EL JUICIO A LUIS ENRIQUE
En la crítica
que muchos medios realizan del seleccionador de fútbol influye una
predisposición negativa hacia él, que contamina cualquier opinión que se haga
llegar a los aficionados
RICARDO URIBARRI
Luis Enrique, durante el streaming del pasado 28 de noviembre.
Que los profesionales de los medios expongan argumentos y puntos de vista que puedan ser críticos con el trabajo que desempeña un personaje público, como un seleccionador deportivo, del cual están pendientes millones de personas, es algo lícito y además necesario en cualquier país que presuma de democracia. Ese es un principio tan claro como el de que esa crítica debería basarse exclusivamente en aspectos relacionados con la labor que realiza y sin que entren en juego factores como la simpatía o antipatía que se tenga por esa persona. Sin embargo, tenemos ejemplos diarios de conductas que se alejan de esa praxis. El último en sufrirlo está de plena actualidad en estos días: Luis Enrique.
Más de un
periodista no ha tenido reparo en reconocer públicamente desde hace tiempo su
fobia personal hacia el actual seleccionador español de fútbol. De forma
recurrente, han emitido un juicio sobre su tarea acompañado de confesiones del
tipo “es una persona que me cae mal por su forma de ser”; “nunca me va a caer
bien”; o “no le veo la gracia”, lo cual contamina esa opinión que se está
mandando al público. ¿Cómo creer a la persona que me está contando una cosa
sobre alguien si ya de inicio tiene una predisposición negativa hacia ella? Ya
sabemos que acercarse al principio de imparcialidad que debe regir toda tarea
periodística no es fácil. Factores personales y profesionales nos empujan en
muchas ocasiones a alejarnos de ello. Pero es deber del periodista no cejar en
el empeño de tenerlo siempre presente. Lo contrario iguala al profesional de la
comunicación con cualquier aficionado deportivo que exprese un sentimiento en
una tertulia con amigos. Y a un periodista hay que exigirle más.
Ese sentimiento de
antipatía, que puede estar alimentado por el carácter del personaje a juzgar,
pero también, en numerosas ocasiones, por algo tan simple como el hecho de que
haya militado en el eterno rival del equipo con el que el periodista simpatiza,
desemboca en situaciones tan tristes como alguna vivida estos días. Se ha
llegado a decir, en la cadena COPE, que como Luis Enrique recordó a su hija,
tristemente fallecida hace unos años a causa de una enfermedad, en los directos
que está realizando a través de una red social, era un tema que “ya es debatible”
por la prensa, al mismo tiempo que se presumía de que los medios hayan tratado
ese asunto siempre con delicadeza y respeto. Como si cualquier otra opción
hubiera sido posible.
Pocos días después,
en la misma emisora, se emitió un audio de Luis Enrique sacado de una
transmisión de Twitch que no se correspondía con lo que había dicho realmente
en ese momento. Se unieron frases de dos respuestas distintas, dando lugar a
una contestación ficticia que dejaba mal al técnico. Después de que un usuario de
redes sociales descubriera lo sucedido, el director del programa no tuvo más
remedio que reconocer la manipulación en el montaje del corte de audio y pedir
perdón públicamente. Da la triste impresión que, si la parcela deportiva no da
motivos para la crítica, vale cualquier cosa con tal de atizar al objetivo.
Hay tantas
situaciones relacionadas con la labor de un técnico que pueden ser juzgadas que
no hace falta ir más allá de lo puramente profesional. Se pueden discutir
convocatorias, alineaciones, tácticas, cambios…Pero a veces parece que no es
suficiente, especialmente con aquel al que de antemano se le ha puesto la cruz.
La bilis que rezuman algunos está contraindicada para desempeñar su labor con
criterios de justicia y equidad. Ser más o menos simpático o haber sido
referente de un equipo que no nos cae bien, no debe ser motivo para que la
opinión esté condicionada por ello.
Por desgracia, esta
situación no es nueva. Luis Enrique no es el primero que la vive, ni siquiera
el que la ha sufrido con más virulencia. Ya pasaron con anterioridad por ella,
e incluso de peor manera, Javier Clemente o Luis Aragonés. Ambos recibieron
ataques feroces por la no convocatoria de jugadores del gusto de un número
significativo de representantes de la prensa, especialmente de la capital, que
terminaron derivando en ataques personales, descalificaciones fuera de tono,
enfrentamientos y ambientes irrespirables.
El rechazo que
algunos comunicadores sienten hacia Luis Enrique los lleva incluso a que
parezca que no se alegren de que a España le vaya bien en los torneos que
disputa. Esa es al menos la sensación que tienen muchas personas, y así lo han
comentado en redes sociales, viendo su reacción cuando la selección ha
conseguido un gol en el Mundial. Frialdad absoluta. Es más, ha habido quien ha
mostrado más alegría cuando ha marcado un jugador de otro país que tiene
relación con el equipo al que siguen. Que eso lo haga un aficionado, que
también los hay, es feo, pero que lo haga un periodista deportivo, resulta aun
más incomprensible.
No deja de ser
curioso que desde que Luis Enrique se comunica con la gente a través de Twitch,
haya muchos aficionados que estén cambiando a mejor la percepción que tenían de
él viéndole en las ruedas de prensa oficiales. La prensa hace su trabajo y debe
realizar preguntas que a veces son incómodas de contestar, eso es así y no debe
cambiar. Pero debería servir como reflexión para pensar si, a veces, los
sentimientos particulares de los profesionales de los medios pueden llevar a
transmitir al público una idea del personaje que no se corresponde exactamente
con la realidad. Sin embargo, hay quien parece querer destacar más que el
seleccionador hable por internet, señalándolo como algo negativo, a que el
equipo tenga una idea de juego, que se le vea trabajado y que los jugadores
estén a muerte con la persona que los lidera. Que la realidad no te estropee la
historia.
No se trata de que
Luis Enrique tenga que caer bien a toda la prensa. No es obligatorio. Ni que
algunas de sus decisiones no sean cuestionadas. Tampoco a él le pagan para que
sea simpático, aunque nunca está de más intentar fomentar una buena relación.
Sentadas esas bases, se trata simplemente de buscar que tu afinidad o la falta
de ella hacia una persona no influya en los juicios profesionales que se tengan
que hacer. Y no entrar en temas que vayan más allá de lo estrictamente
deportivo para hacer una crítica. No debería ser tan difícil.
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