PALABRAS
PARA LA PRESENTACIÓN DE LA NOVELA
LA VIDA EN SILENCIO,
DE ANA GARCÍA-RAMOS DEL CASTILLO
(22 de noviembre de
2019.
Salón de Actos del IES Cabera
Pinto)
A modo de salutación, debo expresarle a Ana
García-Ramos del Castillo mi sincera gratitud por haberme dado la oportunidad
de presentarle su nueva novela, La vida en silencio (editada por Baile
del Sol), que dejó en mis manos desde la amistad que nos une y que yo he leído
desde una doble perspectiva: como amiga y como lectora amante de la buena
literatura. Y en ambos casos he sentido la satisfacción de encontrarme ante un
libro en el que haber sido escrito por una amiga no me ha apartado de mi visión
objetiva sobre su lectura.
Como resultado, debo decir que me siento muy
orgullosa de Ana, de cómo ha sabido entretejer, desde la humildad y sencillez que la
caracteriza, una excelente novela que, como en el caso de su primera
publicación, Tanto para nada (2017), demuestra
ser una escritora consolidada en el panorama de la narrativa canaria actual,
contando a su favor con dos requisitos que, particularmente, espero de todo
escritor que se precie: seriedad y rigor en su trabajo. Y ambos están presentes
en la obra de Ana García-Ramos del Castillo.
Con ella disfrutamos de la lectura, pero también aprendemos, porque Ana,
lejos de ceñirse exclusivamente al hilo argumental de su novela, se esfuerza
por ofrecernos retazos de nuestra Historia, de nuestras tradiciones y
costumbres, de un pasado localizado a principios del siglo XX en el que Ana se adentra,
no sólo para encuadrar a sus personajes, sino para dejarnos constancia del
contexto histórico-social en el que se mueven y, en consecuencia, el de la época en la que
transcurre su novela, consiguiendo así que, a través de sus páginas,
retrocedamos en el tiempo y nos identifiquemos con las condiciones sociales
que conforman su argumento.
No resulta fácil hablar sobre La vida en silencio en pocas palabras.
Se trata de una novela que ofrece múltiples situaciones, temas y contextos en
los que podríamos detenernos y extendernos en
ellos en la medida que merecen, pero mi presentación pecaría de
excesiva.
Esta novela que nos ocupa y convoca esta
tarde, tiene como protagonista a Paco, un personaje sordo que parte de la vida
real para convertirse en artífice de una conmovedora historia que Ana va
hilando con sumo cuidado, sin que el enfoque dramático que en ocasiones se deja
notar en su historia se adueñe de su hilo argumental. Ana García-Ramos maneja a
la perfección la situación de unos padres, Lázaro y Luisa, que se encuentran,
de pronto, con la venida al mundo de un hijo que nunca podrá oír. Junto al
dolor de este hecho, los padres de Paco se enfrentan, poco a poco, no sólo a un
sentimiento de impotencia al que se encaran día a día, sino a la cruda realidad
de una sociedad cerrada en la que la deficiencia de su hijo sería un estigma
que le marcaría en el transcurso de su vida, especialmente en su aspecto
sentimental y amoroso.
Nuestra autora, siguiendo un estilo en el
que la sencillez se viste de elegancia, nos va adentrando en las difíciles
vicisitudes que van conformando la vida de Paco, desde el paso de sus primeros
años en un entorno familiar, en Tacoronte, hasta su estancia en Madrid durante diez años,
tiempo en el que estuvo como alumno interno en el Colegio de la Purísima, donde
pudo recibir un aprendizaje especializado
para su falta de audición, para terminar con el regreso de Paco a su
isla, a su hogar, donde intenta, con total entrega y espíritu de superación,
enfrentarse a una vida cotidiana que no le resultará fácil.
En el mundo de silencio en que vive Paco,
hay dos personajes que van de su mano y que, en cierto modo, compiten por
alzarse como protagonistas de La vida en
silencio: sus padres. Ambos, van aprendiendo de forma innata cómo acercarse
y comunicarse con un hijo que no les oye, cómo conseguir que Paco vaya
asimilando, desde sus primeros años, su condición de ser sordo sin que se
sienta apartado de las mismas condiciones que definen a sus hermanos. Y aquí,
en este punto de la novela y de la vida real, Ana García-Ramos nos traslada,
con total acierto, al sentir de unos padres sumergidos en la impotencia, de la
que sólo saldrán airosos valiéndose de un sentido poderoso y determinante: la
intuición, que conseguirán trasladar a Paco. Y será esta valiosa capacidad la
que predomine en el desarrollo de los acontecimientos que rodeen la vida de
este personaje.
Sin
la intuición, Luisa, su madre, no hubiera conseguido que Paco se sintiera igual
de atendido que sus hermanos, no hubiera hecho que mientras sus hermanos
jugaban en un universo de sonidos, ella lo llevara a su habitación para jugar
con él. Y como una ironía de la vida, Luisa le mostraba a su hijo una pequeña
caja de madera de la que emergía, como por arte de magia, una bailarina que
daba vueltas al son de la música. Sólo una madre sabe cómo hacer que su hijo
sordo pueda escuchar la música. Y sólo Luisa supo cómo despertar en Paco su
sentido de la intuición, viendo cómo su madre le daba golpecitos en la palma de
su mano siguiendo el compás de la música. Y Ana García-Ramos también lo sabe,
porque a través de su narración nos resulta muy fácil imaginar los sentimientos
y frustraciones de Luisa y Lázaro, sus inquietudes y preocupaciones, su dolor y
sus esperanzas. Resulta loable la cercanía y sensibilidad con que Ana nos lleva
por las páginas de su novela, como si ella misma fuera un personaje más de su
historia, un testigo fiel de lo que narra. Y eso es lo que hace de una novela
un ingrediente perfecto para degustar su lectura.
Decía, anteriormente, que no resulta fácil
hablar de La vida en silencio en
pocas palabras y también decía que abarcar todos sus contextos haría pecar de
excesiva mi presentación, pero no quisiera terminar estas palabras sin dedicar
un apartado especial al personaje de Lázaro, el padre de Paco, quien también
hace de la intuición un modo ejemplar de hacer que su hijo entienda la vida sin
palabras. “Su gran pena era no poder, nunca, contarle nada”, nos narra Ana
refiriéndose a Lázaro, pero, en realidad, es una frase que sirve de acicate
para que padre e hijo consigan entenderse, sin palabras, sin largas charlas,
sin casi nada. Sólo cuenta con el inmenso poder de la intuición y ésta le salva
del obligado silencio de su hijo.
Resulta sumamente encomiable la forma en que
Ana García- Ramos nos relata las pericias
que Lázaro ha de acometer a la hora de hacerle saber a Paco que han de
partir hacia Madrid para quedarse como interno en un colegio. ¿Cómo explicarle
a un hijo sordo de corta edad que ha de abandonar su hogar, su familia, el
juego con sus hermanos, el paisaje que le rodea, para estar solo en un colegio
lejano? ¿Cómo explicarle que tendrá que
hacer un viaje en barco para que le lleve a una etapa nueva en su vida,
desconocida para él? ¿Cómo se las ingenia Lázaro para que su hijo comprenda la
importancia de ese viaje y el porqué? ¿Qué hace Lázaro para hacerle entender,
una vez que lo instala en el Colegio de la Purísima, en Madrid, que no le va a
dejar abandonado a su suerte? ¿Cómo hacerle entender a Paco que un día volverá
por él y regresarán a casa? ¿Cómo despedirse de su hijo sin palabras? ¿Cómo
interpretar el duro lenguaje del silencio?
Yo podría responderles a todas estas
preguntas y añadir las emociones
sobrecogedoras que fui sintiendo como lectora de La vida en silencio en el transcurso de estas páginas tan plenas de
sentimiento, pero Ana García-Ramos lo describe
de una forma excelente, así que
dejaré que sea ella quien les lleve, a través de su novela, a todas estas respuestas e incógnitas con su
magistral manera de narrarlo.
Enhorabuena, querida Ana, por tan magnífica
y entrañable novela y por hacer de tu historia un trabajo digno de ser conocido y reconocido.
CECILIA ÁLVAREZ
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