IKER CASILLAS METE OTRA VEZ LA PATA
DAVID TORRES
Iker Casillas ante el jugador
holandés Robben en la final
del Mundial de Fútbol de 2010
Hace más de un decenio, Iker Casillas protagonizó la campaña publicitaria de una empresa aseguradora en la que se zafaba de diversas situaciones embarazosas mirando a cámara y arrancando a cantar: "Me siento seguro, nana nananá". En uno de los anuncios se quedaba encerrado en un ascensor junto a unas cuantas quinceañeras que llevaban las carpetas forradas con fotos suyas y que, en cuanto lo reconocían, empezaban a acosarlo con mirada carnívora (el sueño húmedo de Humbert Humbert y de Harvey Weinstein). En otro, quizá el mejor de todos, Iker se subía a un taxi y el conductor, parapetado tras unas gafas de culo de vaso, le preguntaba: "¿Dónde la llevo, chata?". Este domingo, por alguna razón, Iker se puso nostálgico y en su cuenta de Twitter salió publicado el guión de otro anuncio, no se sabe muy bien de qué.
"Espero que me
respeten: soy gay" advertía de pronto la cuenta del ex guardameta. Muchos
pensaron que se trataba de una broma con la que intentaba acallar los rumores
sobre su fama de don Juan en la prensa del corazón; unos pocos imaginaron que a
lo mejor se trataba de un mensaje subliminal para denunciar la situación de los
homosexuales en los países árabes con vistas al inminente Mundial de Qatar. El
mensaje subliminal era mucho más divertido al caer en la cuenta de que Qatar,
ese reino medieval donde la homosexualidad es un delito y se promueve la
esclavitud, prohibió terminantemente la semana pasada la entrada de
homosexuales en el país.
Albert Camus dijo
que casi todo lo que había aprendido sobre ética era gracias al fútbol, pero se
lo hubiera pensado mejor después de ver las condiciones en que se han levantado
los estadios de Qatar, con más de seis mil obreros muertos durante las obras, y
la alegría con que los millonarios del deporte rey van a celebrar el Mundial en
un país donde tratan a las mujeres como ganado mientras los derechos humanos se
escriben con mierda de camello. Por otra parte, hay que tener mucho cuidado con
bromear sobre la homosexualidad en el fútbol, un deporte que constituye, hoy por
hoy, el armario más grande, hediondo y cerrado a cal y canto del mundo. Justin
Fashanu, uno de los pocos futbolistas que se atrevió a salir de él, allá por
1990, vio cómo su brillante carrera en el Nottingam Forest se iba por el
retrete entre el acoso de entrenadores, compañeros y de su propio hermano,
hasta que acabó por ahorcarse en un garaje de Londres dejando un mensaje en el
que pedía perdón por ser gay. Hace apenas un año que la UEFA prohibió una
iluminación con la bandera arcoiris en el estadio de Allianz Arena por no
ofender, decían, a los aficionados de la selección de Hungría, un país donde la
ultraderecha ha conseguido montar un frente común con el islamismo más
retrógrado.
La tontería de Iker
no es que tuviera mucha gracia, pero empezó a tenerla cuando la polémica fue
incendiando las redes y se comprobó que en apenas un rato había perdido casi
tres millones de seguidores. En su defensa, Iker explicó que le habían jaqueado
la cuenta, una maniobra que dejó fuera de juego a su ex compañero de la selección
española, Carles Puyol, quien había replicado la broma con otro mensaje digno
de un chiste de Arévalo: "Es el momento de contar lo nuestro, Iker".
No sé, a mí me suena un poco raro eso de recuperar una cuenta de Twitter en un
par de horas, más que nada porque me jaquearon la mía hace tres o cuatro años y
todavía estoy esperando que me digan algo. Claro que yo no tengo los reflejos
de Iker, gracias a los cuales nos llevamos un Mundial en aquel despeje
histórico en que alcanzó a meter la pata frente a Robben y despejar el balón.
Esta vez ha metido la pata pero bien.
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