AMPUAM....2 PARTE
DUNIA SÁNCHEZ
Un jardín en la
dejadez del tiempo, un tiempo que pasa y se sirve del canto virgen de la
naturaleza. Ventanas rotas como si la nada rocosa quebrara sus pilares pero aun
con un techo, con unas paredes sosteniendo las estaciones de antaño. Y de nuevo
tocaron , esta vez Anne. ¡Ah Anne¡ que tímida y diminuta eres con
ojos negros como la noche que reposaba en su espalda, con los ojos
brillantes como los astros dominando el ancho universo, con los ojos lagrimosos
dominados por una fuerza del mal. Callamiento. Se miraron unas otras ,
taciturnas, heridas de conciencia ante las alta madrugada, ahuecadas en el
naufragio de la búsqueda.
Paso un tiempo y ellas creyeron…no, no creyeron ,
escucharon unos pasos sobre una mole de un piso de piedra. Alguien venia hacia
la puerta. La quejadumbre del otoño impactaba en sus almas asustadas. Y de
repente una voz grave, masculina. Quien osa a tocar a estas horas. Silencio.
Quien pisa la mala hierba de mi jardín a estas horas. Silencio. Quien en un día
escupiendo heladas se atreve a tocar. Silencio. Se miraron unas otras, el
temblor de sus cuerpos las llevaron a estar estáticas, encogidas, temerosas de
quien fuera. Y de repente abrió la puerta, un hombre curvo con edad avanzada, calvo y ojos de boliches
grises se presentó malhumorado. ¡Niñas¡ ¡malditas niñas¡, se decía para sus
adentros. No, no os voy a prestar ayuda. Yo solo soy un anciano solitario y
habéis pasado lo prohibido ¡mi jardín¡ Pero es que estáis ciegas, este jardín
bello cuando el sol asoma en el horizonte, este jardín perfecto manejado por
las artes del tiempo, este jardín sangre de mi sangre ha sido violado ¡Violado¡
Por vosotras. Decidme…decidme que queréis a estas horas. El blanco atrapó a las
chicas, el cansancio se iba difuminando mientras escuchaban aquel hombre. Un
hombre de la ultratumba pensaron al mismo tiempo. Un hombre más allá de la
realidad. Un hombre tosco, austero, usurero de sus propiedades ¡Oh, el otoño¡
largo recorrido de vuelta a casa ante aquella existencia infranqueable, dura.
Inhibieron sus ansias de volver, algo las apartaba y atraía de ese ser. Ese ser
que en la nada del boscaje había nacido ¿Desde cuándo…? , se preguntaban. Nunca
habían escuchado algo acerca de esa casa, de ese hombre que por su aspecto era
desierto como ser humano ¡Oh, el otoño¡ retorcidas, aguantando que no les
quitasen la máscara del pánico alguna intentaba decir algo. Pero no….no , salía
nada de sus bocas, de sus gargantas secas. Y plas…cerró la puerta. Atónitas en
la intemperie esquivaron sus miradas. Todas observaban a su derredor…ese jardín
enmarañado, desordenado y a la vez exuberante....CONTINUARÁ
AMPUAM...3 PARTE
3
En la absoluta
oscuridad se vieron envueltas. Una extraña bruma ascendía de sus pies hasta sus
ojos. Y el peor de todos los males, el frío enervaba en sus cuerpos agotados.
Cuando salieron de aquel jardín miraron atrás, las luces se habían apagado y la
casa era solo un eco en sus memorias. Agata, abatida pero a la vez alerta de lo
que pudiera suceder cedió su empuje a sus compañeras ¡Llegaremos…sí, llegaremos¡
La mudez de la noche era amenazante, calculadora de cada una de sus pisadas
cada vez más lentas, más eclipsadas por el fustigar del miedo. Y zas…se
escuchan unas campanas, las campanas de la búsqueda, las campanas de la
desesperación , las campanas de una madrugada sin luna , de un otoño con viento
no se sabe de donde es. Se detuvieron y las tres pensaron lo mismo, en sus
mentes se bosquejaba que la residencia estaba en su búsqueda. Un grito gutural,
un grito en la niebla, un grito salida de los infiernos escucharon ¡Al norte¡
¡Siempre a vuestro norte¡ Es el, una fotografía de su imagen las llevaba a
momentos atrás. Es ese hombre raro el que nos grita, concluyeron ellas. La
angustia se incrustaba en sus vientres, no podían seguir. En sus mentes el
ruido lejano de las campanadas, la voz tétrica de la nada. No tenían remedio,
tenían que continuar sino la helada de la noche las cazaría en la muerte, una
muerte dolorosa, larga. Sigamos las campanadas, pero donde , de donde proviene
¡Oh, el otoño¡ transeúnte de cloacas en la embestida de su todo ¡Oh, el otoño¡
duele, cuando no somos eje que sigue su andar a ras de su giro. Las campanadas
se aproximan, ellas se aproximan, una luz se aposenta en los ojos de Delfina,
Anne y Agatta. Les da igual el castigo, se oye un ladrido. Es Bob, dice
Delfina, viene a nuestro encuentro. Van hacía el, está solo y las guía hasta la
residencia. Una residencia toda iluminada en todas sus habitaciones, la alarma
había estallado ¿Qué castigo le esperarían? ¡OH , el otoño¡ el placer del calor
bajo un techo, el placer de una chimenea cuando todo olía a muerto, el placer
de un fatigado temor que te hace vertical. Nadie las esperaba, solo, la
superiora en el umbral de la puerta. Una mirada afilada, cangrenosa, con la ira
remordiendo sus sienes, su lengua. Síganme, solo díjo. Ninguna dijo palabra,
ninguna respiro por unos instantes, ninguna dio explicaciones de lo pasado,
ninguna estalló en lágrimas ¡Aquí¡ Aquí os quedaréis –solemne- hasta que Dios
os perdone vuestra falta, vuestra desobediencia. Ya hablaremos, dijo rígida,
severa. Ya veremos el tipo de pena que os aplicaremos para salvaros del
infierno ¡Sí¡ del infierno. Sois gentes demoniacas, la locura se ceñido a
vosotras y hay que extirparla, expulsarlas de vuestras desgraciadas almas ¡Oh,
el otoño¡ parece que quiere desheredar la noche y levantarse un aroma malva, rojo, naranja. Así, se despide el
nocturno y llega el amanecer ¡Oh, el otoño¡ gama de colores que absorbe el ayer
CONTINUARÁ
AMPUAM...4 PARTE
4
Y amanece . Y las
llevaron al cuarto de baño. Un lugar tosco, soso, donde se mezclaba la dejadez
y la memoria fúnebre. Las rociaron con cubos de agua fría, a las tres, ninguna
decía nada, ni un gemido, ni un grito cuando las cuchilladas gélidas se
estampaban en sus cuerpos desnudos ¡ Aprendan¡ ¡Aprendan¡, decía la superiora
hermética. Después poneos ropas decentes, limpias porque tendréis que purificar
vuestra alma ante Dios. No saldréis de la capilla hasta que sentáis
arrepentidas ¡Rezad¡ ¡Rezad¡ hasta que la noche os envuelva en perdón
¡Perdónalas Dios mío porque no saben lo que hacen¡ La superiora se marcha,
antes da media vuelta ¡Raparlas¡ A la vez los ojos de las muchachas se
cerraron. A la vez el desfallecimiento oxidaba sus huesos. A la vez se
retorcían en sus interiores. A la vez se reprimían de expulsar una excusa. A la
vez sus cabellos mojados iban cayendo al suelo. A la vez una cierta tristeza
levantaba un lamento mudo ¡Temblor¡ ¡Ay el otoño¡ fúnebre , plomizo, pesado,
cuajando en la tortura de sus seres. A la vez respiraban profundamente. A la
vez transmitían la verticalidad de sus espíritus. Vestidas, fueron llevadas a
la capilla por dos monjas jóvenes. Sus ojos clavaban la maldad, la venganza, el
regocijo de verlas así. Así, calladas, débiles, inmersas en sus pensamientos. Cuando
las dejaron en la capilla cerraron la puerta con llave ¡Solas¡ alejada de toda
civilización tenían que orar y orar. Sus ojos se cruzaron y después observaron
el Cristo crucificado ¡ Oh, ese Dios¡ cuánta hipocresía, cuanta mentira se
balanceaba sobre él, se preguntaban. Y
todavía estaban ateridas, fusionadas en la indiferencia a todo Dios. No….no
pidamos perdón, no hay arrepentimiento, no hay remordimiento. Aquí nos
quedaremos hasta ella diga, si hemos de sufrir más sufriremos. Pero no nos
doblaremos ante la injusticia, ante la creencia que desata errores en la
humanidad. Seamos fuerte, fuerte como el viento que nos lleva a lugares
lejanos. Estemos unidas, unidas como el árbol a la tierra con sus ramificándose
en lo hondo de su entereza. Seamos libres, libres como el vuelo de una pardela
cuando surca los mares tempestuosos, violentos. Seamos cómplices, cómplices con
sabor a una amistad real. Dejemos que el tiempo pase y venceremos a esta
desavenencia de la vida ¡Oh, el otoño¡ criatura emergiendo en los poderes de su
peso, de su levedad que eleva las almas en el sentido de su fe. Fe , en sí
misma. Fe, en la energía de la reconditez perseverando la verticalidad. No, no
caigamos en el temor. No, no caigamos en el dolor. No, no caigamos en la
melancolía. Elevemos nuestra mente más allá de estos muros y de seguro
hallaremos la calma, la libertad ¡Libres¡, manto de pétalos erigirán nuestros
caminos…CONTINUARÁ
AMPUAM...5 PARTE
5
El tiempo…si, el
tiempo que pasa, que derrota y después emergemos como alas de un destino
incierto. El tiempo…si, el tiempo agrietando nuestros ojos, nuestros huesos y
después seremos vencedoras de la astucia de la verticalidad. Siempre caminamos
para delante, solo algún aguijón efímero dolencia de nuestros pasos ¡Oh, el
otoño¡ desbordamiento de una lluvia que nos lleva a la cima de nuestra
templanza, de nuestros sentidos hasta ser hijas edificadas por vientres firmes,
fuertes. El tiempo…ellas tres consumidas por las apuñaladas gélidas de aquella
capilla oscura frente a un Cristo. Qué pensar, qué interrogantes se cosen en
cada una de sus mentes. No se hablan, absortas en su silencio danzan con lo
neutro de las sensaciones, de las motivaciones. Solo saben que están ahí,
solas, con el engarrotada firmeza en sus
razones. Tenemos que aguantar, se dicen. Tenemos que ser una, se dicen. Tenemos
que ser valientes, se dicen. Sí, se dicen en la conversación anulada por el
paso del tiempo. En sus cerebros se dibuja una cierta fluidez de grandeza de
esa figura sangrante. El túnel de su existencia tuvo que ser penoso, triste
ante la incomprensión de su época, ahora, valorada como uno de los grandes. No,
no es un Dios, es alguien donde la injusticia, el egoísmo le retorcía su
estómago y puso valor, puso su cara para que vomitaran sobre ella. Ahora, ahí,
figura inerte que permanecerá en el paso de los siglos, de los vendavales
castigadores de una sociedad. La noche vuelve, se oyen pisadas, se abre la
puerta de la capilla y les dejan algo de comer. Nadie habla, quien haya sido se
ha evaporado como en el nacimiento del miedo. Pero les han dejado algo de
comida. Ellas no miran atrás, siguen con los ojos fijos ante esa imagen eterna.
Algo les tortura más allá de la superiora. Algo les produce ciertos
retortijones en sus memorias. Fotogramas de un paraje inexplorado cuyo jardín
desbordado de caos las lleva a una mirada extraviada en el tiempo. No, no están
conformes con haber regresado sin saber de quién es. Esa atmósfera enrarecida,
asfixiante las induce a un interrogatorio. Volveremos, cuando el castigo haya pasado,
con los días claros nos acojan en un sendero sin pérdida. Ahora, conservemos el
don de las murallas, indestructibles ante las bases bien construidas. Ese
Cristo , que no es un Dios para nosotras, nos mira, parece escucharnos y nos
balanceamos en la duda…la duda de este mundo sibilino, freático, de hábitos
corrosivos….la duda de quién somos ¿humanas? ¿Dónde está…? Buscar y buscar en
el baile de las jornadas, de los seres, de lo vivido hasta encontrarnos con el
navegar hasta de la verdad…CONTINUARÁ
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