lunes, 17 de octubre de 2022

“La guerra de clases nunca termina, los amos nunca ceden”

 

“La guerra de clases nunca termina, 

los amos nunca ceden”

Noam Chomsky reflexiona sobre los actuales ‘cuatro jinetes del apocalipsis’: la pandemia, la catástrofe climática, el exterminio nuclear –siempre al acecho– y la destrucción de la democracia estadounidense. Y reivindica “el optimismo de la voluntad”

NOAM CHOMSKY / DAVID BARSAMIAN

 

Noam Chomsky en un encuentro con el canciller del

Ecuador Ricardo Patiño en 2015.

 [A continuación ofrecemos la traducción de un extracto abreviado del capítulo 9 de Notes on Resistance, de Noam Chomsky y David Barsamian, publicado por Haymarket Books].

David Barsamian: La situación que estamos afrontando se describe a menudo como sin precedentes: una pandemia, una catástrofe climática y, siempre al acecho, el exterminio nuclear. Tres de los cuatro jinetes del apocalipsis.

Noam Chomsky: Puedo añadir un cuarto: la inminente destrucción de lo que queda de la democracia estadounidense y el giro de Estados Unidos hacia un Estado profundamente autoritario, también protofascista, cuando los republicanos vuelvan a gobernar, lo que parece probable. Así que son cuatro caballos.

Y recuerda que los republicanos son el partido negacionista, empeñado en precipitarse hacia la catástrofe climática de la mano del principal destructor al que ahora adoran como a un semidiós. Son malas noticias para Estados Unidos y para el mundo, teniendo en cuenta el poder de este país.

Barsamian: El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral acaba de publicar el Informe sobre el Estado de la Democracia en el Mundo en 2021. Dice que Estados Unidos es un país donde la democracia está “retrocediendo”.

El Partido Republicano se dedica abiertamente a socavar lo que queda de la democracia estadounidense

Chomsky: Drásticamente. El Partido Republicano se dedica abiertamente –ni siquiera lo disimula– a socavar lo que queda de la democracia estadounidense. Están trabajando arduamente en ello. Desde la época de Richard Nixon, los republicanos saben desde hace tiempo que son fundamentalmente un partido minoritario y que no van a conseguir votos anunciando su compromiso cada vez más manifiesto por el bienestar de los ultrarricos y del sector empresarial. Así que llevan mucho tiempo desviando la atención hacia las llamadas cuestiones culturales.

Comenzó con la estrategia sureña de Nixon. Este se dio cuenta de que el apoyo del Partido Demócrata a la legislación por los derechos civiles, aunque limitado, les haría perder a los demócratas del sur, que eran abierta y claramente racistas radicales. El gobierno de Nixon sacó provecho de ello con su estrategia sureña, al insinuar, abiertamente, que los republicanos se convertirían en el partido de la supremacía blanca.

En los años siguientes retomaron otros temas. Ahora es la definición implícita del partido: así que, ¡apresurémonos a atacar la Teoría Crítica de la Raza, signifique lo que signifique! Como han explicado sus principales portavoces, se trata de un término genérico para todo, por lo que pueden aglutinar al público: la supremacía blanca, el racismo, la misoginia, el cristianismo, los derechos antiabortistas.

Entretanto, la dirección, con la ayuda de la derechista Sociedad Federalista, ha estado desarrollando vías legales –si se puede llamar así– para que los republicanos se aseguren de que, incluso como partido minoritario, puedan controlar los mecanismos de votación y el resultado de las elecciones. Están explotando ciertos aspectos radicalmente antidemocráticos que están incorporados en el sistema constitucional y las ventajas estructurales que tienen los republicanos como partido que representa a las poblaciones rurales más dispersas y a la población tradicionalmente cristiana y nacionalista blanca. Aprovechando esas ventajas, incluso con una minoría de votos, podrían mantener algo así como un poder casi permanente.

Si Donald Trump, o un clon de Trump, llega a la presidencia en 2024 no es probable que Estados Unidos pueda escapar al impacto de la destrucción climática

En realidad, esa permanencia podría no durar mucho si Donald Trump, o un clon de Trump, llega a la presidencia en 2024. No es probable entonces que Estados Unidos, por no hablar del mundo, pueda escapar al impacto de la destrucción climática y medioambiental que se han encomendado a acelerar.

Barsamian: Todos vimos lo que ocurrió en Washington el 6 de enero. ¿Hay posibilidades de que aumente el malestar social? Hay múltiples milicias en todo el país. El representante Paul Gosar, del gran estado de Arizona, y la representante Lauren Boebert, del gran estado de Colorado, entre otros, han hecho declaraciones amenazadoras incitando a la violencia y al odio. En Internet abundan las teorías conspirativas. ¿Qué debemos hacer?

Chomsky: Es muy grave. De hecho, tal vez un tercio, aproximadamente, de los republicanos piensa que quizá sea necesario utilizar la fuerza para “salvar a nuestro país”, como dicen ellos. “Salvar a nuestro país” tiene un significado claro. Por si alguien no lo entendiera, Trump hizo un llamamiento a la gente para que se movilizara para evitar que los demócratas inundaran este país con criminales salidos de las cárceles de otras tierras, para que no “sustituyeran” a los estadounidenses blancos y destruyeran los Estados Unidos. La teoría del “gran reemplazo”: eso es lo que significa “quitarnos el país” y es lo que están utilizando de un modo eficaz los elementos protofascistas, de entre los cuales Trump es el más radical y el más notorio.

¿Qué podemos hacer al respecto? Las únicas herramientas disponibles, nos guste o no, son la educación y la organización. No hay otro camino. Eso supone tratar de revivir un auténtico movimiento obrero del tipo que, en el pasado, estuvo a la vanguardia de los movimientos encaminados a la justicia social. También supone organizar otros movimientos populares y realizar una labor educativa para combatir las letales campañas antivacunas que se están llevando a cabo, asegurarse de que se hacen verdaderos esfuerzos para lidiar con la crisis climática, movilizarse contra el compromiso bipartidista de aumentar el peligroso gasto militar y las provocaciones a China, que podrían llevar a un conflicto que nadie quiere y acabar en una guerra funesta.

Hay que seguir trabajando en esto. No hay otro camino.

Barsamian: En un segundo plano tenemos la desigualdad extrema, que está disparada. ¿Por qué Estados Unidos es tan desigual?

Chomsky: Mucho de esto ha sucedido en los últimos 40 años como parte del asalto neoliberal a Estados Unidos en el que también han participado los demócratas, aunque no tanto como los republicanos.

Hay un cálculo bastante minucioso de lo que se llama la transferencia de riqueza del 90% de la población más pobre al 1% más rica durante estas cuatro décadas de asalto

Hay un cálculo bastante minucioso de lo que se llama la transferencia de riqueza del 90% de la población más pobre al 1% más rica (en realidad, una parte de ellos) durante estas cuatro décadas de asalto. Un estudio de la RAND Corporation calculó que era de casi 50 billones de dólares. No estamos hablando de calderilla, y sigue en marcha.

Durante la pandemia, las medidas que se tomaron para evitar que la economía se desplomara derivaron en un mayor enriquecimiento de unos pocos. También, en cierto modo, lograron que muchos otros subsistieran, pero los republicanos están ocupados tratando de desmantelar esa parte del acuerdo para dejar únicamente la parte que enriquece a unos pocos. Es a lo que se dedican.

Pongamos como ejemplo el Consejo de Intercambio Legislativo Americano (ALEC, por sus siglas en inglés). Esto se remonta a hace años. Es una organización financiada por casi todo el sector empresarial que se dedica a tocar el punto débil del sistema constitucional, los estados. Es muy fácil. No es muy difícil comprar o incitar a los representantes legislativos a nivel estatal, así que ALEC ha trabajado allí para imponer una legislación que fomente la labor a largo plazo de aquellos que buscan acabar con la democracia, aumentar la desigualdad radical y destruir el medio ambiente.

Y uno de las labores más importantes es conseguir que los estados legislen de modo que ni siquiera puedan investigar –y desde luego no castigar– el saqueo de salarios, que roba miles de millones de dólares a los trabajadores cada año al negarse a pagar las horas extras, así como mediante otros mecanismos. Se han hecho esfuerzos para investigarlo, pero el sector empresarial quiere detenerlos.

Una analogía en el ámbito nacional es tratar de que el IRS (la Agencia Tributaria de EE.UU.) no persiga a las empresas ricas que hacen trampas fiscales. A todos los niveles imaginables, esta guerra de clases por parte de los patronos, del sector empresarial, de los superricos está haciendo estragos. Y van a utilizar todos los medios que puedan para asegurarse de que continúe hasta que hayan conseguido destruir no sólo la democracia estadounidense, sino la posibilidad misma de supervivencia como sociedad organizada.

Barsamian: El poder corporativo parece imparable. La clase supermillonaria –Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk– ahora vuela al espacio exterior. Pero me acuerdo de algo que dijo la novelista Ursula K. Le Guin hace unos años: “Vivimos en el capitalismo, su poder parece ineludible”. Y luego añadió: “También lo era el derecho divino de los reyes”.

Chomsky: También la esclavitud. También lo era el principio de que las mujeres son una propiedad, que perduró en Estados Unidos hasta la década de 1970. También las leyes contra el mestizaje, tan radicales que ni siquiera los nazis las aceptaban, que perduraron en Estados Unidos hasta los años sesenta.

La esclavitud fue abolida, pero su huella permanece en nuevas y agresivas formas

Han existido todo tipo de horrores. Con el tiempo, su poder se ha erosionado, pero nunca se ha eliminado por completo. La esclavitud fue abolida, pero su huella permanece en nuevas y agresivas formas. No es la esclavitud, pero es suficientemente horrible. La idea de que las mujeres no son personas no solo se ha superado oficialmente, sino también en gran medida en la práctica. Aun así, queda mucho por hacer. El sistema constitucional fue un paso adelante en el siglo XVIII. Incluso la frase “Nosotros, el pueblo” aterrorizaba a los gobernantes autocráticos de Europa que estaban tremendamente preocupados de que los males de la democracia (lo que entonces se llamaba republicanismo) pudieran extenderse y socavar la vida civilizada. Pues bien, se extendió, y la vida civilizada continuó, incluso mejoró.

Así que, sí, hay periodos de retroceso y de progreso, pero la guerra de clases nunca termina, los amos nunca ceden. Siempre aprovechan todas las oportunidades y, si son los únicos partícipes en la lucha de clases, efectivamente habrá una regresión. Pero no tienen por qué serlo, no más que en el pasado.

Barsamian: En tu libro Masters of Mankind (Maestros de la humanidad) hay un artículo, “¿Puede la civilización sobrevivir al capitalismo que realmente existe?”. Escribes que “la democracia capitalista que realmente existe” (DCRE para abreviar) es “radicalmente incompatible” con la democracia y añades: “Me parece poco probable que la civilización pueda sobrevivir al capitalismo que realmente existe y a la democracia claramente debilitada que lo acompaña. ¿Podría una democracia operativa cambiar la situación? Pensar en sistemas inexistentes es una labor meramente especulativa, pero creo que hay algunas razones para pensar que sí”. Explícame los motivos.

Chomsky: En primer lugar, vivimos en este mundo, no en el mundo que nos gustaría imaginar. Y en este mundo, si únicamente se piensa en el marco temporal para lidiar con la destrucción del medio ambiente, es mucho más corto que el tiempo que sería necesario para llevar a cabo una remodelación significativa de nuestras instituciones básicas. Eso no significa que no haya que intentarlo. Hay que intentarlo todo el tiempo: trabajar en formas de aumentar la conciencia, aumentar la reflexión y construir los rudimentos de las instituciones futuras en la sociedad actual.

Al mismo tiempo, las medidas para salvarnos de la autodestrucción tendrán que darse dentro del marco básico de las instituciones existentes –con alguna modificación sin un cambio fundamental–. Y se puede hacer. Sabemos cómo se puede hacer.

Entretanto hay que seguir trabajando en la superación del problema de la DCRE, la democracia capitalista que realmente existe, que en su naturaleza esencial es una sentencia de muerte, además de profundamente inhumana en sus cualidades fundamentales. Por lo tanto, trabajemos en eso y, al mismo tiempo, asegurémonos de salvar la posibilidad de lograrlo superando la crisis inmediata y urgente a la que nos enfrentamos.

Barsamian: Habla de la importancia de los medios de comunicación progresistas independientes como Democracy Now! y Fairness & Accuracy in Reporting. ¿Y puedo añadir a Alternative Radio? Editoriales como VersoHaymarketMonthly Review, City Lights y The New Press. Revistas como Jacobin, The Nation, The Progressive e In These Times. Revistas digitales como TomDispatch, The Intercept y ScheerPost. Emisoras de radio comunitarias como KGNU, WMNF y KPFK. ¿Qué importancia tienen para contrarrestar la narrativa corporativa dominante?

Chomsky: ¿Y qué si no va a contrarrestarla? Ellos son los que mantienen la esperanza de que seamos capaces de encontrar formas de contrarrestar estas tendencias tan dañinas y destructivas de las que hablamos.

Hacen falta medios para difundir información y análisis que abran espacios para debates que no vas a encontrar, en su gran mayoría, en los medios de comunicación dominantes

El método principal es, por supuesto, la educación. La gente tiene que llegar a entender lo que está pasando en el mundo. Eso requiere medios para difundir información y análisis que abran espacios para debates que no vas a encontrar, en su gran mayoría, en los medios de comunicación dominantes. Quizá a veces de un modo puntual. Mucho de lo que hemos estado hablando no se discute en absoluto, o únicamente de forma marginal dentro de los principales medios de comunicación. De modo que estas conversaciones tienen que llegar al público a través de estos canales. No hay otra manera.

En realidad, hay otra manera: la organización. Es posible y, de hecho, fácil llevar a cabo programas educativos y culturales dentro de las organizaciones. Esa fue una de las principales contribuciones del movimiento obrero cuando era una institución dinámica, viva, y una de las principales razones por las que el presidente Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher estaban tan decididos a destruir a los trabajadores, tal y como hicieron ambos. Sus primeros movimientos fueron ataques al movimiento obrero.

Había programas educativos y culturales que reunían a la gente para reflexionar sobre el mundo, entenderlo y desarrollar ideas. Para hacerlo se necesita organización. Hacerlo solo, una persona en solitario, es extremadamente difícil.

A pesar de los esfuerzos de las empresas por hacer retroceder a los sindicatos, ya en la década de 1950 existía en Estados Unidos una prensa obrera viva e independiente que llegaba a mucha gente y que condenaba al “sacerdocio comprado”, como lo llamaban, de la prensa dominante. Se necesitó mucho tiempo para acabar con ella.

En Estados Unidos existía una prensa obrera dinámica y progresista que se remonta al siglo XIX, cuando era un fenómeno importante. Eso puede y debe recuperarse como parte del renacimiento de un movimiento obrero militante y funcional a la vanguardia del progreso hacia la justicia social. Sucedió antes y puede volver a suceder. Y los medios de comunicación independientes son un elemento fundamental para ello.

Cuando era niño, en la década de 1930 y principios de la de 1940, leía a Izzy Stone en el Philadelphia Record. No era el principal periódico de Filadelfia, pero estaba ahí. A finales de la década de 1940, lo leía en el periódico neoyorquino PM, que era un diario independiente. Supuso un cambio crucial.

Posteriormente, la única forma de leer a Stone era suscribirse a su boletín. Esos eran los medios independientes en la década de 1950. En la década de 1960 empezó a repuntar un poco con la revista Ramparts, programas de radio como el de Danny Schechter en la WBCN de Boston y otros similares.

Y hoy, esto continúa sucediendo en todo el país. Los que has mencionado luchan por la independencia, por el pensamiento.

Barsamian: En dos de tus libros más recientes, Consecuencias del capitalismo y Crisis climática y el Green New Deal, menciona en varias ocasiones a Antonio Gramsci, concretamente a este comentario: “La crisis consiste precisamente en que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer; en este interregno aparece una gran variedad de síntomas malsanos”. Sin embargo, en estos momentos, la cita que me gustaría que comentara es “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”. Hable de su relevancia en la actualidad y del significado de esta cita.

Chomsky: Gramsci fue un destacado activista obrero de izquierdas en Italia a finales de la década de 1910 y principios de la de 1920. Fue muy activo en la organización de colectivos de trabajadores de izquierda. En Italia, el gobierno fascista tomó el poder a principios de la década de 1920. Una de sus primeras actuaciones fue enviar a Gramsci a la cárcel. Durante su juicio el fiscal declaró: tenemos que silenciar esta voz. (Esto nos lleva a la importancia de los medios de comunicación independientes, por supuesto). Así que lo metieron en la cárcel.

Mientras estuvo allí escribió sus Cuadernos de la Cárcel. No fue silenciado, aunque el público no podía leerlo. Continuó el trabajo que había comenzado y de esos escritos proceden las citas que mencionas.

Están ocurriendo cosas muy peligrosas. Eso es pesimismo intelectual. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que hay salidas reales. Y ahí tenemos el optimismo de la voluntad

A principios de la década de 1930 escribió que el viejo mundo se estaba derrumbando, mientras que el nuevo mundo aún no se había levantado y que, en el ínterin, se enfrentaban a síntomas malsanos. Mussolini era uno, Hitler otro. La Alemania nazi estuvo a punto de conquistar gran parte del mundo. Estuvimos muy cerca de ello. Los rusos derrotaron a Hitler. De lo contrario, la mitad del mundo probablemente habría sido gobernada por la Alemania nazi. Pero estuvieron muy cerca. Los síntomas malsanos eran visibles en todas partes.

La máxima que ha citado, “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad", que se hizo famosa, procede de la época en que Gramsci aún podía publicar. Según este debemos mirar el mundo con sensatez, sin ilusiones, comprenderlo, decidir cómo actuar y reconocer la existencia de presagios desalentadores. Están ocurriendo cosas muy peligrosas. Eso es pesimismo intelectual. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que hay salidas, oportunidades reales. Y ahí tenemos el optimismo de la voluntad, es decir, nos empleamos en aprovechar todas las oportunidades disponibles – y las hay–  mientras trabajamos para superar los síntomas malsanos y avanzar hacia un mundo más justo y decente.

Barsamian: En estos tiempos oscuros es difícil para muchos sentir que hay un futuro prometedor. Siempre te preguntan: ¿qué te da esperanza? Y yo te hago la misma pregunta.

Chomsky: Una cosa que me da esperanza es que la gente lucha duramente en circunstancias muy difíciles, mucho más difíciles de lo que podamos imaginar, en todo el mundo, para conseguir derechos y justicia. No pierden la esperanza, así que nosotros tampoco podemos perderla.

La otra es que simplemente no hay opción. La alternativa es decir, vale, colaboraré para que ocurra lo peor. Esa es una opción. La otra es decir: intentaré hacer lo que esté en mis manos, lo que hacen los agricultores de la India, lo que hacen los pobres y miserables campesinos de Honduras, y muchos otros como ellos en todo el mundo. Haré todo lo que pueda. Y quizás logremos un mundo decente en el que la gente sienta que puede vivir sin vergüenza. Un mundo mejor.

No hay mucho donde escoger, así que deberíamos ser capaces de escoger fácilmente.

 

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