LA VILLA DE MADRID CONDENA LA IRONÍA
Lo
obvio no importa cuando el éxito político depende de la capacidad de usar
altavoces para lograr objetivos
GERARDO TECÉ
Almeida, aplaudido por la
extrema derecha, en el Pleno de proclamación como alcalde del pasado 15 de
junio de 2019.
Los técnicos del Ayuntamiento hicieron lo que pudieron. Reunidos de urgencia tardaron poco más de dos minutos en tener claro que debían advertir a los tres grupos de la derecha sobre la imposibilidad de declarar a nadie persona non grata en Madrid. La ley no lo permite. Como mucho se le puede “reprobar”, sugirió encogiéndose de hombros un técnico con muchos trienios mientras ojeaba la ley con gafas apoyadas en la punta de la nariz. El resto de técnicos asintieron nerviosos. Sabían que, una vez aclarado lo obvio, tocaba enfrentar el segundo y más delicado punto del orden del día: ¿debían los técnicos advertir a los señores concejales de que las declaraciones de Pablo Iglesias que se llevarían
a pleno eran irónicas y
tal? Un joven técnico, recién incorporado, sugirió llamar a los portavoces de
las tres derechas y usar muñecos. Incluso se ofreció para explicarles allí
mismo cómo funciona la herramienta ironía. Yo creo que en cinco minutos lo
habrán entendido, se vino arriba. El técnico de los trienios y las gafas en la
punta de la nariz hizo un gesto de no ver claro –la experiencia es un grado– lo
de los muñecos. Tras un largo debate, los técnicos llegaron a una conclusión.
Si en las oposiciones que aprobaron a ninguno de ellos les cayó pregunta alguna
sobre advertir del uso de la ironía, quizá es que no deberían meterse. Quizá
sobrepasaba sus funciones salir de aquel pequeño despacho, pillar por el
pasillo a Ortega Smith, Almeida o Villacís, tocarles la espalda y, al girarse,
explicarles que hola qué tal soy Antonio el técnico y es que el material de
trabajo que quieres llevar hoy a pleno es irónico, no real. No es real desde el
punto de vista de un técnico del Ayuntamiento, pero es que le preguntas al
fontanero que vino ayer a arreglarme lo del grifo de la cocina o al frutero de
la esquina y te va a decir lo mismo, debería decir el tipo pasando un mal rato
y tragando saliva. No nos pagan tanto como para meternos en eso, sentenció tras
el largo debate el de los trienios recolocándose bien las gafas y aquello fue
sentir mayoritario de técnicos, así que el asunto se dio por zanjado con un
ellos sabrán. Nadie puede culparlos.
Decía Oscar Wilde que la ironía
se desperdicia en el estúpido. Seguro que dejó de pensar esto tras ser
perseguido y encarcelado cuando aquellos estúpidos supieron disfrazar sus
formas provocadoras de escritor en delitos que debían ser castigados. 130 años
después de la persecución contra Wilde, ya con cigarrillos electrónicos en los
estancos y El Retrato de Dorian Gray en el Apple Store, un pleno municipal del
Ayuntamiento de Madrid pasará a la historia de la estupidez por haber
reprobado, formalmente y en nombre del pueblo de Madrid, el uso de la ironía.
“Hai excomunión contra cualesquiera personas que usaren la ironía en esta Villa
y capital del Reino para la crítica política”, podría haber dicho el texto
aprobado hoy por PP, Ciudadanos y Vox para repudiar a Iglesias, pero los
estúpidos de hoy aprendieron de los de ayer que lo más efectivo es hacerse el
estúpido total y lograr generar confusión a pesar de la obviedad.
El que fuera vicepresidente del
Gobierno nunca le pidió a Isa Serra que se montase en un caballo y se dedicase
a cortar las cabelleras de toda la policía municipal madrileña para después
organizar una hoguera junto a Echenique y Otegi quemando los cuerpos de los
pobres munipas. Cualquiera que no sea concejal de derechas del Ayuntamiento de
Madrid intuye que se trataba de una crítica irónica contra una sentencia
judicial que, sin pruebas visuales, presentaba a Isa Serra como un monstruo
capaz de aterrorizar y machacar ella sola al cuerpo de la policía municipal
madrileña. Todo en esta historia es obvio, pero lo obvio no importa cuando el
éxito político depende de la capacidad de usar altavoces para lograr objetivos.
Si logras que haya más personas que crean que Iglesias ha amenazado de muerte y
humillado a la policía madrileña que personas que sepan que se trataba de una
crítica irónica ante una sentencia injusta, hacerse el idiota habrá merecido la
pena. Y cuando está Iglesias de por medio, todo, absolutamente todo, merece la
pena. También hacer que el pueblo de Madrid condene la ironía. Un abrazo a los
técnicos.
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