LA DOBLE MUERTE
La ruptura de Messi con
el Barça llega con estruendo y sorpresa. Tal vez por eso tenga un impacto igual
de salvaje o mayor que el anuncio del año pasado
FELIPE DE LUIS MANERO
Lo de Messi y el Barcelona yo lo sufrí en mis carnes hace unos cuantos años. Bauticé el proceso como doble muerte. He buscado el término con denuedo en la red y no encuentro nada que se parezca a mi teoría, de modo que apartaré mi habitual modestia a un lado por una vez y me atribuiré la ocurrencia. En realidad, es bastante sencillo de entender. Hay una persona cercana a ti que está muy enferma, lleva agonizando días, está a punto de morir. El médico, que no quiere líos y cuyo salario no depende de la cantidad de buenas noticias que pueda dar al mes, te dice que no hay nada que hacer, que te vayas haciendo a la idea y que, para vivir así, pues tal vez sea lo mejor. Y tú, que otra cosa no, pero obediente ante los tipos de bata blanca eres un rato, le haces caso y comienzas a asimilar la pérdida.
Pero pasan un par
de días y, ¡oh, milagro!, el enfermo comienza a remontar. No es que se haya
recuperado del todo, claro, pero logra estabilizarse dentro de la gravedad y no
se muere. Y tú estás contento, aliviado, aunque por poco tiempo. Porque te
paras a pensarlo y concluyes que la situación, en el fondo, no ha mejorado
demasiado: si el enfermo no muere hoy, morirá en una semana, un mes, el tiempo
que sea, pero morirá. Y finalmente sucede, esa persona termina muriendo y tú,
entre abatido y reconfortado, te das cuenta de que en realidad llevas
arrastrando el duelo desde aquella primera muerte. Ahora –piensas avergonzado–
ya no duele tanto.
Pero no nos
pongamos melodramáticos, este invento mío de la doble muerte sirve también, por
ejemplo, para el amor. Seguro que os ha pasado alguna vez: la típica relación
que entra en barrena, los dos avistando el final pero sin querer dar el paso
definitivo, la discusión rotunda (y salvadora) que lo destruye todo y, de
repente… ¿una reconciliación? Vamos a ver, que vosotros ya habíais hecho planes,
que ya sabíais qué números de la agenda tocar, que lo de estar repantigados en
el sofá, solos y en ropa interior, blandiendo el mando a modo de florete, iba a
ser el mejor plan de vuestro último año y quizá de vuestra vida. ¿Y ahora toca
volver? Pues vale, pero que esta segunda parte no dure mucho.
La primera muerte
de Messi como jugador del Barça tuvo lugar hace un año. El argentino, con ese
grado de crueldad que solo puede conferir la asepsia burocrática, ondeó un
burofax en señal de despedida. Al final se contentó con cumplir el sueño del
grueso de los mortales, que no es otro que humillar a sus jefes y seguir
cobrando –en su caso una salvajada– como si nada hubiera pasado. Siguió, pues,
un poco a regañadientes, pero pronto se recompuso y volvió a partirla en el
césped, demostrando que el verdadero jefe siempre sería él.
Pero algo se había
quebrado. En el interior de los aficionados del Barça, seguro. La desazón por
ver a su ídolo ceñudo, distante, loco por largarse de su casa, no desapareció
con los primeros goles de Leo. Porque la punzada de alegría después de un
golazo de libre directo, de una finta mágica o de un pase inverosímil a un
hueco que nadie había visto porque simplemente no existía se desvanecía
rápidamente ante la inevitable aparición de la angustia. Y la que viene después
de la alegría es una angustia muy cabrona porque te recuerda que esa alegría,
como bien has comprobado, se puede acabar en cualquier momento. Y esa angustia
inevitablemente se transforma en agonía.
Y ese estado de agonía,
como una niebla espesa e incontrolable, se instaló en el vestuario y en los
despachos del Camp Nou. El problema no había acabado, ni mucho menos, tan solo
se postergaba unos meses. Lo sabían sus compañeros, lo sabía la vieja
directiva, lo supo la nueva. Y todo empezó a girar en torno a Messi de una
manera asfixiante, el pánico había cundido: ¿qué pasará con los patrocinadores
si se va?, ¿qué pasará con los títulos si se va?, ¿qué pasará con el mundo si
se va?
Y al final, cuando
parecía que el enfermo comenzaba a estar sano de verdad, va y se muere. Si no
estaba realmente recuperado, todos lo estaban disimulando muy bien. Se nos dijo
que lo del límite salarial no iba a ser un problema, que ya encontrarían la
solución. Se nos dijo también que el acuerdo entre las dos partes era un hecho,
casi se podía tocar, solo faltaba el plácet de La Liga. Y cuando tuvimos
constancia del cuantioso rescate que el fondo CVC iba a acometer en el fútbol
español, todos dimos por hecho –los amantes del salseo con cierta decepción–
que Messi sería inscrito como jugador del Barça sin mayor problema. Es verdad
que el comunicado del club catalán criticando el acuerdo de La Liga con el
citado fondo olía un poco raro, pero nada hacía prever este desenlace.
Así que esta
segunda muerte llega con estruendo y sorpresa. Tal vez por eso tenga un impacto
igual de salvaje o mayor que la primera, no lo sé. Pero creo que ahora todos
podrán respirar tranquilos, empezando, naturalmente, por el Barça. Esa
constante y angustiosa incertidumbre (¿se irá, no se irá?) estaba resultando
insoportable. La presión por encontrar dinero donde no lo hay, además,
amenazaba con llevarse por delante al mismísimo Joan Laporta, para muchos el
garante mayor de la continuidad vitalicia de Leo. Ahora, la entidad blaugrana
tiene ante sí la oportunidad de demostrar a todos que, además de ser más que un
club, es también más que un jugador, aunque este sea el mejor del planeta.
Pienso que también
será lo mejor para el propio Messi, atrapado en un bucle de difícil salida:
daba la sensación de que cuanto más pedía, menos podían darle. Incluso es
posible que alguno de sus compañeros –me fijo en Griezmann– pueda experimentar
cierta liberación con su marcha. Por lo pronto, igual ya no hace falta que
nadie se marche para cuadrar los números.
¿Y nosotros? Aquí
hemos sido unos privilegiados, lo hemos disfrutado, lo hemos exprimido, qué
bien lo hemos pasado. Ya habrá tiempo para elegías, las merece todas. También
para analizar si el Barça debió esforzarse más o no en retener a su estrella o
para leer entre líneas en ese magro comunicado de despedida. Pero ya está, se
acabó. Ha llegado la hora de constatar si el mundo sigue girando sin Leo Messi.
Yo creo que sí, pero no estoy seguro.
P.D: En el momento
de terminar este artículo ningún jugador del Barça se ha pronunciado sobre la
marcha de Messi. Leo en algunos digitales que eso es un motivo para mantener la
esperanza. No descarto que todo esto sea un órdago del club catalán a La Liga y
que esta segunda muerte no sea la definitiva. Veremos.
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