difícil apostar por desvaríos
decimonónicos sin hacer el ridículo en foros e instituciones europeas. El
follón lo van a montar los curas y los fachas, aunque ojalá me equivoque.
Costará hacerles entender, si el acuerdo Psoe-Podemos llega a buen puerto, que
el mal rollo en blanco y negro no va tener sitio en la nueva España por
construir, y que ya va siendo hora de poner al día aulas y púlpitos, tal como
ordena la Constitución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario