“CON IGLESIAS SÍ, CON
CASADO NO”
WILLY VELETA
La
irresponsabilidad de Pedro Sánchez al renunciar a negociar hasta el final una
fórmula de gobierno con Unidas Podemos apoyada por los nacionalistas catalanes
y vascos, prefiriendo otra convocatoria de elecciones, ha desembocado en un
escenario político bastante más oscuro y complicado (hasta 16 partidos tendrán
escaño en el Congreso) que el del 28 de abril.
Tras una campaña
centrada en Catalunya y en la salida de los despojos de Franco del Valle de los
Caídos, la bajada de la participación castiga al PSOE, que pierde en los
comicios del 10 de noviembre tres escaños y 800.000 votos, y deja un solo
ganador claro: la extrema derecha, que logra duplicar sus apoyos y se convierte
en tercera fuerza con 53 escaños, un 15,1% de los votos y más de 3,5 millones de
sufragios.
Se trata de un
resultado muy inquietante porque los neofascistas españoles se acercan por
primera vez al estándar medio europeo. La responsabilidad es de los políticos
que prefieren incendiar a dialogar y de los medios que llevan meses frivolizando,
blanqueando y legitimando el nacionalismo español más excluyente, así como el
discurso del odio, la xenofobia y el machismo. Vox gana en Murcia con cerca del
30%, casi empata con el PP en Andalucía, y saca dos diputados en Barcelona y
siete en Madrid. Ese ascenso fulminante supone una emergencia democrática que
solo tiene una contestación posible: un gobierno plural y progresista, más y
mejores políticas sociales, más derechos civiles, y apertura del diálogo y
final de la represión en Cataluña.
El gran perdedor
del día, o mejor dicho del año, es Ciudadanos, que se descalabra desde 57
diputados hasta 10, perdiendo el 61% de los apoyos obtenidos en abril; de 4,1
millones a 1,6 millones, un resultado que Albert Rivera asumió sin dimitir,
como parecía razonable, pero lanzando la convocatoria de un congreso
extraordinario.
En menor medida,
también sale debilitada Unidas Podemos, que se deja siete escaños, castigada
seguramente por no haber conseguido gobernar con el PSOE, y sobre todo por la
abstención y, en menor medida, por la dispersión del voto provocada por la
irrupción de Más País, el partido de Íñigo Errejón, que vive un debut
agridulce, con tres diputados y menos del 2% de los votos, lejos del grupo
parlamentario.
¿Qué posibilidades
abre este resultado? Varias, pero solo dos más o menos factibles. Una es la
gran coalición, la fórmula más deseada por el poder económico y mediático. Un
gobierno del PSOE respaldado por el PP y Ciudadanos sumaría casi dos tercios de
los escaños totales del Congreso, pero sería un monstruo de tres cabezas (dos
de ellas, socias de la extrema derecha), unido en torno a una agenda común de
mínimos, limitada a la gobernabilidad y a la mano dura en Catalunya, lo que
dejaría fuera del consenso a la pléyade de partidos nacionalistas y a la
izquierda, lo que complicaría aún más la resolución de la crisis catalana.
No parece un
escenario imposible, y las presiones del establishment serán feroces para
intentar que cuaje. Pero el riesgo de involución y el descrédito para el PSOE
sería altísimo, sobre todo porque las encuestas revelan que esa es la alianza
menos deseada por los votantes –solo la apoya un 12%. El dilema ahora es hacer
un cordón sanitario al fascismo y a sus aliados o seguir ignorando la
plurinacionalidad. Lo primero implica reintentar el gobierno frustrado de abril
y afrontar de una vez los problemas estructurales, sociales y las reformas que
llevan años urgiendo. Lo segundo requiere un acuerdo con el PP para seguir
“salvando” España.
La hipótesis del
Gobierno de izquierda se abrió hace ya hace cinco años y sigue viva después del
28A y del 10N: un gobierno entre PSOE, Podemos, y ahora también Más País,
apoyado en el Parlamento por el PNV y por otros grupos nacionalistas más
pequeños, con la abstención técnica de Esquerra. Esta opción, que siempre ha
rechazado Sánchez, es la que defiende desde siempre CTXT, y vuelve a ser la más
razonable, además de ser la preferida por cerca del 50% de la ciudadanía.
Tras tentar la
suerte con la repetición electoral y fracasar en el intento, Sánchez debe darse
cuenta de que está ante la última oportunidad. El líder socialista debe ser
valiente y, ahora sí, citar mañana mismo a los líderes de izquierda en La
Moncloa para poner en marcha cuanto antes las negociaciones para un gobierno
progresista, que proteja a la mayoría social de la probable desaceleración
económica y afronte la crisis constitucional catalana con diálogo, e incluso
con indultos, si hiciera falta.
Los bramidos de la
derecha y de la caverna mediática contra esta fórmula tan temida por las élites
empezaron a resonar la misma noche del recuento. Eso indica que es la solución
que más contraría tanto a los poderes acostumbrados a querer marcar el rumbo
sin presentarse a las elecciones como a los reaccionarios que viven de atizar
el odio y el conflicto. Y esa no es la razón menos importante para intentar
construirla. Como cantaba anoche la militancia socialista en Ferraz, “con
Iglesias sí, con Casado no”.
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