ALBERTO RODRÍGUEZ SE RESISTE
A SER DOMADO
DAVID BOLLERO
Alberto Rodríguez desde el atril cuando aún
era
diputado en el Congreso.
Alberto Rodríguez vuelve a la primera línea de la política. Lo hace con ese estudiado mensaje de "obediencia canaria" para colarse en todas las crónicas de su presentación. Con su Proyecto Drago, el que fuera diputado de Podemos al que el Congreso hizo una canallada, vuelve a evidenciar el mal que el centralismo inflige a España, cada vez más rota no por los nacionalistas, sino por quienes la abandonan desde Madrid.
La elección del nombre de la formación de Rodríguez no es en absoluto casual. El drago canario es una especie autóctona canaria y aunque parece un árbol, no lo es. En realidad, es una planta arbórea, del mismo modo que Rodríguez no es un político al uso, es un activista en primera línea política. Su afán por cambiar la sociedad, por ir contra este sistema que depreda a las personas, es lo que se encuentra detrás de su cambio de postura de seguir codeándose con quienes han hecho de la política una profesión.
Tras la bajeza
destilada por Meritxell Batet y los servicios jurídicos del Congreso, capaces
de argumentar una cosa y la contraria en cuestión de horas a demanda de sus
pagadores, no pareciera que Rodríguez volviera a la política. El estoque
definitivo fue el modo en que buena parte de su antigua formación, Podemos, le
diera la espalda o, lo que es lo mismo, mostraba un exceso de tibieza en su
defensa.
Aunque la retirada
de su escaño hace un año sigue pendiente de resolución del Tribunal
Constitucional desde hace seis meses -lo que evidencia cuán prescindible es
este órgano-, Drago concurrirá a las elecciones autonómicas y locales de 2023
con el mantra de que "Canarias no es solo Tenerife y Gran Canaria", y
que lo que acontece en el archipiélago no puede terminar decidiéndose a
kilómetros de distancia.
La llegada del
Proyecto Drago es, en realidad, mucho más que su regreso a la política;
representa otra nueva carga de profundidad al centralismo que ya vienen denunciando
en otras Comunidades Autónomas. Sucedió en Castilla y León con el ascenso de
formaciones surgidas en la España vaciada o en Andalucía con una Teresa
Rodríguez reclamando un andalucismo de izquierda.
Este centralismo
termina por perjudicar a determinadas regiones, más aún si se trata de un
archipiélago a 1.700 kilómetros de la Península Ibérica. Se puede combatir con
iniciativas como las mencionadas o protegerlo con populismo barato, como busca
hacer Juan Manuel Moreno en Andalucía envolviéndose en la arbonaida. Son
políticas como las suyas las que minan la integridad diversa de España.
Por otro lado,
Proyecto Drago también es una torpedo en la línea de flotación de Podemos, de
la que Rodríguez se despegó y a la que no considera buena casa para acoger este
proyecto. Si lo hiciera, se hubiera embarcado con los morados, pero no es el
caso. La dimisión de la diputada Meri Pita en marzo, que dejó a Podemos
Canarias sin representación en la Cámara Baja, fue otro batacazo para la
formación que lidera Ione Belarra. Aviso a navegantes: desde el público, Pita
escuchó muy atenta a Rodríguez durante la presentación de Proyecto Drago.
El drago canario
puede llegar a ser milenario y alcanzar entre los 12 y los 20 metros de altura.
Buen símil para el nuevo proyecto político de Rodríguez, que pretende destilar
que ha venido para quedarse, que destacará, pero ojo, que si algo caracteriza
también a esta planta arbórea es su lento crecimiento, necesitando hasta una
década para crecer un metro. Las prisas son malas consejeras en política y la
primera causa para terminar domando el activismo que impulsa las iniciativas
más justas.
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