GOLPISTAS
CARLOS FERNÁNDEZ LIRIA
A los periodistas
españoles y europeos que desde ayer están enmascarando el golpe de Estado en
Bolivia, como si se tratara de una mera renuncia presidencial o de una especie
de transición compatible con la democracia, habría qué pedirles que hicieran
algunas comparaciones. Imaginemos que en Cataluña, durante las elecciones de
ayer, los independentistas hubieran quemado las casas electorales, prendido
fuego a los Ayuntamientos menos de su agrado, a las sedes de los sindicatos no
simpatizantes; que hubieran entrado en las casas de los políticos considerados
“españolistas”, quemándolas también; que hubieran pintado de amarillo a alguno
de estos políticos obligándoles a caminar medio desnudos entre insultos y
amenazas.
Que, ante toda esta
violencia, gran parte de la policía se
hubiese declarado en rebeldía y hubiera formado bandas armadas paramilitares
para apoyar a los violentos, empezando a disparar armas de fuego contra los no
suficientemente catalanes. Que los militares catalanes hubiesen advertido de
que se posicionaban también en rebeldía frente al orden constitucional. Que
inmediatamente fueran saqueadas y allanadas las casas de los políticos
constitucionalistas y que estos se vieran forzados así a renunciar de todos sus
cargos de responsabilidad y a huir del país.
Esto, señores, sí
que habría sido un golpe de Estado y no lo que ocurrió aquél famoso 1 de
octubre. Y esto, exactamente, es lo que ha ocurrido estos días en Bolivia. Por
la milésima parte de lo que ha hecho ahí la oposición a Evo Morales, aquí ya se
habría bombardeado Barcelona. Pero, oh sorpresa, los mismos periodistas que se
han rasgado las vestiduras por ese supuesto golpismo catalán, escupiendo saliva
e improperios, no ven allí en Bolivia un golpe de Estado, sino una transición
de lo más normal, una vez que han renunciado el presidente Morales y su
vicepresidente Álvaro García Linera (por cierto, uno de los más grandes autores
de la filosofía política actual).
Tampoco se ha
aludido en los medios a que algunos de los opositores están organizados por la
Liga santacruceña que se define ella misma directamente como nazi. Así lo ha
tenido que recordar el escritor y psicoanalista Jorge Alemán que ha denunciado
con firmeza el bellaco silencio y la irresponsable frivolidad de los medios de
comunicación (con algunas excepciones, eso es verdad). Morales y García Linera
renunciaron en un intento desesperado por detener la escalada de violencia,
que, sin embargo, ha continuado acrecentada. Antes habían anunciado la
repetición de elecciones, siguiendo las pautas de la OEA, que ahora reconocía
la victoria de Evo, aunque inexplicablemente pedía, ya no una segunda vuelta,
sino la repetición de los comicios.
Un golpe de Estado
a la antigua usanza, que, si no ha sido más sangriento, ha sido por el sentido
de la responsabilidad de Evo Morales y Álvaro García Linera, que se han negado
a iniciar una guerra civil o a provocar un baño de sangre. Pero no hay que
hacerse ilusiones. Tal y como ha planteado Lula nada más salir de la cárcel, el
problema de fondo es que la élite económica de América Latina nunca ha aceptado
la democracia más que cuando se imponían sus intereses. Lo resumió Pinochet con
toda crudeza, en los años ochenta: estoy dispuesto a respetar el resultado de
las elecciones con tal de que no ganen las izquierdas. Así sigue siendo. Un
gobierno de izquierdas siempre tendrá la violencia de los más poderosos
enfrente. Y esa violencia no es como la de los manifestantes que se enfrentan
con las manos desnudas frente a la policía de sus gobiernos, que aprovecha
entonces para reventarles los ojos como está ocurriendo en Chile. La violencia
de los poderosos está armada con tanques del ejército y con tanques
financieros.
Ayer hubo tres
noticias muy malas. Una el resultado de las elecciones en España, que ha abierto
las puertas a la extrema derecha. Como ha dicho Santiago Alba Rico, no sólo ha
cambiado nuestro Parlamento, ha cambiado nuestra sociedad, que parecía vacunada
contra el racismo y la homofobia y que ahora ha destapado la caja de los
truenos. La segunda mala noticia, peor aún que la primera, fue el golpe de
Estado en Bolivia. Y la tercera se ha hecho patente en la forma en la que han
dado la noticia en los telediarios, pues se ha demostrado que la podredumbre
moral de nuestros grandes medios de comunicación rueda ya hacia el abismo.
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