EN MEMORIA DE BABU
: AGUSTÍN GAJATE BARAHONA
Hace unas
semanas, la materia que integraba el cuerpo de Gonzalo Pagador Cornejo dejó de
conectarse con su energía y quedó inerte. Diferentes grupos de células rebeldes
habían iniciado algún tiempo atrás un viaje a ninguna parte hasta conseguir
invadir sus órganos vitales. Como en todo conflicto, tan inoportuno como
innecesario, los vencedores también fueron perdedores y a día de hoy toda
aquella materia ha quedado reducida a cenizas.
Por fortuna, su energía no ha desaparecido. No es que fuera un hombre especialmente previsor, ya que falleció mucho antes de lo que hubiera sido consecuente con su naturaleza, sino simplemente era generoso y la energía de que disponía la fue repartiendo a lo largo de los años entre su familia y todas aquellas personas a las que brindaba su amistad y cariño. Tuve la suerte de ser una de ellas y compartir con él muchos buenos momentos, no porque los momentos fueran buenos, que de todo hubo, sino porque él los hacía buenos, mejores de lo que hubieran sido sin él.
Para todos
siempre fue Babu, el nombre con el que se presentaba y que daba pie a que lo
conocieras en toda su amplitud y luminosidad, sin recovecos ni espacios
oscuros. Y era un hombre grande, no sólo de tamaño, sino sobre todo de corazón.
Dicen las
malas lenguas que las personas que quieren a sus semejantes son débiles, pero
se trata de una leyenda urbana o rural que no está basada en hechos reales,
sino que es pura ficción interesada. Para querer a los demás, con sus defectos
más que con sus virtudes, hace falta mucha fortaleza y valor, atributos que
rebosaban en Babu.
Su lenguaje
corporal y su propio físico, forjado entre la herencia genética y la práctica
del balonmano, un deporte noble de mucho contacto, hablaban a las claras de que
su capacidad para ayudar o apoyar a quien lo necesitara, hasta en las
circunstancias más desfavorables. Por eso escogió una modesta ocupación como conductor
de ambulancias, porque desde puesto podía seguir entregando buena energía a
quien estuviera dispuesto a aceptarla, tanto mientras ejercía su actividad
profesional como en su vida privada cotidiana.
La energía
que me legó en las diferentes ocasiones en que coincidimos, me hace sentir que
con muchas más personas como Babu, millones a ser posible, esta sociedad sería
mejor, más humana y quizá feliz. Los que lo conocimos lamentamos su temprana
muerte, pero agradecemos la energía, el tiempo, las palabras, el buen humor,
las risas y carcajadas que nos dedicó. Y brindamos hoy por él y seguiremos en
el futuro como lo hacíamos entonces, por lo vivido y por el porvenir, porque
gracias a toda la energía que repartió durante décadas los problemas y
adversidades son más llevaderos y las celebraciones más alegres que si no lo
hubiera hecho.
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