jueves, 19 de agosto de 2021

EN TRÁNSITO

 

EN TRÁNSITO

Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta.

Éticamente, al decir de Friedrich Nietzsche, el “hombre imbuido de nobleza” se define a sí mismo, a diferencia del “hombre imbuido de resentimiento” que primero señala y a partir de ahí realiza su propia definición, ante la ubicuidad de la ausencia de "ser".

Nietzsche se dirige a este "hombre resentido" presentándose como “esclavo”, “hombre vulgar", de "bajos instintos", no puedo dejar de asimilarlo a los políticos, gobernantes y corporativistas del planeta.

El dilema ético es un concepto filosófico antiguo y, sin embargo, aún no resuelto. Desde Sócrates en su famoso Dilema de Eutifrón, referido por su discípulo Platón y reflexionado y devuelto a la discusión más apasionada por sofías de tan alto calado como las de Nietzsche, el dilema o los dilemas éticos siguen estando en el diálogo filosófico de nuestro tiempo, pero son de menor intensidad y bajo la presión de siglos que nos observan.

 

La cobardía, la pacatería, la ignorancia y la mezquindad de funcionarios y políticos de todo tipo, los representantes de cultura 'chatarra', los mercachifles que pululan en todos los ámbitos que hacen a la existencia, los que impiden dar espacio a los que imaginamos otro mundo, que con austeridad y templanza no ignoramos que el paradigma de vida-sobrevida, se ha modificado de manera sustancial.

 

El futuro del mundo ya está trazado de manera concreta y real, apuntalado por el FMI y Reserva Federal de Estados Unidos, la Unión Europea, cuidadosa de sus tradiciones seculares y las siempre presentes multinacionales, que, aprovechando la corrupción que lo ha tomado todo, hacen ingentes ganancias de cualquier cosa, el asunto es "garrapiñar" y explotar. En realidad da asco casi todo, menos los amaneceres donde el sol brilla sobre nada nuevo.

 

No olvidemos que se deja morir a millones de indigentes, a quienes se les atribuye la responsabilidad de sus muertes. Ese “otro” siempre ha despertado "total y absoluto rechazo" en las “castas dominantes”, éste ha sido y es el meollo del credo de ninguna fe, su sustancia, su coartada infame.

 

Aquí quedan revelados los sentimientos concretos y reales de los parásitos dominantes, respecto a los “otros”, bajo cualquier régimen. Me doy cuenta y descubro cómo el excluido se ha convertido en expulsado, siendo su valor “cero” en la tabla del debe y haber de ridículos gobernantes.

 

Nietzsche en su faz de psicólogo vocacional da forma al perfil, la identidad y el pensar del "hombre resentido", proyectado hoy en gobernantes elevados por ellos mismos a categorías de mesías inversos, megalómanos, psicóticos y narcisistas.

 

La creencia en la bondad de los fundamentos -ética, sentido, historia, progreso, hombre- se reemplaza por una especie de creencia en la omnipotencia de unas fuerzas dispersivas, caóticas, contradictorias, demoníacas, que sin dudas la humanidad ha naturalizado, glorificando los mitos y las leyes de la destrucción: ruina, entropía, caos.

 

No es casual que la preocupación de la búsqueda de un “autor” para el mundo, se produjera en relación a un paisaje relativamente natural, anónimo, donde la intertextualidad asume entonces la convención del autor como individuo indiviso, idéntico a sí mismo, para después formalizar su sepelio y explotarlo -esparcir sus restos- en un individuo social, en un contexto incierto que asume exactamente las atribuciones del autor/dios: el panteísmo del "objetil", habiendo dejado al "subjetil" (tal como lo define Derrida, a partir de Artaud).

 

De este modo, a pesar del desgaste y rozamiento, se produjo un cortocircuito de lo simbólico, que actuaba cual placebo interno de la conciencia de una humanidad manierista/esclava y la discusión parece producía cierto vértigo, por lo que el esfuerzo en llegar a un diálogo se tornaba casi imposible, devenido en valioso, porque no decirlo o ser inútil, ignorante y mentiroso, no da resultados formidables en este sistema de sujetos-objetos, que preparan su cuerpo para los gusanos, soportando lo insoportable, en nombre de la mentira de ninguna verdad, hoy la denominan post verdad, al servicio de mafias corporativas, incluidas las mediáticas, donde la verdad es eliminada y la mentira es instalada como fuente de todo acto delictivo, en nombre del desentendimiento y la confrontación inevitable.

 

La razón ejercerá un racismo contra la emoción, la emoción contra la percepción, la vista contra el olfato, la intuición contra el pensamiento, los estilos mentales contra los sentimentales, los estilos clásicos contra los barrocos… en sucesivas batallas de la diferencia sin fin… desde ella, la muerte del sentido no conmueve, ni conduele. Ni tampoco el florecimiento esplendoroso de cenotafios y sepelios, en una auténtica primavera de la muerte eterna.

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