sábado, 3 de diciembre de 2022

EL JUICIO A LUIS ENRIQUE

 

EL JUICIO A LUIS ENRIQUE

En la crítica que muchos medios realizan del seleccionador de fútbol influye una predisposición negativa hacia él, que contamina cualquier opinión que se haga llegar a los aficionados

RICARDO URIBARRI

Luis Enrique, durante el streaming del pasado 28 de noviembre.

Que los profesionales de los medios expongan argumentos y puntos de vista que puedan ser críticos con el trabajo que desempeña un personaje público, como un seleccionador deportivo, del cual están pendientes millones de personas, es algo lícito y además necesario en cualquier país que presuma de democracia. Ese es un principio tan claro como el de que esa crítica debería basarse exclusivamente en aspectos relacionados con la labor que realiza y sin que entren en juego factores como la simpatía o antipatía que se tenga por esa persona. Sin embargo, tenemos ejemplos diarios de conductas que se alejan de esa praxis. El último en sufrirlo está de plena actualidad en estos días: Luis Enrique.

 

Más de un periodista no ha tenido reparo en reconocer públicamente desde hace tiempo su fobia personal hacia el actual seleccionador español de fútbol. De forma recurrente, han emitido un juicio sobre su tarea acompañado de confesiones del tipo “es una persona que me cae mal por su forma de ser”; “nunca me va a caer bien”; o “no le veo la gracia”, lo cual contamina esa opinión que se está mandando al público. ¿Cómo creer a la persona que me está contando una cosa sobre alguien si ya de inicio tiene una predisposición negativa hacia ella? Ya sabemos que acercarse al principio de imparcialidad que debe regir toda tarea periodística no es fácil. Factores personales y profesionales nos empujan en muchas ocasiones a alejarnos de ello. Pero es deber del periodista no cejar en el empeño de tenerlo siempre presente. Lo contrario iguala al profesional de la comunicación con cualquier aficionado deportivo que exprese un sentimiento en una tertulia con amigos. Y a un periodista hay que exigirle más.

 

Ese sentimiento de antipatía, que puede estar alimentado por el carácter del personaje a juzgar, pero también, en numerosas ocasiones, por algo tan simple como el hecho de que haya militado en el eterno rival del equipo con el que el periodista simpatiza, desemboca en situaciones tan tristes como alguna vivida estos días. Se ha llegado a decir, en la cadena COPE, que como Luis Enrique recordó a su hija, tristemente fallecida hace unos años a causa de una enfermedad, en los directos que está realizando a través de una red social, era un tema que “ya es debatible” por la prensa, al mismo tiempo que se presumía de que los medios hayan tratado ese asunto siempre con delicadeza y respeto. Como si cualquier otra opción hubiera sido posible.

 

Pocos días después, en la misma emisora, se emitió un audio de Luis Enrique sacado de una transmisión de Twitch que no se correspondía con lo que había dicho realmente en ese momento. Se unieron frases de dos respuestas distintas, dando lugar a una contestación ficticia que dejaba mal al técnico. Después de que un usuario de redes sociales descubriera lo sucedido, el director del programa no tuvo más remedio que reconocer la manipulación en el montaje del corte de audio y pedir perdón públicamente. Da la triste impresión que, si la parcela deportiva no da motivos para la crítica, vale cualquier cosa con tal de atizar al objetivo.

 

Hay tantas situaciones relacionadas con la labor de un técnico que pueden ser juzgadas que no hace falta ir más allá de lo puramente profesional. Se pueden discutir convocatorias, alineaciones, tácticas, cambios…Pero a veces parece que no es suficiente, especialmente con aquel al que de antemano se le ha puesto la cruz. La bilis que rezuman algunos está contraindicada para desempeñar su labor con criterios de justicia y equidad. Ser más o menos simpático o haber sido referente de un equipo que no nos cae bien, no debe ser motivo para que la opinión esté condicionada por ello.

 

Por desgracia, esta situación no es nueva. Luis Enrique no es el primero que la vive, ni siquiera el que la ha sufrido con más virulencia. Ya pasaron con anterioridad por ella, e incluso de peor manera, Javier Clemente o Luis Aragonés. Ambos recibieron ataques feroces por la no convocatoria de jugadores del gusto de un número significativo de representantes de la prensa, especialmente de la capital, que terminaron derivando en ataques personales, descalificaciones fuera de tono, enfrentamientos y ambientes irrespirables.

 

El rechazo que algunos comunicadores sienten hacia Luis Enrique los lleva incluso a que parezca que no se alegren de que a España le vaya bien en los torneos que disputa. Esa es al menos la sensación que tienen muchas personas, y así lo han comentado en redes sociales, viendo su reacción cuando la selección ha conseguido un gol en el Mundial. Frialdad absoluta. Es más, ha habido quien ha mostrado más alegría cuando ha marcado un jugador de otro país que tiene relación con el equipo al que siguen. Que eso lo haga un aficionado, que también los hay, es feo, pero que lo haga un periodista deportivo, resulta aun más incomprensible.

 

No deja de ser curioso que desde que Luis Enrique se comunica con la gente a través de Twitch, haya muchos aficionados que estén cambiando a mejor la percepción que tenían de él viéndole en las ruedas de prensa oficiales. La prensa hace su trabajo y debe realizar preguntas que a veces son incómodas de contestar, eso es así y no debe cambiar. Pero debería servir como reflexión para pensar si, a veces, los sentimientos particulares de los profesionales de los medios pueden llevar a transmitir al público una idea del personaje que no se corresponde exactamente con la realidad. Sin embargo, hay quien parece querer destacar más que el seleccionador hable por internet, señalándolo como algo negativo, a que el equipo tenga una idea de juego, que se le vea trabajado y que los jugadores estén a muerte con la persona que los lidera. Que la realidad no te estropee la historia.

 

No se trata de que Luis Enrique tenga que caer bien a toda la prensa. No es obligatorio. Ni que algunas de sus decisiones no sean cuestionadas. Tampoco a él le pagan para que sea simpático, aunque nunca está de más intentar fomentar una buena relación. Sentadas esas bases, se trata simplemente de buscar que tu afinidad o la falta de ella hacia una persona no influya en los juicios profesionales que se tengan que hacer. Y no entrar en temas que vayan más allá de lo estrictamente deportivo para hacer una crítica. No debería ser tan difícil.

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