EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA
Soy de aquellos
para los que la verdad de este mundo es la vida: de aquellos que han elegido
“ser”, obrando contra viento y marea, decididos a permanecer en estado de
constante resistencia al poder de las bestias, suceda lo que suceda, a hacer
siempre “como si” las mañanas que cantan fueran realmente mañanas… y en
adelante los apocalipsis cotidianos, que nos presenta la denominada
civilización occidental, formidable revelación de la inmundicia burguesa
camuflada tras la hipocresía de humanitarismo, que desvía la mirada de las
multitudes temerosas, que aplauden la ignominia cotidiana, traducida en censura
sistemática a mi obra operada en la denominada cultura de este tiempo, en las
más variadas expresiones, tránsitos que han sido valorados con premios en universidades,
centros de arte y comunicación.
Me han disparado a
quemarropa cual "blanco móvil", los mandarines y mandaderos de la
cultura, la política bastardeada por mercenarios y arrastrados, los
"atorrantes de siempre y sus crías", mercenarios accionando en las
sombras, siempre en silencio y pactando con las mafias que todo lo controlan.
Tienen nombre y apellido, aún, sé quiénes son, los denunció en este editorial
pleno de sentido.
Ya sea por efecto
de tendencias anestesiadas, por azar bajo presión o simplemente por canje
fáustico, los medios corporativistas, pseudo-intelectuales oportunistas,
locutores, cineastas, no encuentran otro motivo nada más admirable para
proyectar sus magníficas obras nauseabundas, guionadas sobre la diferencia
jamás aplicada, sobre el empoderamiento de los siempre marginados/as. Esta
colonización imparable, opera con rigor y a paso firme como milicos en
"pie de guerra" al disidente, al diferente veraz.
En la Argentina del
desastre, este modo sin modo, de los mercenarios de todo espacio, incluidas
creencias y descreencias de ninguna fe, se rodea de un poco de "guante
blanco", pero no por demasiados días, pronto se mostrarán las cartas, pues
los que den otro marco a la convivencia con el diferente será fusilado o en el
mejor de los casos exiliado. Y el constructor de obras que antes de ser ideadas
solo son ruinas, aparecerá publicitado desde los medios victimarios de la
muerte del valor de la verdad, como superhéroes de la libertad negociada,
admirados por la manada arrodillada, ¡cómo se debe!, ley jamás escrita pero
aplicada según transcurrieron los siglo es implacable, y tantos temas que deben
ser tratados siguiendo una liturgia de mentira y fraude, que nos llevaron a
permanecer en un mundo donde el "acting" o "stand up" se
asimilaron al modo de vida de pueblos que no desean investigar sobre la
historia, el pasado, en vías de ser eliminados.
Y si a pesar de
todo se elige vivir (o sobrevivir), se detesta la cobardía cotidiana,
clavándola en un papel como un insecto, al menos nos alejamos del conformismo,
modo de vida de pueblos condenados a la esclavitud: la “porquería universal”,
donde reina el destripe, pues es peligroso dar prueba de amor o de dignidad y
valor.
Por el contrario,
para salvar la piel en este milenio de las grandes muertes, hay que mentir,
reptar, robar, engañar y si es necesario asesinar. Un solo mandamiento rige la
vida de millones de seres: “ser cobardes”.
Sin dudas soy
irrecuperable para la burguesía, ya sea de derecha o de izquierda. Qué más da,
sólo marcas registradas que arrojan olores fétidos de conformismos y
conveniencias, de todo lo que sea conservar, incluso la literatura
anarquizante, una de las coqueterías de la comunidad burguesa capitalista. A
tal punto que existe, moda mediante, un conformismo del anticonformismo: muy
deprimente, pues devienen efectos canallas de este sistema prescrito, de
métodos taciturnos, criminales y mortíferos.
Quedan revelados
los sentimientos concretos y reales de los parásitos dominantes, respecto a los
“otros”, bajo cualquier régimen. Me doy cuenta y descubro, cómo el excluido se
ha convertido en expulsado, siendo su valor “cero” en la tabla del debe y haber
de los dictadorzuelos.
¡Sí! Soy molesto,
pues sacudo y choco con realidades que no ameritan el más mínimo análisis de
parte de los profetas sociológicos, de los alcahuetes de medios y de los
funcionarios, que abren sus nalgas al poder de turno: me refiero a los
genocidas corporacionistas, creo no lo ignoran quienes no se engañan y aún se
mantienen en pie, sin entregarse al juego fatuo del mercadeo.
En un rapto de
sinceramiento comento que intento asimilar la emoción y sensibilidad a la
expresión inmediata, “hablada” de esa emoción y sensibilidad. De todos modos,
un tanto decepcionado por una resistencia, que habiendo prometido la
revolución, terminó en apenas una fingida democracia críptica. Esta estafa,
hace me asimile a una desobediencia permanente a la “porquería universal”, que
jamás abandonaré. Al menos hasta que se produzca el milagro del tan ansiado
giro de 180 grados, de las revueltas indispensables para lograr arribar a ese
“gran mañana”, que en mi sarcasmo vitriólico, manifiesto, con sonrisa sincera
manifiesto: ya no aguardo nada de este sistema infecto.
No ignoremos que
podemos ser emigrantes o inmigrantes ‘in situ’, ser, en razón de la pobreza,
exiliados en nuestros propios países. Pero no olvidemos tampoco que las
exclusiones oficiales poseen virtudes insondables, como las cloacas, convencen
a los que no son afectados por ellas que son incluidos. Legitimidad ficticia a
la cual se aferran los que creen “pertenecer” a la “porquería universal”.
Sabemos que hay
“marginados” y “excluidos” cerca, lo vivimos y experimentamos nosotros mismos,
rechazados por la denominada opinión pública, que no es ni más ni menos, que la
opinión de los bocones de medios, pagados con dinero del Estado, en manos de
ricachones groseros y sus bandas asesinas. Como corolario se los arroja al
borde del camino, empantanados con ellos un número creciente de seres
excluidos, de todas las razas y regiones.
Siempre podemos
negar lo que está vivo, bastaría esperar algunos siglos para que la razón nos
asista a quienes resistimos permanecer en la “porquería universal”, a quienes
emitimos nuestro grito libertario, cual melodía esperanzadora, para quienes
saben que lo peor no ha ocurrido.
(*) Filósofo y
poeta
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