BORRELL, EL “CARNICERO” DE LA OTAN
CARLOS
AZNÁREZ.
Borrell, como patrón de colonias, fomentó la cumbre de cancilleres de la Celac y la Unión Europea (UE), y de paso, aprovechó cada oportunidad para destacar "el rechazo de la región a la guerra de Putin".
Con total impunidad se pasea por Buenos Aires y es recibido con alfombra roja, el hombre que junto con sus secuaces de la Unión Europea agilizó el apoyo al despliegue militar de la OTAN en favor del sion-nazismo ucraniano representado por Zelensky, y desde sus cargos de Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la UE, fogonea sanciones para todos aquellos países que enfrentan al imperialismo occidental.
Borrell, como
patrón de colonias, fomentó (con la anuencia de varios de sus súbditos del
continente) la cumbre de cancilleres de la Celac y la Unión Europea (UE), y de paso,
aprovechó cada oportunidad para destacar «el rechazo de la región a la guerra
de Putin». “América Latina, con muy contadas excepciones, ha estado del lado
correcto de la historia. Ha sido la región del mundo, aparte de Europa, que más
claramente ha demostrado su rechazo”, confesó a un par de medios locales.
Frunció el ceño, claro está cuando se le preguntó sobre si esas «excepciones»
eran Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, y más aún, cuando le espetaron sobre
la catástrofe económica que reina en Europa por la cruzada pro-guerra de la
OTAN, que él tanto apoya.
Para Argentina en
particular, este comportamiento colonial del gobierno Fernández al cuadrado,
significará lo que son todos los tratados de libre comercio con los poderes
imperiales: más perdida de soberanía y nuevos endeudamientos.
¿Quién es Joseph
Borrell?
Borrell es catalán,
por nacimiento, aunque por opción voluntaria, se define como español. O sea, un
converso que renuncia a su propia nacionalidad para adoptar la de quienes
ocupan ese país desde hace siglos. Pero para aproximar un juicio de mayor
claridad, vale decir que Borrell ha sido y es, un auténtico canalla al servicio
del imperio. Un personaje que haciendo gala de su «militancia de izquierda» en
el PSOE, participó con otros «mariscales» de su partido en la involución de esa
sigla hacia la derecha, no sin antes estar relacionado con las múltiples
acusaciones de corrupción, uso de fondos reservados y otras linduras parecidas
en la que cayeron desde Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Zapatero y
todo el clan de «socioslistos» que los acompañaba. A Borrell le vino al pelo
que apenas llegado al Gobierno, Gonzáles (el fundador de los Escuadrones de la
Muerte, conocidos con el nombre de GAL) lo nombrara Secretario de Estado de
Presupuesto y Gasto Público y posteriormente ministro de Hacienda. Es decir,
que se convirtió en el hombre más cerca del dinero, y eso se sabe como casi
siempre termina.
Pero hay más en el
historial de este personaje. En 1998 en las elecciones primarias de su partido
derrotó a Joaquin Almunia, y ya se veía presidente de los españoles. Claro, que
fue otra vez Don Dinero el que lo arrastró en la caída y debió renunciar a ese
viaje triunfal escándalo de fraude fiscal Con cara de jugador de poker, quiso
disimular los motivos de su traspié pero no pudo ocultarse del escándalo que
surgió a partir del fraude fiscal de José María Huguete, un antiguo colaborador suyo cuando era
secretario de Estado de Hacienda (por el mismo caso, «Hacienda Catalana»,
estuvo acusado otro colaborador suyo, Ernesto de Aguiar. Ambos salvaron la ropa
de su ministro, aunque fue imposible ocultar que Borrell estaba metido hasta
las narices en ese embrollo de corrupción.
En cualquier país
que no fuera de la UE, Borrell hubiera sido investigado pero se sabe la red de
complicidades que hay en estos casos, asi que el hombre del PSOE siguió su
carrera reaccionaria. Por eso fue uno de los puntales del anti-independentismo
catalán, escribió un libro patético por lo reaccionario, denostando las ansias de
Catalunya de romper amarras con el centralismo español, y fue una de las
figuras emblemáticas de la marcha fascistoide contra el Referéndum en
Catalunya, aplaudiendo la intervención policial que molió a palos y torturó a
la multitud que salió a votar por el Referéndum en 2017.
Llegado al gobierno
el otaniano Pedro Sánchez, otro de la camada derechista del PSOE, lo primero
que hizo fue nombrarlo a su colega Borrell como ministro de Exteriores, cargo
desde el cual armó alianzas con los gobiernos socialdemócratas y derechista de
Europa, con los que se ensañaron con los inmigrantes, fomentaron sanciones a
los países árabes como Siria e Irak o persas, como Irán.
En el 2019 renunció
para pasar a ser Alto Representante de la UE en temas de Relaciones Exteriores y
Seguridad, y es precisamente desde este cargo que comenzó a tejer con sus pares
estadounidenses una alianza férrea para que la OTAN se desplegara, como luego
lo hizo, por todo el territorio europeo. Fue precisamente Borrell quien, al
decidirse Rusia a no dejar pasar más provocaciones por parte del nazismo
ucraniano contra las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, se encargó de coordinar
la estrategia de respuesta civil y militar de los estados miembros de la Unión
Europea.
Encorcetado en un
discurso anti-ruso y de paso anti-comunista, el Alto Representante hostigó
verbalmente al canciller Lavrov y puso a disposición de la provocación otaniana
todos los recursos militares, primeros de España y enseguida del resto de la
UE.
En una de sus
tantas comparencias explicando la histérica deriva anti-rusa europea, que llegó
a prohibir actuaciones artísticas y deportivas donde hubiera integrantes rusos,
o quemar libros de historia y de política contemporánea rusa, el canciller
Lavrov, se refirió a Borrell y otros pusilánimes como él, como los «carniceros
ideológicos» de la OTAN. Ni más ni menos es este sujeto que por estas horas es
recibido en Argentina por Alberto Fernández y el canciller Cafiero o el
ministro Juan Cabandié, como si se tratara de un prócer. Aquí bien cabe la
frase criolla: «Entre bueyes no hay cornadas», con el perdón de los bueyes por
la comparación.
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