¿LO ENTENDERÁ ANTES FEIJÓO O UNA LECHUGA?
En
Reino Unido, en España y en Pernambuco, bajar impuestos es recaudar menos y
abandonar lo único que nos queda cuando las cosas vienen mal dadas: lo público
GERARDO TECÉ
La retransmisión en directo del Daily Star
titulada '¿Puede Liz Truss
durar más que una lechuga?
No lo intuíamos hace un mes, pero hoy tenemos la certeza: Isabel II se quedó a un par de actimeles de sobrevivir a un nuevo habitante de Downing Street. Quien aún no se haya familiarizado con la cara y el nombre de la flamante nueva primera ministra británica, la conservadora Liz Truss, está a tiempo de ahorrarse el esfuerzo. Tiene los días contados. Tanto que el tabloide Daily Star se ha permitido el lujo de proponer un juego que en pocas horas ha alcanzado mayor popularidad en Reino Unido que la propia lideresa recién llegada al cargo: ¿caducará antes la primera ministra o esta lechuga? Un vídeo en directo muestra, desde hace unos días, un retrato de Truss junto a la verdura. Ambas en estado de descomposición con la diferencia fundamental de que las casas de apuestas marcan un 6 a 1 a favor de que la primera ministra caducará antes.
No han sido las
encuestas en las que el partido de la derecha británica se hunde, no ha sido
una guerra interna, ni tampoco un acto de decencia democrática asumiendo el
fracaso del Brexit promocionado por los suyos. Si la lideresa conservadora está
en la rampa de salida antes de haber tenido tiempo a hacerse al nuevo despacho
es porque algo parece empezar a caducar en nuestras sociedades antes incluso
que la lechuga. Ese algo es la fantasía, sostenida durante décadas por el
modelo liberal y sus grandes altavoces, de que menos Estado, menos impuestos,
menos apuesta por lo común es mayor progreso y riqueza. Nanai. No ha sido una
gran movilización en la calle lo que ha puesto a Truss de patitas en la ídem,
sino el mercado, amigo. Son los mercados los que han reaccionado con pavor ante
la fantasía económica propuesta por Truss nada más llegar al 10 de Downing
Street: reducir al mínimo los impuestos porque así se generará más riqueza y
recaudaremos más. El chiste del cura que se negaba a sacar en procesión a la
virgen en pleno verano porque el tiempo no estaba de agua debería estudiarse de
una vez por todas en los think tanks neoliberales.
Si un mundo nuevo
es aquel en el que las referencias que sirvieron durante largo tiempo ya no
sirven, este debe de ser un nuevo mundo, ya que las grandes mentiras sobre las
que la derecha y sus grandes altavoces han gobernado el sentido común se
derrumban una tras otra. No, bajar los impuestos no genera riqueza, pero sí el
cierre del ambulatorio de la esquina. También manos atadas para hacer frente a
crisis como la actual. Subir los salarios no pone en riesgo la economía. No
desde luego la economía de quien recibe esa subida de sueldo. Como ya hemos
comprobado, no aumenta el paro por aumentar el salario mínimo como
pronosticaron todos y cada uno de los expertos consultados en nuestras
televisiones de confianza. Tampoco las grandes empresas huyen a ningún lado por
hacer que paguen lo que les corresponde en función de lo que ganan. Simplemente
ponen mala cara, pagan lo que les toca como cualquier hijo de vecino y siguen
siendo negocios rentables. No por repetir muchas veces ciertos mantras inventados,
no por rotular como experto al tipo que defiende el falso mantra en la tele, el
mantra se convierte en real. En Reino Unido, en España y en Pernambuco, bajar
impuestos es recaudar menos y abandonar lo único que nos queda cuando las cosas
vienen mal dadas: lo público. Truss ya lo ha entendido. Esperemos que Feijóo
aprenda inglés antes de llegar a La Moncloa.
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