MARLASKA SOLO ES UN PEÓN
ANA PARDO DE VERA
El ministro del Interior Fernando Grande Marlaska.- AFP
Cuando este periódico publicó el vídeo que confirmaba que gendarmes marroquíes habían saltado la valla de Melilla para golpear a migrantes que estaban en suelo español y ayudar mediante la fuerza a policías y guardias civiles a realizar las devoluciones de estos seres humanos a Marruecos, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, lo tachó de "falsedad".
Su reacción nos habría provocado la risa en Público si el asunto no fuera un drama en el que habría muerto asfixiados, golpeados o asesinados 37 personas al intentar cruzar esa valla el pasado mes de junio, según han denunciado incansablemente varias ONGs (Marruecos cifra en 23 la cifra oficial de muertos). No nos reímos, por tanto, de la desfachatez de Marlaska, que estaba negando algo que todo el mundo podía ver en este periódico, que otros medios reprodujeron en España y fuera de ella y que suponía la constatación, una vez más, de que los responsables políticos de fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado siempre defenderán a éstas por encima de la palabra -y hasta la imagen- de organizaciones pro derechos humanos, periodistas y personas comprometidas, en general, con la defensa de los más vulnerables. No nos reímos de la negativa de Marlaska, no; en realidad, se nos encogieron las entrañas con su frialdad.
El viernes pasado, el Defensor
del Pueblo avanzó una parte de su investigación -que sigue en curso- sobre la
matanza de Melilla e informó de que, efectivamente y como denunciaron
supervivientes y las ONGs denunciantes, 470 de los migrantes que intentaron
llegar a España a través de la frontera de Melilla fueron devueltos ‘en
caliente’ por Interior, es decir, sin respetar la ley española ni los mínimos
derechos humanos de los migrantes.
Es posible que el hecho de que
este informe llegara a las redacciones un viernes por la tarde, en medio de la
vorágine informativa en que vivimos, donde cada noticia es empequeñecida por la
siguiente de forma inmediata, hizo que tuviera menos impacto del que se podría
prever y esta semana apenas se hable de ello, pero el hecho, asimismo, de que
una institución presidida por un exministro del PSOE y excandidato ídem a
presidir la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, se pronuncie de forma tan
contundente e independiente contra las violaciones de derechos humanos por
parte de un Gobierno "progresista" es un pequeño alivio en medio de
tanto dolor que se va acumulando en España entre la desigualdad, la pandemia, la
guerra, la pobreza infantil, la energética, alimentaria o la falta de vivienda
y perspectivas vitales. Lástima que el Defensor llega a donde llega y no puede
obligar a juzgar a nadie.
Por supuesto, Marlaska se ha apresurado a
desmentir los datos del Defensor del Pueblo, burlándose una vez más de
investigaciones y pruebas, en este caso, además, institucionales. Desconozco
durante cuánto tiempo se puede resistir tanta aberración junta contra los
derechos humanos desde un Ministerio que se salta impunemente la ley, como todo
apunta. Y presiento que no va a pasar nada, una vez más, porque la complicidad
en la defensa de las fronteras por encima de las vidas y los derechos humanos
supera el ámbito estatal y coloca a España al mismo nivel que Polonia, por ejemplo,
en su maltrato a migrantes sirios o afganos que huían de las guerras donde los
abandonamos a su suerte. Ni los sirios, ni los afganos de Polonia, ni los
sudaneses que recalaron en Melilla son ucranianos, por lo que no merecen ni la
más mínima consideración, ni siquiera, con arreglo a las leyes propias, que
amparan en teoría a esos sirios, afganos, sudaneses, ucranianos o a cualquiera
que escape de la persecución o la guerra.
Fíjense si mi pesimismo está justificado que
lo que ocurre en España o Polonia no es una improvisación, fruto de la mala
suerte o de la torpeza, sino que forma parte de una estrategia europea que ha
colocado la seguridad en las fronteras por encima de los derechos humanos y
todas las vidas: un informe de la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude
(OLAF) ha constatado que Frontex, la agencia europea de vigilancia de
fronteras, conoció y amparó devoluciones en caliente en alta mar, con la
consecuente violación de los cacareados derechos humanos en migrantes y,
encima, imponiendo situaciones de humillación y abusos a varios colaboradores
de la agencia contrarios a estas prácticas. No es la primera vez.
El Ministerio del Interior se ha convertido en
el muro contra el que choca una realidad vergonzante que amparan las más altas
instituciones de los estados miembros y de la Unión Europea. Marlaska es un
mandado que ha aprendido a negar realidades dramáticas sin inmutarse, ese es el
mérito prioritario de un titular de Interior ahora. Reventamos los derechos
humanos mientras los nuevos fascismos campan a sus anchas propugnando lo mismo
que hacen las presuntas democracias a escondidas y con la mentira descarada por
delante. Es difícil digerir tanta repugnancia.
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