LESMES DE MONTERÍA
Lo
de evitarle el mal rato a Felipe VI en un día tan especial como el 12-O suena a
anécdota prefabricada, lista para incluir en un nuevo episodio de la Escopeta
Nacional
GERARDO TECÉ
Carlos Lesmes, expresidente del Consejo General del Poder Judicial.
Lesmes dimite. Quien presidió el gobierno de los jueces sin mandato democrático durante tres años y diez meses da, por fin, un paso al lado para facilitar la renovación del CGPJ. Lo hace, según explican fuentes cercanas a él –es decir, él mismo–, porque no quiere pasar la vergüenza de acudir a las celebraciones oficiales del 12 de octubre y tener que mirar a la cara al rey Felipe VI para explicarle que la situación sigue enquistada. A veces pasa que las supuestas motivaciones argüidas son peores que los hechos en sí. Y este puede ser uno de esos casos. Quien durante casi cuatro años no tuvo problemas en aferrarse a un cargo que democráticamente no le pertenecía, apuntalando una mayoría social de derechas en la Justicia que no existía en la sociedad, nunca
sintió en este tiempo
vergüenza frente a los ciudadanos –sus jefes reales y pagadores de su sueldo–.
Cuatro años después, más que una motivación real, lo de evitarle el mal rato a
Felipe VI en un día tan especial como el 12-O suena a anécdota prefabricada,
lista para incluir en un nuevo episodio de la Escopeta Nacional. Algún día, de
montería con marqueses, magistrados del Supremo y políticos de postín, Carlos
Lesmes contará que dimitió por evitarle a Su Majestad un mal trago. Otro contará
la anécdota de Juan Carlos en moto auxiliando a un conductor con la rueda
pinchada y más tarde aparecerá irremediablemente la historia del origen de las
tapas, que se llaman así porque, en un día de viento, Alfonso XIII colocó una
loncha de jamón sobre su copa de vino para que no le entrase arena. La historia
de España construida mediante simpáticas anécdotas borbónicas compradas por los
súbditos tendrá un capítulo más después de la generosa dimisión de Lesmes.
Cuando, en unos
años, alguien de montería narre la anécdota de aquel buen juez que dimitió por
no hacer pasar un mal rato a Felipe VI, estaría bien añadir otros elementos que
enriquecerán la historia. Por ejemplo, la pataleta que se agarró el CGPJ,
presidido por el mismo Lesmes que hoy dice sentir vergüenza, cuando el gobierno
elegido democráticamente decidió, cumpliendo sus funciones, que en la agenda
del rey no estuviese acudir a la apertura del año judicial, precisamente por la
anomalía y vergüenza que suponía inaugurar un nuevo año de gobierno de jueces
atrincherados. Estará bien recordar que Lesmes tardó en dimitir cuatro años. Es
decir, que se pasó un ciclo olímpico completo pasando olímpicamente de esa
sensación de vergüenza que hoy siente, y cobrando religiosamente durante este
tiempo en torno a 150.000 euros anuales por mantenerse en un cargo que no le
pertenecía. No estará completa la anécdota si no se narra que la imparcialidad
de Lesmes en este asunto fue de lo más partidista. Ya que encogerse de hombros
durante 1.400 días, sin señalar que el bloqueo venía de la mano del PP que lo
colocó en el cargo, es ser –nunca mejor dicho– juez y parte. Que durante ese
periodo un gobierno de jueces de derechas con el mandato caducado persiguió de
forma más que sospechosa, y sin sanción alguna, a políticos de otros partidos.
También que se nombró, puso y quitó a quienes debían juzgar un enorme acumulado
de casos de corrupción de décadas anteriores del partido que propuso a Lesmes.
Y que el resultado fue estupendo para todos aquellos corruptos. Entonces sí,
cuando la anécdota de evitarle el mal rato a Felipe VI durante el sagrado 12 de
octubre esté bien complementada, podrán brindar en la montería y tomarse una
tapa en honor a Alfonso XIII y toda su descendencia.
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