EL CHINO FRANQUISTA Y LA BASE
ANÍBAL MALVAR
Composición con una imagen de
Pablo Iglesia en la base y la polémica intervención de Chen Xiangwei en Cuatro
al día
En su afán por escrutar la verdad y beneficiar la convivencia, un programa de Cuatro ha decidido enfocar su tratamiento informativo de la Ley de Memoria Democrática enviando a sus reporteros a un bar madrileño de un señor chino que exhibe símbolos franquistas en su establecimiento. Cuatro al Día, que así se llama el programa de Ana Terradillos, encabezaba su crutregate televisivo bajo el encabezamiento: ¿Será el fin de los bares franquistas? El dueño del bar, el franquista Chen Xiangwei, de los Xiangwei de toda la vida como los Primo de Rivera, dice que su Alcázar chino no se rinde, y que incumplirá la ley.
A uno de los colaboradores de
Terradillos se le ocurrió insinuar que está muy mal eso de exaltar el
franquismo "dictatorial y asesino", a lo que el chino respondió:
"este hombre es muy tonto", añadiendo una selecta erupción de exabruptos
que dejarían en pedo de novicia los florigeios de Camilo José Cela, con lo
cual, para tristeza del másperiodismo de investigación, Terradillos obligó a
cortar el reportaje.
Esto de entrevistar a fascistas
descerebrados es práctica común de nuestras radios, televisiones y periódicos
convencionales. Es una forma de blanqueo como otra cualquiera. Para dar la
opinión de empresarios, hosteleros, intelectuales o lo que sea, se llama a Vox
y te ponen en bandeja la entrevista más friki y reaccionaria que te puedas imaginar.
Recuerdo la que le hizo recientemente Todo es mentira (también Cuatro) a una
ejemplar empresaria que clamaba contra las medidas de ahorro energético del
Gobierno. El repaso que le dio a Pedro Sánchez y a sus 25ºC para el comercio y
la empresa fue supino. Se llama la dama Patricia Muñoz, y los responsables del
programa solo olvidaron decirnos que había sido dos años antes candidata de Vox
por Sabadell, cuando su empresa y ella residían en Jaén. Menudencias.
Y tampoco hay que olvidar a
nuestro hostelero estrella, el dueño de asador marbellí Guadalmina, que vetó al
Gobierno en pleno la entrada a su establecimiento por ser un bar
"antirrojos". Todo esto se supo mucho después de que José Eugenio
--que así es su gracia-- despotricara en numerosas cadenas contra la subida del
salario mínimo que iba a destruir al sector hostelero.
Pero claro, una cosa es
entrevistar a estos intruders a los que no se les ve tanto el plumero, y otra
cosa es enfrentarse a un chino franquista. Por definición, ser humano impredecible.
Este cutreperiodismo nos está
inundando desde hace ya décadas, e incluso los medios que lo despreciamos
acabamos dándole pábulo. No solo las barbaridades tipo Chen Xiangwei tienen
cabida en nuestros periódicos como divertidas frikadas. También se le da enorme
importancia a cualquier ocurrencia política seria (sic) de Risto Mejide o Jorge
Javier Vázquez, cual si fueran oráculos o presidentes del Fondo Monetario
Internacional. Son caretos que dan lectores. Pero eso no es disculpa. Es como
tratar la anorexia a base de empacho de donuts (no hablo desde ningún púlpito:
soy el primero en proclamar un mea culpa).
Escribía ayer en T3witter mi caro
paisano Manuel Rivas: "Pablo Iglesias está acertando con el programa La
Base frente a modelos caducos. Estemos o no de acuerdo, engancha con excitación
creativa. Por eso está provocando excitación destructiva en el periodismo
conformista". Los tuits de O'Rivas, como sus libros, arden mal. La
inteligencia es inflamante, pero no inflamable. Salvo que quemes al Galileo de
turno, claro.
O'Rivas nos viene a decir que se
puede hacer buen periodismo divertido y profundo a la vez. Y eso está
molestando mucho. No solo la caverna ferrérica y anapastoril, sino a
periodistas verdaderamente cultos e izquierdosos. Lo que hace rabiar a los
puristas es el mal entendido intrusismo. Que un expresidente, con todos sus
conocimientos y contactos, irrumpa en el mundo de la comunicación, es jugar con
ventaja, por supuesto. Pero la verdad no entiende de ventajistas, colegas, si
esta ventaja no se usa con fines espurios. El camino contrario no molestó nunca
tanto. Donald Trump pasó de la televisión a la política para bien de la tele y
mal de la democracia. Lo mismo que Zelenski, que de actor de comedias ha pasado
a presidente de tragedias (y que no me llamen mis trolls pro-Putin por esto,
que era lo que me faltaba).
Terradillos y el cutreperiodismo
no necesitaban irse al chino Chen Xiangwei para encontrar bares muy españoles
con simbología franquista que frecuentan muchos políticos y empresarios. Pero
esos no interesa sacarlos tanto en televisión. Restan audiencia al periodismo
"caduco" que denuncia mi caro.
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