DESOBEDECER, UNA ACTITUD DEMASIADO HUMANA
"El conocimiento implica responsabilidad..." (Frase de mi libro Alter Ego. Ed. Corregidor).
Eduardo Sanguinetti
Filósofo,
poeta, artista, periodista y músico argentino. Pionero en el arte performativo.
Se le considera también precursor del minimalismo en América Latina y del land
art.
Foto:
Flickr / Urban Art Core
El 19 de octubre de 2013, en mañana de sábado, con espontaneidad y naturalidad suma, ante las urgencias que este tema impone y tantos otros que presionan y oprimen en nuestras existencias, tuve la iniciativa de declarar el “Día de la Desobediencia”.
Pues no ignoro que la verdad, la ética y la dignidad fueron eliminadas por un grupo de poderosos beneficiarios de la injusticia y la depredación de nuestro hábitat… Y se impone que la verdad ocupe su sitial de honor, indispensable entonces ante la invisibilidad a que nos exponen los medios mafiosos, que siembran la mentira como valor supremo, tomar la decisión irrenunciable de «desobedecer», en compromiso visible, imponiendo criterio, construyendo la narrativa indispensable, de este tiempo de opresores bien remunerados, financiados por multinacionales terroristas… Sin dudas habría que cambiar el sistema… Desobedeciendo, rebelándose a las imposiciones imperiales del Mercado y sus socios.
Comenzó a circular
por las redes de comunicación en el universo de la web y actualmente, miles de
seres, imbuidos con ánimos de liberarse de las leyes jamás dictadas por un
neoliberalismo mafioso en su cenit y de la verdad como destino, se asimilaron a
la saludable decisión de desobedecer, en pleno conocimiento de que nunca
volveremos a tener la sinceridad de Camus, nunca volveremos a tener la lucidez
de Sartre, nunca volveremos a tener el radicalismo de Guy Debord, pero tampoco
los políticos volverán a tener la pasión de los ideólogos, ni la energía
propia, ni mucho menos el radicalismo de los revolucionarios.
Ni siquiera la
ilusión de representar realmente ‘algo’, ni de ser otra cosa que los
conservadores titulares de la farsa y la estafa, gobernando simuladamente una
máquina que ya no responde.
En mi ánimo de
desobedecer, anida la esperanza de escribir sin duda un compendio de
descomposición y degeneración de la clase política… la pérdida del sentido, el
final de la historia, eliminada por potentes fuerzas de desintegración del
pasado, la agonía de la especie, la indeterminación de lo social, el poder
supremo de la simulación, la omnipresencia y la obscenidad de los medios, que
crean y manipulan una realidad obtusa, deviniendo en una situación
ingobernable, sin principio de gobierno, necesidad de una nueva inmoralidad, a
la medida de este estado de cosas… Necesidad de jugar abiertamente, en este
mundo de simulación brutal (el terrorismo de la información fraguada para
anestesiados y zombies), apostando al desequilibrio total de fuerzas y al
control del nuevo fascismo que sobrevuela el mundo.
Desobedecer se
impone, al poder de la espectral trama política empresarial sindical mafiosa,
que dicta y rige en el planeta, como así también a sus cómplices: la justicia
criminal ausente y las corporaciones económico mediáticas de desinformación,
que conforman la realidad distópica actual, acompañadas por los torpes y
genuflexos neo-intelectuales formato «cultura chatarra» tendencia «pandora
papers».
En fin, una actitud
“demasiado humana”, nutrida del estremecimiento, que ofrece un estado de
resistencia cultural y social ética en sus principios y fines y que nos remite
a los “dorados años de la infancia” donde el desobedecer era una actitud
natural ante el atropello y la torpeza de nuestros mayores, imponiendo
criterios y haciendo valer sus criminales decisiones.
Es preciso
desobedecer dentro del marco que nos ofrece el orden natural ante el “estado de
cosas” por el que intentamos transitar nuestra existencia, tan al margen de un
sistema necrótico y disfuncional solo para evasores fiscales, quienes violan
leyes, no dan espacio a resoluciones de disfuncionales organismos
internacionales, deviniendo en ser delincuentes legitimados por este sistema
totalitario de nuevo cuño fascista en retorno.
Desobedecer a esta
horda de miserables, cuyos actos no se ocultan, todo lo contrario, son avalados
por un sistema global tramado por G8, G20, OCDE, Banco Mundial, FMI, BCE y
decenas de simulados Centros de Estudios, creados para cristalizar la pesadilla
de pueblos en estado de indigencia extrema, congelados ante cualquier
posibilidad de resistir a este genocidio a la ética y dignidad en calidad de
ser.
Desobedecer hacia
todo lo que atenta contra el “buen vivir”, en un mundo donde quepamos todos,
erradicando la injusticia instalada por los poderes del neoliberalismo mutado
en un neoliberalismo nazi, actualmente en su cenit y a los mandatarios,
soberbios, cobardes y serviles que perpetúan la farsa de hacernos creer que
vivimos en una democracia plena, cuándo la virtualidad lo ha tomado todo, en
sodomización streaming; en plataformas que asimilan el quehacer banal de masas
asimiladas a una ingenua sensación de libertad, ignorando irresponsablemente,
que han caído en una brutal estrategia de control, de frecuencia caricaturesca,
rellenando el vacío existencial de este tiempo, decodificando la percepción,
perdiendo voluntad de decisión, perdiendo toda posibilidad de adhesión refleja,
sensorial, en términos sociales de animación, de creatividad de participación,
en fin esas masas mutan en insignificantes objetos, serviles a las estrategias
del poder terrorista que rige en este milenio de la grandes muertes.
Desobedecer,
expulsando de nuestras vidas la soberbia, la prepotencia, el orgullo, la
cobardía, la avidez, la frivolidad, la mezquindad, la avaricia, la adustez, la
pacatería, la grosería, la desigualdad, el odio, el resentimiento, la envidia,
pues no ignoran que este sistema infecto y criminal de explotados y
explotadores nos lleva a enfrentamientos y competencias fuera de tiempo y
espacio, para caminar hacia un horizonte de armonía y de fraternidad, al margen
de tendencias estúpidas, impuestas y consumidas por un pueblo anestesiado y
avaro de sus placeres.
La naturaleza no
piensa el mundo, lo conoce desde siempre y no lo representa, se acopla a sí
misma y eso le basta. El mundo puede permanecer dentro de su función de hacer
de nosotros sus habitantes para que todos/as existamos y terminemos nuestras
vidas en él.
El hombre aún no se
asimila —con su habitual torpeza— a respetar el orden natural, lo confunde todo
y lo degrada, en acciones atroces, al pensarla y aniquilarla, en nombre de
dioses que no existen y de leyes que se acomodan a sus estafas… Todo devenido
como fruto de su miedo y espanto a la naturaleza que nos cobija y a la propia
vida que debemos experimentar, en compromiso proporcional a nuestra lucidez.
No ignoro las
dificultades a las que debemos enfrentar, cuando intentamos comunicar
inquietudes, excitaciones, denuncias, desde un medio abierto a otro cerrado,
desde un ambiente “totalmente en movimiento”, a otro “enteramente parado”…
Sabemos: basta mostrar un mínimo de entusiasmo o participación, frente a un
mundo un país como Argentina, “que simuladamente lo está poniendo todo en
discusión”, para que nos caigan encima, a los destructores de absolutos y
evidencias, las reacciones de la iracunda pereza, las ironías de la periferia
que se toma por centro, los escarnios del escepticismo.
Pero no nos
engañemos: repensar, Argentina, o el mundo, significa establecer un diálogo con
la “falsa modestia”, en fin, los pueblos, con su “miedo” a cuestas, no aprenden
a juzgarse ni tan ruda, ni tan duramente, en su cobardía… Es “miedo” al
“miedo”, los que llevan a las personas a entregar su libertad, por un
cautiverio, en ¿seguridad?.
No nos convirtamos
en víctimas, fracasados, cobardes, en la economía de nuestros propios recursos
en acción y discursos, marcando el trayecto de una historia, la de nuestro
tiempo, que se debate entre utopías y derrotas, entre voces, silencio y
“miedo”.
Unamos voluntades,
los libres y autodeterminantes, persistiendo en la resistencia a los ismos, que
nos lleva a ser esclavizados, cuidemos de nosotros mismos, en libertad y
verdad… tenemos una vida por vivir, honrémosla.
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