LA PAZ NO ES NEGOCIO
Las formidables
ganancias que las guerras de EEUU, aun las perdidas como Afganistán, han
producido para el complejo militar-industrial y para los financieros de Wall
Street,
POR ATILIO BORÓN
Hace unos días Joe Biden anunció que las tropas estacionadas en Afganistán volverán a EEUU el 31 de agosto de 2021. Esta fecha marcará el vergonzoso fracaso de la «Operación Centinela de la Libertad» así como también el de la «Misión de Resuelto Apoyo¨de la OTAN. En efecto, tras los atentados del 11-S EEUU y sus aliados europeos invadieron Afganistán y dieron inicio a la aventura militar más larga de la historia estadounidense.
Una comprensión adecuada de esta noticia requiere no perder de vista las muchas guerras que se desencadenaron después de los trágicos eventos del 2001. Cierto, la de Afganistán fue la más larga, pero no la única. Aunque los escenarios más importantes de estas operaciones se situaban en aquel país e Irak [y aprovechando elviaje], las tropas de EEUU y sus aliados se involucraron en significativos ataques militares en Pakistán, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Filipinas.
A pesar de la
negligencia con la que la prensa hegemónica cubrió estos acontecimientos, las
investigaciones posteriores demostraron que al menos 801.000 personas murieron
como consecuencia de esas guerras y un impresionante número de 37 millones más
fueron desplazadas de sus hogares, condenadas a una vida nómada y miserable, en
muchos casos para siempre.
¿Y qué decir de los
astronómicos costos económicos de estos conflictos? Hasta el año 2020, el
gobierno federal de EEUU llevaba gastado 6,4 billones de dólares. Esta cifra
incluye las partidas aprobadas por el Congreso y el pago de los intereses sobre
los préstamos contraídos para financiar las guerras, que para beneplácito de
Wall Street se libraron apelando préstamos del sector privado, lo que elevó por
las nubes el déficit del gobierno federal y la deuda nacional.
Se estima que en
2029 ésta orille los 89 billones de dólares, lo que “situaría la relación
deuda/PIB del país en el 277 %, superando la actual relación deuda/PIB de
Japón, del 272%». Sucesivos gobiernos de EEUU se lanzaron alegremente a
guerrear sin reunir los recursos genuinos para financiarlas.
Por contraposición,
Harry Truman impulsó una suba transitoria de hasta un 92 % en las tasas
impositivas de los sectores de mayores ingresos para financiar la guerra de
Corea y Lyndon Johnson hizo lo propio para sufragar los costos de la guerra de
Vietnam, subiéndolas hasta en un 77%. George W. Bush, en cambio, redujo la
presión tributaria sobre los ricos en lugar de subirla y sus sucesores nada
hicieron para poner fin a tamaña insensatez.
Estos guarismos
demuestras las formidables ganancias que estas operaciones han producido para
el complejo militar-industrial y, también, para los buitres financieros de Wall
Street. Aquellas ofrecen fabulosas oportunidades de negocios con prescindencia
de sus costes humanos o el hecho de que Washington sólo cosechara victorias
parciales y efímeras, como en Irak; o traumáticas derrotas como en Vietnam y
Afganistán.
Muchos expertos
aseguran que EEUU ya no puede ganar guerras, y sin embargo sigue librándolas.
La razón es fácil de entender: aquéllas alimentan exponencialmente las
ganancias de la fracción financiera del capitalismo norteamericano y, en menor
medida, las del tradicional complejo militar-industrial, o sea el “estado duro”
del imperialismo estadounidense.
Lo antedicho
coincide con la dolida observación que hiciera Jimmy Carter cuando se preguntó
por qué China nos lleva la delantera. «Normalicé las relaciones diplomáticas en
1979», dijo. «Desde 1979, ¿saben cuántas veces ha estado China en guerra con
alguien? Ninguna. Y nosotros, en cambio, hemos seguido librando guerras desde
entonces».
Carter concluyó que
EEUU es «la nación más belicosa de la historia del mundo» debido al deseo de
imponer los valores e intereses estadounidenses a otros países, y sugirió que
China está invirtiendo sus recursos en proyectos como ferrocarriles de alta
velocidad e infraestructuras básicas en lugar de malgastarlos en defensa. Claro
que China no tiene un «complejo militar-industrial-financiero» que
desesperadamente necesita de las guerras para obtener enormes dividendos y para
pagar los extravagantes honorarios, bonos y las remuneraciones varias que
embolsan los CEOs de sus gigantescas transnacionales.
Esta es la razón
por la que, desgraciadamente, la paz ha sido un objetivo tan elusivo y las
guerras, en cambio, proliferan casi descontroladamente. Nada autoriza a pensar
que esto pueda cambiar en los próximos años.
Fuente: La Haine
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