martes, 17 de agosto de 2021

¡A LA MIERDA!

 

¡A LA MIERDA!

POR JUAN CÁSPAR

Este año 2021, el genial escritor y cineasta Fernando Fernán-Gómez hubiera cumplido cien años; cuando falleció, en noviembre de 2007, una bandera anarquista cubrió su feretro. Al contrario que con Berlanga, otro ácrata genial, si bien con claras diferencias vitales e ideológicas entre ambos, no parece que proliferen los homenajes de una figura clave en la cultura contemporánea de este indescriptible país. El espíritu libertario de Fernán-Gómez, con seguridad, germinó en su adolescencia, durante la maldita Guerra Civil, cuando se inscribió en una escuela de arte dramático de la CNT, donde tuvo a algunos de los mejores maestros de declamación; su tío, perteneciente a la Confederación sindical le mantuvo cerca de numerosa propaganda ácrata. Cierto es que, durante el cruel franquismo, Fernán-Gómez tuvo que aceptar continuos personajes estúpidos en películas de escasa importancia; en sus inicios, durante muchos años, su vida no

estuvo exenta de necesidad, desaliento y desesperanza. Su increíble talento interpretativo, en cualquier caso, siempre estuvo por encima de las producciones en las que intervino como actor. El inefable cine religioso, pueril y maniqueo del franquismo tuvo una excepción con Esa pareja feliz, codirigida por Juan Antonio Bardem y, precisamente, por Luis García Berlanga, una obra que puede asemejarse al neorrealismo italiano y donde Fernán-Gómez aportó su indudable talento.

 

Hablamos de un tipo que, obviamente, no fue solo un intérprete, su condición de intelectual fue forjada en innumerables tertulias en cafés, alguno de los cuales supuso al menos cierto reducto de libertad durante la cruenta dictadura. Tendrían que pasar bastantes años para que un autor imprescindible, algo oculto durante cierto tiempo, pudiera trabajar en mejores obras. Acabó escribiendo y dirigiendo películas que hoy resultan imprescindibles en cualquier filmoteca que se precie. La vida por delante, El mundo sigue, El extraño viaje… obras protagonizados por gente humilde, críticas, satíricas y tan crueles como el tiempo en que se gestaron. Especialmente, en El extraño viaje, quizá su mejor film, Fernán-Gómez, basándose en una idea de Berlanga y coescrita con Pedro Beltrán, construye una pieza ejemplar de humor negro, un impagable cuadro del represivo provincianismo franquista. Pero, oficialmente, fue El viaje a ninguna parte, ya realizada en los años 80, su película más valorada; se trata de una terrible crónica que recoge la vida de los cómicos en los caminos de aquella triste y gris España de los años 50. La profesión que tan bien conocía su autor.

 

Casi durante los cuarenta últimos años de si vida, Fernán-Gómez estuvo al lado de Emma Cohen, otra figura a reivindicar; una mujer vitalista y comprometida, que vivió el Mayo francés y que tenía las mismas ganas de su compañero de crear y cambiar el mundo. Es en esta época, tal vez muy condicionada por su pareja, cuando nuestro autor vive los mejores años profesionales, con memorables papeles en teatra y en cine de indudable calidad. La película Mi hija Hildegart la dirige Fernán-Gómez en 1977, una obra que tiene un indudable interés histórico e ideológico; basada en la crónica del escritor, y también libertario, Eduardo de Guzmán, recoge una historia real increíble, Aurora es una feminista convencida que decide engendrar a la mujer perfecta que encabezará la causa liberadora femenina. Hildegart será ya a los 18 años toda una institución en los ambientes intelectuales y revolucionarios de Madrid, pero su rebeldía contra el socialismo autoritario de su madre terminará por llegar. Las bicicletas son para el verano es, incuestionablemente, una de las mejores obras teatrales que ha dado este peculiar país; de tintes autobiográficos, se narra el sentido de las aspiraciones de un grupo de personas que pierde la ocasión histórica de cambiar de vida y cambiar la vida durante el conflicto civil español. La frase final de la pieza teatral forma ya parte también de la cultura popular y de la historia de este país, que tantos problemas tiene con su memoria: «No ha llegado la paz, ha llegado la victoria». Al respecto de la memoria, recomiendo fervientemente la autobiografía de Fernando, El tiempo amarillo, de lo mejor en este género literario. En recuerdo y homenaje a este hombre, solo podemos vociferar su conocido ¡A la mierda! Sí, a la mierda los interminables cretinos, mediocres y reaccionarios en este inenarrable país.

 

Juan Cáspar

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