EL NUEVO MUNDO SEGÚN EEUU
ATILIO BORON
Hoy el enfrentamiento, se nos dice, ya no es más capitalismo versus comunismo sino entre democracia (occidental) y autocracia (la de las "potencias revisionistas")
Semanas atrás la Casa Blanca dio a conocer su largamente esperado documento sobre la Estrategia de Seguridad Nacional 2022 (ESS) que habría de guiar la política exterior de la Administración Biden.
Esta clase de informes se tornaron obligatorios desde 1987 a los efectos de comunicar al Congreso la visión del Poder Ejecutivo sobre los problemas que menoscaban la seguridad nacional del país. La ESS debe explicitar los cambiantes desafíos que el escenario internacional plantea a EEUU –tema especialmente relevante en el contexto del actual derrumbe del orden mundial de posguerra– y los recursos con que se cuenta para enfrentarlos.
El informe está
obligado a incluir una discusión de los intereses nacionales en juego, los
compromisos con aliados y Gobiernos amigos, la estrategia para garantizar la
seguridad nacional (y de sus ciudadanos, empresas y organizaciones
no-gubernamentales actuando en el extranjero) así como los recursos de defensa
necesarios para disuadir las amenazas de enemigos externos o grupos terroristas
que actúan al interior de EEUU.
Este tipo de
documentos ofrecen las directivas estratégicas más generales y su valor estriba
en que en ellos se perfilan las prioridades en materia de política exterior,
las mismas que tendrán que reflejarse en el presupuesto nacional que deberá
aprobar el Congreso. En otras palabras, ofrecen indicadores útiles para
determinar el rumbo que casi seguramente adoptará el Gobierno estadounidense en
los asuntos mundiales.
Por ejemplo, la ESS
del 2002 dada a conocer por el Gobierno de George W. Bush un año después de los
atentados del 11-S en Nueva York establece la doctrina de la «Guerra
Preventiva» (y también de la «Guerra Infinita») que anticiparía la Guerra de
Iraq (2003-2011) y justificaría la agresión en contra de Afganistán, que se
extendería por veinte años entre el 2001 y el 2021 [hasta la derrota de EEUU].
Otro ejemplo lo
aporta la ESS del 2017, producida por la Administración Trump, en donde por
primera vez se califica a China y Rusia como «potencias revisionistas» a la vez
que se elimina el «cambio climático» como una amenaza global. Recordemos que a
finales del 2020 Trump retiraría a EEUU de la lista de países firmantes del
Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. En ese mismo documento se abandonó
la expresión «comunidad de naciones» utilizada en previas formulaciones y
subrayó el carácter altamente competitivo del escenario mundial y la
consecuente necesidad de garantizar la primacía de EEUU mediante una política
agresiva en contra de las «potencias revisionistas».
Viejas y nuevas
políticas
En el caso que nos
ocupa se reitera, al igual que en las anteriores formulaciones, el carácter
supuestamente indispensable de EEUU y la necesidad que el mundo tiene de su
liderazgo, especialmente en momentos como los actuales en donde la guerra en
Ucrania y la creciente gravedad de los problemas comunes: como el cambio
climático, la inseguridad alimentaria, las pandemias, el terrorismo, la crisis
de la energía y la inflación requieren no solo de una orientación correcta sino
también de un liderazgo firme para enfrentarlos. Dado que la era de la amigable
«post-Guerra Fría» ha tocado a su fin es necesario plantarse con firmeza ante
el «imperialismo ruso» (¡sic!) y las ambiciones de China.
Hoy el
enfrentamiento, se nos dice, ya no es más capitalismo versus comunismo sino
entre democracia y autocracia. Las «potencias revisionistas» y sus aliados o
asociados (como Irán o la República Popular de Corea, a los cuales se suman
Cuba, Venezuela y Nicaragua) quieren construir un nuevo orden mundial ya no
basado en reglas, como el que supuestamente construyó EEUU (sin decir a quiénes
favorecían esas reglas) sino otro que les permita establecer su primacía en el
terreno internacional. Tal cosa equivaldría a una derrota global de la democracia
a manos de regímenes autocráticos, corruptos y violentos. Pese a su común
«revisionismo», el documento afirma que Rusia y la República Popular China
plantean desafíos diferentes.
La primera, de la
mano de Vladímir Putin, «representa una amenaza inmediata para el sistema
internacional libre y abierto, violatorio de las reglas fundamentales del orden
internacional actual, como lo ha demostrado su brutal guerra de agresión contra
Ucrania».
Pero ese desafío,
siempre a tenor de lo que dice la ESS 2022, no tiene la suficiente fuerza, como
lo demuestra el fracaso de la invasión rusa a Ucrania. Sus autores incurren, a
juicio de este autor, en una peligrosa subestimación del poderío militar de
Rusia que, como aseguran expertos norteamericanos, solo en parte ha sido
empleado en Ucrania.
El informe en
cambio establece que, a diferencia de Rusia, «la República Popular China es el
único competidor con la intención de remodelar el orden internacional y que
cuenta, cada vez más, con el poder económico, diplomático, militar y
tecnológico necesario para avanzar en el logro de ese objetivo». Por lo tanto,
el rival a vencer es China, dando por descontado que Rusia estallará en mil
fragmentos a causa de su aventura ucraniana que la relegará a un plano marginal
en la escena internacional.
Al pasar revista a
los escenarios regionales llama poderosamente la atención que, por primera vez
en la historia de las diferentes versiones de la ESS, el «Hemisferio
Occidental» (es decir, Latinoamérica y el Caribe) ocupa una posición de
privilegio desplazando al Indo-Pacífico, Europa, Oriente Medio y África. En el
sumario final de este documento se dice textualmente que «Ninguna región
impacta a los EEUU más directamente que el Hemisferio Occidental», de cuya
estabilidad democrática e institucional ese país obtiene beneficios económicos
y de seguridad.
adopten políticas
tendientes a reafirmar la soberanía nacional y la autodeterminación de nuestros
pueblos.
«Juntos –continúa
el documento– apoyaremos una gobernabilidad democrática efectiva y protegeremos
a la región contra la interferencia o la coerción externas, incluso de la
República Popular China, Rusia o Irán al paso que apoyaremos la
autodeterminación democrática de los pueblos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y
cualquier país donde se suprima la voluntad popular».
Por supuesto, la
palabra «bloqueo» no aparece en las 48 páginas del texto, y cuando se habla de
sanciones económicas las remiten a las que se aplican a Rusia, China e Irán y
no a los que agobian a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Para concluir, a un
año del bicentenario de la Doctrina Monroe, Washington reconoce que esta parte
del mundo («nuestro vecindario», como dijera la Sra. Laura Richardson, Jefa del
Comando Sur) debe ser preservado de la ambición y la codicia de otros actores
internacionales dispuestos a saquear nuestras inmensas riquezas naturales. De
ahí que un objetivo primordial de la política exterior de la Casa Blanca hacia
Nuestra América sea mantener a China, Rusia e Irán, e inclusive a otros países
grandes demandantes de recursos naturales como la India, bien lejos de estas
latitudes y en todos los terrenos: económico, tecnológico, militar, diplomático
y cultural.
Ante el inexorable
derrumbe del viejo orden mundial Washington quiere asegurarse de que su reserva
geopolítica estratégica, tal como lo advirtieran Fidel y el Che, permanezca
fuera del alcance de las «potencias revisionistas».
Esto ratifica la
renovada voluntad norteamericana de intervenir aún más profundamente en los
asuntos internos de los países del área para evitar que nuestras riquezas
caigan en «manos incorrectas».
La continua
expansión de bases militares de EEUU en la región (incluyendo la que
ilegalmente se encuentra en construcción en Neuquén) refleja con nitidez esta
política. Sería bueno que los Gobiernos de la región tomen nota de esta
alarmante embestida y
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