PEQUEÑAS GRANDES HISTORIAS DE FISAHARA
DAVID
BOLLERO
El público asiste a una de las proyecciones de la edición
de este año de FiSahara. - Adad Ammi
Durante los seis días de FiSahara, la prensa que se desplazó hasta los campamentos de población refugiada saharaui de Ausserd ha ido enviando sus coberturas realizando un magnífico trabajo. Con sus artículos, los ya publicados y los que vendrán, no sólo describen un festival único en el mundo, sino que también comparten una radiografía de la precaria situación de subsistencia a la que el pueblo saharaui lleva enfrentándose durante casi medio siglo porque la Comunidad Internacional, con los sucesivos gobiernos de España a la cabeza, han decidido que sus vidas no valen nada, que Marruecos puede violar el Derecho Internacional impunemente. Sin embargo, existen otras pequeñas grandes historias de FiSahara que no se cuentan, que se ignoran, pero que hacen aún más increíble este festival.
Conocer la intrahistoria de FiSahara, sin
duda, ayuda a comprender la magnitud de este evento que nació con dos objetivos
fundamentales: llevar más cultura a los campamentos y hacer que durante esa
semana fuera inevitable que no se dirigiera un foco de información hacia aquel
recóndito rincón del mundo no apto para la supervivencia de cualquiera. El
primero se ha conseguido con creces, hasta el punto de que la Escuela de Cine
Abidin Kaid Saleh creada por FiSahara ya ha superado la década de vida. El
segundo aún cuesta, si bien es cierto que quienes rehúyen de mirar hacia
los campamentos terminan retratándose públicamente.
La directora ejecutiva de FiSahara, María
Carrión, acostumbra a decir que se puede planificar el festival de veinte
maneras diferentes y su desarrollo último nunca coincidirá con ninguna de
ellas. Sin embargo, el resultado es todavía mejor. Mucho antes de aterrizar en los campamentos, surge una
interminable cadena de imprevistos. Los hay de todo tipo y
dimensión: desde el experto en sonido que se fractura unas
costillas y no puede desplazarse hasta los campamentos, a actores embarcados en la edición de este año que a última hora
les cambian las fechas de rodaje y se caen del vuelo.
Aunque algunos de los obstáculos que
FiSahara se encuentra en su camino son previsibles, como que Marruecos mienta sobre la presencia de una actriz cuya teleserie
es un éxito también en el reino alauita o que otro país impida la salida del país de una activista que
iba a presentar una de las películas. Otros, en cambio, no los ves venir y pone
en riesgo la participación de personalidades en el mundo de la comunicación y
los Derechos Humanos, cómo que a una semana del festival se
produzca un golpe de estado en el país africano del que procede una
de ellas o que un huracán caribeño casi impida volar hacia
Madrid, desde donde partió el chárter con cerca de doscientas almas.
Thank
you for watching
Ya en los campos de refugiados y
refugiadas, la improvisación es la norma, topándonos con situaciones
inimaginables. Tal es el caso de ser capaces de enviar a
una televisión varios gigabytes de vídeo con un modem Wi-Fi,
encaramándonos a los tejados para obtener mejor cobertura, y que una vez recibido el enlace de descarga, la televisión comunique
que desde España tarda mucho en bajar para reproducir.
Y es que las comunicaciones es uno de los
problemas a los que se enfrenta el festival y la prensa que acude a él. Desde
España lo pudieron comprobar en directo los espectadores del Canal 24 horas de
TVE, cuando después de una conexión en vivo para entrevistar a Amaral finalmente se
cortó la comunicación. Hasta en cuatro o cinco ocasiones estuvimos a punto de
conseguirlo pero la conexión siempre jugaba una mala pasada. "Esto es FiSahara, hay que sufrir para conseguir un final
feliz", consolaba a Iván Prado, portavoz de Pallasos en
Rebeldía, a lo que él respondía sonriendo, "ya, pero si fuera un
poquito menos FiSahara...".
El surrealismo puede alcanzar cotas
inconcebibles en los campamentos mientras transcurre el festival... incluso,
que el premio se escape. La camella blanca que se entrega a la película
ganadora llegó este año desde Malí, siendo además un ejemplar que se utiliza
para carreras. Cuál fue la sorpresa al ir a por la camella al lugar donde ya
reposaba poco antes de la inauguración y comprobar que se había soltado y se
alejaba hacia el desierto. La odisea para volver a
recuperar a la camella fue, sencillamente, inenarrable, poniendo incluso en
riesgo la vida del director del festival Tiba Chagaf. Disfrutando
posteriormente del final feliz, en el que el director ganador Rabah Slimani
cedía la camella a la Escuela de Cine y ésta a la wilaya de Ausserd, las bromas eran inevitables,
imaginando un titular semejante a "Muere el director de
FiSahara a manos (pezuñas) del premio del festival".
El anecdotario de FiSahara es
interminable, como lo es la lista de proezas que realiza el equipo
saharaui-español del festival para poder sacar adelante esta cita anual con el
cine y los derechos humanos. Solo gracias a este equipo cohesionado -al
que me enorgullece pertenecer-, en el que se apoyan unos en
otras y viceversa, siempre dispuestos y dispuestas a ejercer cualquier otra
función que les es impropia y con una estructura vertical de iure y horizontal de facto,
ha sido posible, una vez más, obrar el milagro de FiSahara. Este año, incluso,
conectó tres continentes simultáneamente (Europa, América y África) para el
estreno mundial de Pequeño Sáhara, del
realizador Emilio Martí, que recibió una mención especial del jurado.
Si en unas condiciones tan precarias, tan
absolutamente calamitosas, el pueblo saharaui es capaz de levantar un festival al que Marruecos ha querido imitar en vano en el
Sáhara Occidental invadido, imaginen de lo que sería capaz en su
tierra. Mohamed VI lo sabe y, precisamente por ello, se retuerce como animal
malherido buscando socios a su infamia como Pedro Sánchez. Su padre Hassan II ya salió escaldado una vez con una clamorosa
derrota; él seguirá sus pasos. Hacen mal, muy mal, quienes
subestiman al pueblo saharaui y confío en que no tarden en experimentar con
toda su crudeza las consecuencias de ello.
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