LA DICTADURA JUDICIAL (FICCIÓN: CUALQUIER PARECIDO CON
AGUSTIN GAJATE
Había una vez... un circo... (Perdón, me equivoqué de comienzo. Vuelvo a empezar)
Había una vez un país mestizo, crisol de razas procedentes de distintos continentes que unas veces se mezclaban y otras se mataban entre ellas, cuyos reyes se creyeron un tiempo dueños del planeta porque, con la ayuda de su dios, primero vencieron a pueblos más sabios y cultos (y relativamente más pacíficos) que adoraban a dioses distintos y después comenzaron a conquistar los territorios que las expediciones que patrocinaban iban descubriendo allende de los mares y a esclavizar o exterminar a sus habitantes, excepto si aceptaban las leyes, la justicia y la doctrina religiosa de sus invasores.
La empresa
conquistadora resultó ser un negocio redondo, con título de imperio incluido
donde nunca se terminaba de poner el sol, lo que provocó la codicia de los
monarcas, banqueros y comerciantes de otros países, que comenzaron a patrocinar
empresas similares con parecidos fines o con el propósito de arrebatar los
tesoros que se transportaban por barco hasta los palacios reales del país
mestizo que, desde ese momento, adoptó las señas de identidad de una raza única
de vencedores.
Pero los
monarcas del país mestizo convertido en raza única con un único destino en lo
universal, a pesar de contar con ayuda y consejos divinos, comenzaron a
despilfarrar su fortuna, a tomar malas decisiones, a entablar batallas con
potencias rivales y a crearse enemigos innecesarios entre aquellos colectivos
humanos que sólo querían que los dejaran vivir tranquilos en el lugar que
habitaban. La avaricia se extendió por todo el planeta y pasó a ser global, incluso
en lugares donde la naturaleza todo la daba y no hacía falta acaparar riquezas
para disfrutar de una plácida existencia.
El país
mestizo de raza única comenzó a perder guerras y territorios que supuestamente
administraban pero que no podían ocupar por ser inmensos y fue precisamente
cuando los hijos de los conquistadores adquirieron conciencia de esta
paradógica situación que plantaron cara a la madre patria y se separaron de
ésta violentamente, con la ayuda de otro dios más mundano y terrenal: el dólar,
a través del cual una nueva potencia emergente perfeccionaría los métodos de
dominación hasta entonces conocidos.
Derrota tras
derrota, hasta los monarcas absolutos se vieron obligados a claudicar, pero el
dios que les había guiado hasta entonces, a través de los intérpretes de su
doctrina, seguía estando de su lado y sus herederos volvieron una y otra vez a
regir los destinos de un país mestizo menguante, a pesar de no ser queridos por
la mayoría de sus súbditos, hasta que un grupo de militares iluminados por
aquella divinidad cruel decidió castigar al pueblo que no aceptaba su designio
divino de unidad en lo universal, a pesar de la gran diversidad que se
manifiesta en el mismo universo.
El líder de
la revuelta venció con la ayuda del dios monárquico y un par de aliados capaces
de desatar el odio y la muerte por todo el planeta. Tras la victoria no fue
magnánimo (aunque predicó lo contrario a los cuatro vientos, primero en blanco
y negro y luego en cinemascope y tecnicolor para que muchos lo creyeran), sino
que condenó a los supervivientes discrepantes que no se exiliaron a tres tipos
de penas: la muerte, los trabajos forzados o una cadena perpetua revisable a su
muerte, cuando ya era demasiado tarde para saber en qué consistía aquella
ilusión de libertad perdida.
Pero al
igual que sucede con la natación o con el ciclismo, la libertad se aprende casi
sin querer, no precisa sino de unos pequeños conocimientos teóricos básicos y
se ejercita con la práctica. Así, cuando las nuevas generaciones comenzaron a
probar el agridulce y en ocasiones indigesto néctar que se les había negado a
sus ancestros durante cuatro largas décadas, también empezaron a sufrir el
correspondiente castigo por tamaña osadía, ya que la libertad institucional que
se proponía, como la igualdad o la fraternidad, no debían ser ideales o
conceptos aplicables a la actividad cotidiana, sino una especie de filtro a
través del cual observar la imagen de una realidad deformada a propósito.
Y volvieron
los monarcas, las viejas costumbres y las viejas derrotas. Y volvieron con la
ayuda del mismo dios y de parecidos intérpretes de su palabra. Y por gracia
divina casi todos los que trabajaron dentro de aquella estructura de poder y de
represión se convirtieron en luchadores en la sombra y desde dentro contra el
régimen que decían que también les oprimía mientras les pagaba religiosamente
sus nóminas, para pasar a denominarse 'demócratas de toda la vida'.
La inmensa
mayoría siguió en sus puestos y algunos hasta fueron condecorados por dudosos
servicios a una patria confusa y difusa pero de nuevo regia. Bajo un manto
tejido de concordia, se aprobaron nuevas leyes y una constitución que debería
perdurar por los siglos de los siglos, como un pétreo monolito, a pesar de sus
múltiples imperfecciones estructurales, que se han visibilizado algunas décadas
después, como un edificio con aluminosis y revestido de amianto.
Los
historiadores del país mestizo de la constitución con aluminosis no se ponen de
acuerdo sobre si la crisis actual comenzó cuando el rey campechano mató por
error al elefante sagrado (guiado probablemente por la serpiente que sedujo a
Eva para que comiera la manzana del árbol del conocimiento del bien y del mal y
luego ofreciera un culín de sidra a Adán servido como lluvia dorada), o si fue la
crisis financiera internacional de 2008 la que destapó el saqueo institucional,
perpetrado por algunos ciudadanos ejemplares por sus modélicos principios
éticos en política y economía, así como por grupos organizados de inspiración
neoliberal.
Ante esta
situación, el poder político se fue debilitando en el país mestizo saqueado,
elección tras elección, porque no podían llegar a gobernar los críticos con la
monarquía y porque sin ésta el relato forjado durante la etapa de la prisión
perpetua revisable carecía de ningún sentido. En estas circunstancias y ante la
posibilidad de que las cosas fueran a peor, el poder económico puso a trabajar
a los medios de comunicación para que crearan continuas cortinas de humo y que
no se percibiera ni la aluminosis de la constitución ni las múltiples chapuzas
jurídicas posteriores con la que fue decorada y apuntalada.
También
ordenó al poder judicial que tomara las riendas institucionales y dictara las
oportunas sentencias para que ninguno de sus intereses pudiera salir perjudicado
y para que la libertad del entramado empresarial prevalezca sobre cualquier
otro tipo de libertad individual o colectiva. Y justo cuando todo parecía
volver a estar bajo un relativo control, surge una pandemia global que lo
complica todo y los políticos tienen que ponerse a trabajar y a dar respuestas
a los problemas de la ciudadanía, algo para lo que no suelen estar ni
preparados ni acostumbrados.
Gobierno y
oposición se enfrascan en discusiones que no aportan soluciones y generan un
nuevo caos que produce mayor desasosiego en la población, que se divide entre
personas conscientes y otras resignadas a su suerte, frente a grupos rebeldes y
negacionistas que hacen caso omiso a todas o gran parte de las recomendaciones
de científicos y sanitarios, incluso de aquellas que apoya el poder ejecutivo
tras negociar con el poder empresarial.
El poder
judicial cobra protagonismo dentro de este contexto de medidas excepcionales y
situaciones límites. Los herederos del antiguo régimen opresor llamados a filas
por el dios perpetuo de los monarcas ancestrales se proclaman adalides de la
libertad y en su nombre comienzan a organizarse para perpetrar distintos
delitos de guante blanco de difícil detección y bajo el oportuno amparo
jurídico, como los de prevaricación, usurpación de funciones públicas o tráfico
de influencias. También por gracia divina los mismos políticos que votan en
primera instancia a favor del Estado de Alarma, luego lo recurren ante las más
altas instancias judiciales y éstas lo declaran ilegal casi un año después, una
sentencia dictada en extrañas circunstancias por un tribunal dividido e
integrado por magistrados que hace años que debían haber cesado en sus cargos y
que fueron nombrados por un partido político que en esos momentos casualmente
se encuentra en la oposición en situación incómoda de debilidad y que bloquea
la renovación de los cargos de dicho tribunal.
Pero éste no
es un caso aislado. A diestro y siniestro diferentes tribunales dictan
sentencias contra y a favor las mismas o parecidas decisiones de gobiernos
regionales de diferentes territorios y partidos políticos, decisiones adoptadas
siguiendo las peticiones y recomendaciones de científicos y sanitarios,
encaminadas a que no se propague la pandemia declarada y se agrave la situación
de crisis sanitaria.
En el país
mestizo de singularidad exclusiva y excesiva (diferente, se decía antes), se
dictan tantas sentencias sobre cualquier situación cotidiana que se ha
convertido en una dictadura judicial. Los magistrados y jueces tienen la
potestad de cambiar las recetas y los tratamientos médicos, porque a pesar de
su década de formación universitaria y años experiencia sanitaria, los
profesionales de la salud o los investigadores científicos no están en posesión
de la verdad del dios único de los monarcas, cuyos retratos han presidido y
presiden las salas de los tribunales de justicia.
Y colorín
colorado, este cuento aún no ha empezado.
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