EL SUPERJUEZ, EL FISCAL EVANGÉLICO Y LA ONG TRANSPARENCIA
INTERNACIONAL
La
organización alemana fue clave en la operación ‘Lava Jato’ contra Lula, que
allanó el camino a la extrema derecha. Ahora se desmarca de sus impulsores, el
juez Moro y el fiscal Dallagnol, aliados de Bolsonaro
ANDY ROBINSON
Deltan Dallagnol (izquierda)
y Sergio Moro (derecha) anuncian
la candidatura al Congreso del primero.
Llegó el momento en el que hasta la oenegé alemana Transparencia Internacional (TI), cuyo ranking de países corruptos es la referencia para medios grandes y pequeños, tuvo que decir basta para proteger su credibilidad.
TI era una de los garantes más importantes de la investigación anticorrupción en Brasil conocida como ‘Lava Jato’. Colaboraba estrechamente con Sergio Moro, el juez que encabezaba la investigación desde sus oficinas en Curitiba y sentenció a Lula a nueve años de cárcel en el año electoral de 2018, tras un juicio posteriormente anulado por graves irregularidades. Moro solía dejarse fotografiar con un manual anticorrupción de TI debajo del brazo.
También el inimitable Deltan
Dallagnol, el fiscal evangélico que se recordará en los catálogos de
charlatanes por aquel famoso PowerPoint en el que identificó a Lula como
“cabeza de la trama de corrupción más grande de la historia”, solía citar a
Transparencia Internacional para respaldar la credibilidad de sus polémicas
actuaciones judiciales.
El premio anticorrupción que
otorga TI era la pieza estrella de los fiscales de ‘Lava Jato’ en Curitiba, en
el estado conservador de Paraná, y estaba expuesto junto a otros galardones
procedentes de facultades de derecho internacionales y diarios como O Globo.
Transparencia Internacional ha
publicado una crítica a las declaraciones del juez y el fiscal –ambos elegidos
al Congreso en las elecciones generales del 2 de octubre– por vincular su apoyo
a Bolsonaro con la lucha contra la corrupción
Transparencia Internacional había
defendido su papel de dar legitimidad a Moro y Dallagnol hasta el pasado 5 de
octubre, cuando publicó una crítica a las declaraciones del juez y el fiscal
–ambos elegidos al Congreso en las elecciones generales del 2 de octubre– por
vincular su apoyo al presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro con la lucha
contra la corrupción.
“Transparencia repudia las
declaraciones del juez Sergio Moro y el fiscal Deltan Dallagnol que aluden a la
lucha contra la corrupción para expresar su apoyo a la reelección de Jair
Bolsonaro (…) Relacionar el apoyo a Bolsonaro con la lucha contra la corrupción
perjudica la causa”, declara la oenegé en un comunicado.
TI destaca la corrupción del
propio ejecutivo de Bolsonaro: “Partidos afiliados al llamado bloque Centrão
han promovido, en connivencia con el Gobierno de Bolsonaro, el mayor proceso de
institucionalización de la corrupción jamás registrado en el país, a través del
saqueo de fondos públicos en el esquema ‘Presupuesto Secreto’”, constata quizás
como una licencia poética.
Luego, desglosa los presuntos
delitos de corrupción en los que Bolsonaro y su familia han estado
involucrados. “Hay amplia evidencia de que la propia familia Bolsonaro, además
de sus estrechos vínculos con el crimen organizado, ha malversado recursos
públicos y participado en el enriquecimiento y lavado de dinero ilícito”,
destaca TI.
“Transparency International
Brasil lamenta profundamente que agentes judiciales que alguna vez actuaron de
manera efectiva para luchar contra inmensos entramados de corrupción
corporativa y política, con ramificaciones en decenas de países, estén prestando
su imagen a la promoción de fuerzas políticas corruptas y autoritarias en
Brasil”.
Quizá, en la decisión de TI de
distanciarse –ya era hora– de Moro y Dallagnol, tuvo algo que ver el
cuestionario que remití horas antes a su jefe de comunicación en el que pedía
aclaraciones sobre el apoyo de Moro y Dallagnol a Bolsonaro y, concretamente,
sobre esta declaración de Dallagnol, ya diputado electo en la Cámara Baja:
“Mi voto va a ser Bolsonaro
contra Lula y el PT”, tuiteó el fiscal, que reconoció orgullosamente en su día
que las acusaciones contra el expresidente del PT respondían “más a la
convicción que a las pruebas”. El diputado Dallagnol continuó en su tuit:
“Tenemos que unir el centro y la derecha en el Congreso en torno al combate
contra la corrupción”.
Por su parte, Moro anunció su
apoyo a Bolsonaro tras ser elegido senador por Paraná en las elecciones
generales. El exjuez iniciaba así una fase de reconciliación con el presidente
de ultraderecha cuyos frutos se verán en el resultado electoral.
Pocos meses después de condenar a
Lula, que pasó, a los 73 años de edad, 19 meses en un calabozo de 15 metros
cuadrados, Moro se incorporó al Gobierno de Bolsonaro en 2019 como
superministro de Seguridad y Justicia. Fue un favor devuelto por el presidente
de extrema derecha. Ya pueden quedar pocas dudas de que Lula –que en la primera
vuelta electoral del 2 de octubre sacó 26 millones de votos más que que el
candidato del PT en 2018, Fernando Haddad– habría ganado aquellas elecciones de
no estar en la cárcel, salvando a Brasil y a la Amazonia de los estragos de
cuatro años de Bolsonaro.
Moro dimitió unos meses después
por una supuesta cuestión de “principios” relacionada con la investigación
judicial a un hijo de Bolsonaro, acusado de corrupción. Ahora Moro y Bolsonaro
vuelven a ser aliados. “El pasado es el pasado”, dijo el presidente el pasado 3
de octubre.
Habrá que felicitar a
Transparencia Internacional por su decisión de alejarse de los dos hombres que,
gracias en parte a sus elogios y premios, se convirtieron en héroes
internacionales y allanaron el camino a la extrema derecha. Si algo prueba la
infamia de estos dos ambiciosos políticos disfrazados de hombres de ley, que
usaron el sistema de justicia como una plataforma hacia el poder político, es
el giro de 180 grados que acaba de anunciar Transparencia Internacional.
Si algo prueba la infamia de
estos dos ambiciosos políticos disfrazados de hombres de ley, es el giro de 180
grados que acaba de anunciar Transparencia Internacional
La oenegé alemana ha tardado
mucho tiempo en cambiar de postura. TI no condenó a Moro y Dallagnol ni tan
siquiera cuando The Intercept denunció, en 2019, la complicidad criminal entre
juez y fiscal, confirmada con miles de mensajes de whatsapp y telegram
entregados por el hacker Walter Delgatti Neto. Cuando pregunté a TI si –a la
luz de las pruebas– retiraría el premio concedido a los fiscales de ‘Lava
Jato’, respondió: “No nos arrepentimos de haber entregado el premio y tampoco
lo vamos a retirar porque seguimos creyendo que ‘Lava Jato’ realizó relevantes
aportaciones a la lucha contra la corrupción en Brasil y el mundo”. Entonces
publiqué este post.
Habría que pedir una declaración
de condena también a Harvard Law School y a todas las facultades de derecho
internacionales y medios de comunicación que elogiaron a Moro y Dallagnol en
aquellos años de criminalización del PT. Como, por ejemplo, a Matthew
Stephenson, de la Escuela de Derecho de Harvard, autor de Global Anticorruption
Blog. Tan convencido estaba Stephenson de la integridad de Dallagnol, su amigo
brasileño, que incluso llegó a criticar al Intercept por publicar las
conversaciones entre Moro y Dallagnol. “Los que robaron los mensajes del
celular de Dallagnol actuaron motivados por su ideología, el deseo de
desestabilizar la política y para proteger a los corruptos”, dijo Stephenson
entonces en un entrevista concedida a la revista Crusoé. Dallagnol utilizó el
apoyo de su colega de Harvard para justificar una conspiración.
Más tarde, Stephenson criticó de
forma tímida a Dallagnol en unas declaraciones para la BBC brasileña. Pero, en
vista de la gravedad del asunto, y el prestigio que el inestimable apoyo de
Harvard ha supuesto para Dallagnol, habría que pedir una condena algo más firme
al fiscal y una disculpa dirigida a The Intercept.
A fin de cuentas, la decisión de
Glenn Greenwald y sus colegas del Intercept brasileño de investigar y publicar
el contenido de estas grabaciones, probablemente, ha salvado la democracia
brasileña. Con Lula en la cárcel y Moro y Dallagnol aún retratados en las
portadas como heroicos luchadores contra la corrupción, Bolsonaro seguramente
ganaría estas elecciones.
Los verdaderos garantes de Moro y
Dallagnol han sido los medios de comunicación nacionales e internacionales.
Casi todos fueron cómplices de la criminalización de Lula y la conversión de
los fiscales y jueces de ‘Lava Jato’ en héroes al estilo de Eliot Ness. Pero
dado que The Economist acaba de anunciar su apoyo a Lula esta semana, centremos
el repaso histórico de la hipocresía de la prensa en la revista británica.
A mediados de la década pasada,
The Economist elogiaba “la cruzada contra la corrupción” de Moro y Dallagnol,
mientras que preparaba la famosa portada de Dilma Rousseff con aquel título
“Time to go” ( ya es hora de que te vayas) –un chiste irónico muy británico y
muy golpista– publicada en 2016 poco antes de la destitución de Rousseff por un
delito fiscal que jamás cometió. Ahora, la misma revista ha tenido la
desfachatez de instar a Lula a desplazarse hacia la derecha para prevenir una
victoria de Bolsonaro y así salvar la democracia brasileña.
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