LUIS ENRIQUE EL INTRUSO
El todavía
seleccionador no respeta las normas del mundo al que pertenece. Y muchos no le
perdonan esa soberbia del que tiene la certeza de que nada de esto importa
demasiado
GERARDO TECÉ
Luis Enrique durante uno de sus directos en Twitch.
Luis Enrique es un intruso. No importa que el tipo lleve 30 años practicando su oficio al máximo nivel. Eso es lo de menos. Uno es y será de por vida un intruso en cualquier ámbito de la vida si no está dispuesto a respetar las normas del mundo al que pertenece. Y Luis Enrique ha demostrado, de forma insultante, no respetarlas. En el juego del fútbol no importa tanto la pelota como lo que la rodea. ¿Fue justo dejar fuera de la lista a Fulano? ¿Es merecido contar con Mengano teniendo en cuenta que no rasca minutos en su club desde marzo? ¿Estuvo acertado el juez de línea cuando le recomendó al árbitro principal ir a ver la jugada al VAR? ¿Qué les pareció la rueda de prensa del míster? ¿Y la respuesta que le dio al reportero del diario Las Bolas? Muchos no le perdonan al todavía seleccionador que no entienda nada de esto. No le perdonan que no quiera practicar este deporte o que, peor aún, cuando lo practique lo haga con desdén, con esa soberbia del que tiene la certeza de que nada de esto importa demasiado.
“Luis Enrique
divide”. Le escuché ayer el veredicto tras la eliminación de la selección a un
reputado analista deportivo. El tipo tiene razón. ¿Cómo no va a dividir alguien
que, en un país que entiende el fútbol como un asunto serio y las cosas serias
como un juego, lo vive y transmite justo al revés? Al terminar el partido de
ayer, al caer España ni más ni menos que eliminada por Marruecos, Luis Enrique
se encogió de hombros y dijo que no había podido ser, que habían hecho lo que
habían podido, pero que las cosas no siempre salen en la vida como uno quiere
que salgan y que hasta otra. Ni una lágrima. Ni un perdón. Ni una gota de
drama. Es intolerable. Así se lo hicieron saber quienes acusaron al tipo, que aún
nota en su nariz aquel codo de Tassotti en el 94, de no involucrarse lo
suficiente con España. Es frustrante. Frustra ver la invulnerabilidad de quien,
por durísimas vivencias personales, de esas que ponen las cosas en su justo
lugar, será impenetrable a las críticas vengan de donde vengan. Cabrea su
soberbia y cabrea su pasado. ¿Tiene sentido que un tipo que renegó del
Santísimo Real Madrid para entregarle su amor al Barcelona dirija el fútbol
español? Si tiene un pasado que divide, si reniega de las normas que rodean al
juego, si se muestra invulnerable, ¿cómo no va a ser Luis Enrique un intruso en
un mundo de nervios, excesos y prioridades mal gestionadas?
Durante una de sus
muy poco serias conexiones por Twitch –para colmo, el tipo prioriza echarse unas
risas con los aficionados a las dramáticas ruedas de prensa deportivas–, Luis
Enrique marcó el que probablemente haya sido el mejor gol de España en un
mundial hasta la fecha. Muy por delante de aquel en el que Iniesta batió de un
derechazo cruzado al holandés Maarten Stekelenburg para alegría de todos. El
seleccionador explicaba que las ganancias generadas por sus streamings irían
destinadas a una asociación que trabaja en Barcelona con niños que sufren
cáncer en su estado más duro, ese en el que deben ser sometidos a cuidados
paliativos. Un asunto que, por desgracia, Luis Enrique conoce bien. Fue
entonces cuando un aficionado escribió en el chat que a Cataluña ni agua y fue
entonces cuando Luis Enrique volvió a hacer lo que mejor se le da, que es dividir
y generar conflicto. Pudo obviar el comentario. Pudo tirar de la diplomacia que
se espera en alguien con un cargo de tanta exposición. Pero Luis Enrique
decidió responderle a aquel tipo, alma del negocio como aficionado, por el
camino más corto, diciéndole que si consideraba un problema para echar una mano
que una persona haya nacido en un lugar u otro, no quería su dinero. Y que
adiós muy buenas. Pues eso. Adiós muy buenas, Luis Enrique. Algunos seguiremos
siendo hinchas de los intrusos, ganen o pierdan. Qué narices, mucho más cuando
pierden.
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