LENGUAJE, CONFUSIÓN BABÉLICA
Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta.
Dada la separación con respecto a lo real, el lenguaje se vuelve sinónimo de realidad, se vuelve "tierra prometida", fuerza utópica por excelencia de intentar manifestar lo indecible.
Pienso que un acto liberador sin dudas es la palabra lograda, la poesía... esta palabra liberadora no es portadora de mensajes, sólo de vientos cargados de presagios.
Es por ello que mi concepción de la literatura es utópica... podría multiplicar las citas en este sentido, la tendencia seguirá siendo la misma. La literatura adquiere el espesor de un corpus mítico, de un campo que perpetúa y garantiza la existencia de un país imaginario, fabricado con y contra el país real, cuando se borra la huella individual.
Cargado de este
peso utópico, el lenguaje se vuelve fácilmente material para esculpir,
escenario en el cual se ejecutan gestos, material sonoro.
La relación con el
lenguaje toma el lugar de la relación con lo real y lo social, con el poder y
con la historia. No es un azar, por lo tanto, si los múltiples textos que se
escriben en una época precisa forman siempre una constelación coherente y sin
embargo nunca teorizable.
El abanico de los
textos es siempre el abanico de las estrategias del deseo en un momento de la
historia.
A esta concepción
del tiempo histórico en tanto vacío de 'transcurrir', es decir, de hechos que
movilicen al sujeto que percibe el tiempo (sujeto histórico), se suma la visión
del espacio, categoría filosófica que en ciertos escritos rechazan el vacío
temporal y se sustentan en lo real como construcción de las percepciones
humanas, si el núcleo al que apuntan es este.
Esta observación
epistemológica -el hombre constituido por el espacio y por la conciencia de ese
espacio- se traduce en una estética que presupone la aprehensión de lo
"real" en el paisaje observado por el hombre. Al respecto, el
fundamento de la realidad tiene su correlato con la visión del espacio, a veces
en tiempo de poesía ocasional, las cosas ganan realidad, una realidad relativa,
sin duda, que pertenece más al que las describe o contempla que a las cosas
propiamente dichas...
La concepción de
que el hombre es el portador de la realidad, se corresponde, en fin, con el
acto narrativo que estructura la idea de lo "real" como una categoría
inherente al narrador y, por ende, como una estética que se configura con el
mundo representado a través de percepciones sensoriales.
El lenguaje es un
componente de la historia y, cuando se desplaza por la confusión babélica, el
vacío de significados (o la imposición violenta de un único sentido para
aprehender la realidad) provoca una pérdida de "lo real" para
interpretar el movimiento del pensamiento humano: "¿Sería cierto que la
historia se acelera y el fin estaba próximo, o ya la historia estaba cumplida y
todo lo que podía ser pensado históricamente -y previsto- había sido ya dicho
en ese lenguaje de la historia (Axelos) y vivíamos, acaso sin saberlo, en la
posthistoria...?
En mis últimos
textos los registros de una problematización de la historia están vinculados
con lo real, con los significados que se imponen violenta y autoritariamente
sobre la sociedad.
Es el caso -por
último- de un hombre exiliado del acontecer, de aquel lugar en donde pasa sus
días en ostracismo feroz. Universo del espectáculo insano que nos presenta el
sistema simulador y criminal que dicta y rige en el planeta.
Insisto, la
violencia de la represión se manifiesta de modo grosero y pernicioso, con los
significados de lo falso y de la muerte del sentido, y está presentada, no como
una categoría histórica, sino como una ficción creada para inmovilizar y
despojar al hombre de la identidad de sus prácticas y pertenencias culturales,
contribuyendo a la complejización de la noción de "verdad", según la cual
el lenguaje al fin y al cabo, ha dejado de ser "transparente" y en
qué medida afecta al saber histórico ficcionalizado, esta idea de la opacidad
del lenguaje.
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