COSAS QUE NO PIENSO OLVIDAR
JUAN TORTOSA
El presidente
de VOX, Santiago Abascal (izq) y el presidente del PP, Pablo Casado (dech),
hablan durante la sesión de constitución de las Cortes para la XIV Legislatura
en el Congreso de los Diputados, Madrid (España), a 3 de diciembre de 2019.
Eduardo Parra / Europa Press
No me olvido, ni me
pienso olvidar, del miedo que Casado, Abascal y sus huestes me hicieron pasar
cada vez que comparecían en el Congreso durante los primeros meses de la
pandemia, cuando tumbar al gobierno de coalición era para ellos una prioridad
que estaba por encima de la preocupación por nuestra salud.
No me olvido del boicot a cada iniciativa que el ministerio de Sanidad se veía obligado a adoptar.
No me olvido del
intento de ridiculizar las comparecencias de Fernando Simón.
Tampoco de la pegas
irresponsables a los calendarios de vacunación.
Ni de los muertos
en las residencias.
Ni del criminal
aprovechamiento comercial de la escasez de mascarillas.
Tampoco de las
surrealistas manifestaciones en Núñez de Balboa pidiendo "libertad".
Ni de las
caceroladas fascistas.
Ni de los viajes a
Europa del PP para poner dificultades a la llegada a nuestro país de los fondos
europeos.
Ni de la
demonización de las políticas de igualdad.
Ni del voto en
contra de la subida del salario mínimo, las pensiones o el ingreso mínimo
vital.
No me olvido de
nada, pero en un artículo no hay más remedio que abreviar:
No me olvido de
quienes votaron y votan contra la adopción de medidas sociales imprescindibles
y urgentes para ayudar a los más desfavorecidos.
Sé, y lo valoro,
que la existencia de un gobierno de izquierdas ha supuesto un alivio para la
mayor parte de la ciudadanía en unos años de contratiempos como los que
acabamos de vivir y aún vivimos.
Pero tampoco me
olvido que continúan, implacables, los desahucios; que hay cantantes en la
cárcel por criticar la monarquía, que tenemos pendientes leyes como la de
vivienda o la mordaza, prometidas hace más tres años y todavía no cumplidas...
Tampoco me olvido
de los muertos de Gürtel ni del misterioso suicidio de Miguel Blesa.
Thank you for
watching
Ni de las tropelías
del rey emérito.
Ni del torpedeo
PSOE-PP para investigarlas en el Congreso.
Ni de la
controvertida y estomagante televisión pública que padecemos.
Ni de la laxitud de
Interior para con las manifestaciones fascistas comparada con la contundencia
aplicada en las protestas de las izquierdas.
Ni del
encarcelamiento a políticos independentistas que tanto han dañado el futuro de
la política territorial en el Estado Español.
Ni de las críticas
de Feijóo a los impuestos a eléctricas, bancos y grandes fortunas.
Ni de los intentos
de demonización de las políticas de Igualdad.
Que, en este
contexto, las derechas y las ultraderechas avancen en intención de voto sólo
puede ser atribuible a una falta de memoria colectiva. Cuesta creerse las
encuestas.
La ciudadanía sabe
cómo está, y también cómo estaría, si la gestión de los múltiples contratiempos
sufridos en los últimos tres años hubiese corrido a cargo de un gobierno
compuesto por las derechas y las ultraderechas.
Tampoco me olvido
del lodazal en el que nos han obligado a movernos los medios de comunicación
públicos y privados, envenenando a diario el ambiente con toda sarta de
mentiras, bulos y fake news.
No me olvido de las
zancadillas a las políticas de fiscalidad.
Ni del estúpido
debate sobre si los escaparates han de estar encendidos o apagados.
No me quiero
olvidar de ninguna tropelía de la derecha.
De esa obsesión por
malmeter en el seno de familias, sobre todo humildes, intentando enfrentar a
los jóvenes que solo consiguen salarios precarios con sus abuelos pensionistas
porque cobran más que ellos.
No me olvido del
silencio cómplice de la Iglesia católica, que ha desaprovechado en los últimos
tiempos mil oportunidades de demostrar públicamente su preocupación por los más
débiles.
La vía neoliberal
fracasó ya en la anterior crisis y acaba de naufragar estrepitosamente en el
Reino Unido, pero aquí las derechas continúan erre que erre, insistiendo en la
aplicación de una política económica que ha evidenciado su ineficacia para
ayudar a resolver los problemas que la pandemia y la guerra nos están haciendo
vivir.
Y en cuanto a los
jueces... mejor ni hablamos.
J.T.
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