PARAR LA LIBRETITA
DAVID TORRES
La ex secretaria general del PP María Dolores de Cospedal.
-Carlos Luján / Europa Press
Cospedal ha
regresado, como en ella es habitual, en diferido y en forma de simulación. Es
una vieja costumbre hispánica eso de que la historia se repita como la fabada o
el ajo arriero. Lo advirtió el poeta Ángel González en unos versos entre
caníbales y gastronómicos:
Nada es lo mismo,
nada
permanece.
Menos la Historia y
la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos
con sangre, se repiten.
No se entiende muy bien esta manía de querer involucrar a toda costa a Cospedal en las pesquisas por el caso Kitchen, como si Cospedal, en lugar de orquestar las cloacas estatales y organizar una cacería contra Luis Bárcenas, se hubiese dedicado a algo ilegal. Como si, yo qué sé, como si hubiera levantado un bebé en brazos o se hubiera comprado un chalet en la sierra.
Ante la petición de
volver a imputarla, el abogado de Cospedal, Jesús Santos, ha iniciado una línea
de defensa tan imaginativa que bien merecería figurar en el repertorio de
argumentos de Jimmy McGill, el inefable leguleyo de Better Call Saul. Cuando
tiene que explicar cómo llegó una pistola a las manos de su cliente, McGill
asegura muy serio: "No lo sé, ni ustedes tampoco. A lo mejor la soltó una
paloma que volaba casualmente por allí". Con un desparpajo similar, Santos
afirma que la expresión "parar la libretita" (que se escucha
perfectamente de boca de la ex secretaria general del PP en uno de los
descacharrantes audios de las conversaciones entre Villarejo y Cospedal) venía
a referirse no a detener el escándalo de los papeles de Bárcenas, sino a frenar
la publicación de las noticias referidas al extesorero en radios, periódicos y
televisiones. Es decir, que no se trataba de acojonar a un delincuente sino de
silenciar a toda la prensa del país. La mancha de una mora con otra verde se
quita. Chúpate ésa, Jimmy McGill.
De todos es sabido
la excelente relación que guardaba Villarejo con ciertos medios de
comunicación, de Inda a Ferreras y desde Santurce a Bilbao, de manera que por
ese lado la explicación no suena tan descabellada. Gracias a otros audios no
menos descacharrantes, hoy sabemos que Villarejo y Ferreras eran uña y carne, y
que el audaz periodista no daba una noticia que no viniera directamente
filtrada desde el pesebre policial. Lo que chirría es el término
"libretita" como equivalente de "agenda informativa", un
neologismo que quizá no lo sea tanto en el dialecto manchego. Por si esto no
fuese suficiente, la defensa alega, en el mejor estilo McGill, que por lo demás
tampoco está probado que las grabaciones no estén retocadas ni que los audios
sean fiables. A lo mejor la voz que se oye allí no es la de Cospedal, sino la
de José Luis Moreno probando tonos para una nueva versión de Doña Rogelia.
Se podrán achacar
muchas cosas a los abogados defensores del PP, excepto falta de imaginación,
aunque también es verdad que, con los jueces que les tocan, a Cospedal y a
Fernández Díaz los podría defender una cotorra argentina sin mucha dificultad.
En otro audio que salió a la luz en mayo se oía perfectamente a Villarejo
comentar: "A este tío, al cabrón del cabrón, hay que laminarlo,
¿eh?". Y después la voz de Cospedal (o de Doña Rogelia) que corroboraba:
"Yo lo tengo más claro que el agua. No tengo la menor duda". Tampoco
la tiene el juez Manuel García-Castellón, quien, ante la falta de indicios
sólidos, decidió excluir a Cospedal de la instrucción y limitarse al ministro
del Monólogo Interior. Coño, es que ni que se hubiera comprado un chalet en
Galapagar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario