LA ESPAÑA MESTIZA Y MULTICULTURAL
QUE TOKIO HA VISIBILIZADO
JUAN TORTOSA
Se llama Ana Peleteiro y es gallega negra de padre africano; se llama Ray Zapata, vive en Alcorcón y con cinco años se instaló con su madre en Lanzarote… Estos días atrás, los dos se envolvieron orgullosos en la bandera española tras ganar medallas olímpicas en Tokio para su país, para nuestro país.
Esa bandera de la España mestiza y viva que nuestros atletas han exhibido en los juegos olímpicos ha mostrado al mundo entero la verdadera cara de una tierra próspera y tolerante. La cara plural y multicultural donde los malos rollos solo tienen cabida en mentes crispadas y nostálgicas que se obstinan, sin conseguirlo, en prostituir los símbolos que nos representan a todos.
En materia de
racismo, el franquismo dejó serias secuelas en pueblos y ciudades de este país,
los gitanos estaban demonizados y hasta los andaluces, gallegos o extremeños
que se marchaban a trabajar a regiones más industrializadas percibían el
estigma de la discriminación en los lugares a cuya prosperidad estaban
contribuyendo.
No ha mejorado la
cosa con la irrupción de la ultraderecha en el panorama político. Estamos en la
prehistoria de la asimilación de una realidad multicultural que no tiene marcha
atrás por mucho que xenófobos e intolerantes de medio pelo se empeñen en ello.
Por mucho que los inmigrantes parezcan invisibles en los mismos sitios donde
son imprescindibles.
Por eso lo que ha
ocurrido en Tokio 2020 tiene a mi entender tanta importancia. Además de
imprescindibles, ya no son invisibles. Si en los invernaderos del Poniente
almeriense por ejemplo, levantáramos por un momento los plásticos que cubren las
cosechas de tomates, pimientos, calabacines y sandías, descubriríamos más de
ochenta mil personas de piel oscura sudando a mares a diario. Seres humanos que
para los fascistas no solo son invisibles, sino explotables e ignorables en el
momento en que dejan de ser útiles.
En efecto, cuando,
exhaustos, acaban la jornada laboral por la que, en el mejor de los casos,
cobran cincuenta euros, magrebíes y subsaharianos toman sus bicicletas y
desaparecen. No hacen vida social en Roquetas, Vícar, El Ejido o La Mojonera.
No se les ve en los bares, ni en ningún centro de ocio. Solo en los Centro de
Salud cuando están enfermos o en el Mercadona cuando acuden a comprar
provisiones.
Hace ya unos
treinta años que empezaron a llegar y seguimos viviendo de espaldas. Sin darnos
cuenta que empiezan a tener hijos que van al cole, niños que ya sí se
relacionan con los de aquí de toda la vida, niños que se hacen grandes y van a
la universidad y al gimnasio. Niños que ya son adultos y que ganan medallas en
Tokio. Niños que a su vez ya tienen niños…
Esto es lo que han
dejado en evidencia los Juegos Olímpicos de Tokio, que no hay marcha atrás, por
mucho retrógrado de banderita en la muñeca que se resista. Los nuevos españoles
serán abogados, médicos, peritos o ingenieros técnicos agrícolas y conformarán
una sociedad mestiza y moderna que trabajará por un futuro mejor en la tierra
donde crecieron.
En los censos de
los principales municipios del Poniente almeriense figuran inscritos ciudadanos
de más de cien nacionalidades distintas. Los partidos políticos no han
aprendido aún a digerirlo. Los del PP han sobrevivido hasta ahora intentando
maquillar su racismo congénito como mejor han podido para que no se les
escaparan las alcaldías, y las izquierdas exhiben una escandalosa carencia de
reflejos a la hora de poner en marcha proyectos de integración para un futuro
multicultural.
A veces dan la
impresión de que no acaban de creerse que los inmigrantes vinieron para
quedarse, que será aquí donde ellos y sus descendientes echarán raíces. Y si
algún partido sabe ver el beneficio que todo esto supone para el futuro de
nuestro país, no se percibe que actúe en consecuencia. Por eso Vox les come la
tostada, pero por eso también los momentos mágicos que hemos vivido en Tokio
estos días pueden contribuir a que quienes deben tomar nota de una vez, se
pongan a ello.
La España que viene
es mestiza y multicultural, es una España de Peleteiros y Zapatas. Qué bonito
altavoz el de Tokio para que saquen conclusiones quienes aún manifiestan dudas
a la hora de combatir el racismo y la xenofobia de la ultraderecha con la mayor
de las firmezas.
J.T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario