EL PROBLEMA DEL AGUA SEGÚN HOLLYWOOD
DAVID TORRES
Una de mis pesadillas favoritas nsiste en que abro el grifo de la cocina y no cae una gota de agua. Los vecinos ya comentan el asunto en el rellano y alguien dice que la noticia ocupa todos los diales de la radio y todos los canales de televisión, excepto Tele5, donde los contertulios continuarán discutiendo chorradas hasta el último momento, mientras el firmamento se deshace en albóndigas de fuego. No es una cuestión de un corte del suministro, explica el vecino más informado, sino el primer hachazo irreversible del apocalipsis: la gente sale a las calles en tromba a arrasar los supermercados, los chinos se atrincheran tras sus negocios, el ejército custodia los últimos depósitos mientras bandas de desesperados se dirigen a tomar por la fuerza lagos, riachuelos y pantanos. Desecado estilo zombi, masticando saliva en seco, Elon Musk anuncia que vende su cohete espacial y todas sus acciones de Amazon a cambio de un litro de agua del grifo.
Sí, suena
exagerado, aunque no tanto si uno cae en la cuenta de que hacen falta decenas
de miles de litros de agua para producir un solo kilo de carne de ternera.
Desde hace años, en ciertas regiones de África y Asia, las reservas de líquido
están rigurosamente racionadas hasta el punto de que cada habitante cuenta
únicamente con cinco o seis litros de agua potable al día. Sin embargo, lo más
curioso del cambio climático es que las sequías galopantes en ciertas zonas
contrastan con las inundaciones y lluvias torrenciales en otras, del mismo modo
que a un verano extenuante sucede un invierno digno del Himalaya. El escéptico
climático es ese buen señor que siempre pone al mal tiempo buena cara,
argumentando que las cosas siempre han sido así, que el agua cae del cielo y
que el que venga detrás, que arree.
La serenidad
criminal con que los gobiernos y los organismos competentes han ignorado
durante décadas los repetidos avisos de la comunidad científica recuerda la
pachorra con que Groucho, elegido primer ministro de Freedonia (capital,
Madrid), afrontaba una reunión de gabinete. "Temas antiguos, temas
antiguos" proclama Groucho, dando un mazazo a la mesa. Se levanta uno de
los ministros y dice: "El tema del clima". "Ese es un tema
nuevo. ¿No hay temas antiguos? Bien, pasemos a los nuevos". El mismo
ministro vuelve a levantarse y a decir: "El tema del clima". Con un
mazazo definitivo, Groucho cierra la sesión: "Eso ya es un tema
antiguo".
Afortunadamente,
Hollywood ha aportado su granito de arena al problema del cambio climático,
aunque más que arena, en este caso habría que hablar de roña. La solución,
según ciertas estrellas cinematográficas, pasa por no ducharse, no visitar la
alcachofa salvo por razones de causa mayor, es decir, cuando empiezan a cantar
los alerones. La actriz Kristen Bell, una de las adalides de esta nueva moda,
asegura que California siempre ha sufrido sequía y que ella sólo se ducha
cuando aparece el olor a sobaquina: ésa es la señal que le indica que va siendo
hora de lavarse. Para ahorrar agua, Bell lo hace además en compañía de sus
hijas, ya que la familia que se ducha unida permanece unida.
Jake Gyllenhaal,
Mila Kunis y Aston Kutcher, entre otros, se han sumado a esta moda
hollywoodiense de ir guarrete, un hábito que Brad Pitt ya había convertido en
costumbre cuando confesó que se limitaba a limpiarse las axilas con toallitas
húmedas y que Robert Pattinson elevó a la enésima potencia al decir que no le
veía ningún sentido a lavarse el pelo. Es verdad que el exceso de jabón puede
provocar problemas dermatológicos, pero también debería haber un término medio,
generalmente señalado por el olfato. Por suerte, la pantalla de cine no huele,
ni siquiera en 3D. Por lo demás, si se trata de ahorrar agua, sería mejor que
las estrellas de Hollywood prescindieran de los campos de golf y de las
piscinas privadas en lugar de seguir cultivando champiñones en el sobaco.
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