LA CRISIS CLIMÁTICA AL ROJO VIVO
Los incendios se
expanden aquí y allá, en tanto las inundaciones se multiplican. El planeta
padece un hoy dramático. Los científicos lo acaban de reiterar. Sin embargo,
gobiernos y poderes económicos, así como muchos comportamientos individuales y
colectivos, no condicen con la magnitud del cataclismo, uno de los peores de la
vida desde el origen de la Tierra.
POR SERGIO FERRARI
Los incendios se expanden aquí y allá, en tanto las inundaciones se multiplican. El planeta padece un hoy dramático. Los científicos lo acaban de reiterar. Sin embargo, gobiernos y poderes económicos, así como muchos comportamientos individuales y colectivos, no condicen con la magnitud del cataclismo, uno de los peores de la vida desde el origen de la Tierra.
Enormes extensiones de Turquía y Grecia están hoy bajo las llamas. Más de 93.000 hectáreas, en diversas islas de esa región y hasta en las afueras de Atenas, quedaron reducidas a cenizas entre el 29 de julio y mediados de agosto. De 2008 a 2020, unas 2.300 hectáreas se incendiaron, como promedio, en agosto de cada año.
La región más fría
de la Siberia oriental también explota a paso redoblado. Según la agencia
meteorológica rusa Rosguidromet, más de 3.4 millones de hectáreas de bosques se
han quemado. Y el fuego continúa a propagarse. El humo y las cenizas recorren
3.000 kilómetros desde la Sajá-Yakutia, epicentro actual del fuego, hasta el
Polo Norte, diseñando a su paso un fenómeno nunca antes visto. En el extremo
oriente, enormes extensiones de Australia siguen evaporándose bajo las llamas.
Apenas algunas
semanas atrás, en julio, la Renania-Palatinado, en el oeste de Alemania, así
como la Renania del Norte-Westfalia y zonas de Baviera, se vieron arrasadas por
inundaciones con el lastre de centenares de muertos y desaparecidos. Todo con
una magnitud desconocida hasta ahora. Los Países Bajos, Bélgica y Suiza vieron
sus ríos y lagos desbordados anegando regiones enteras, con el corolario de
pérdidas significativas en la infraestructura y la producción agrícola.
Canadá y regiones
de Estados Unidos estallaron debido a temperaturas superiores a los 50° y las
llamas, incontrolables, causadas por tanto calor. Regiones importantes de
España se confrontaron en días pasados a una fuerte ola de calor. Sicilia y
Cerdeña, al sur de Italia, registraron la semana pasada, las temperaturas más
elevadas de la historia europea (superando los 48 grados centígrados de Atenas
en 1977).
También la
Amazonia, el año pasado, protagonizó incendios de dimensiones continentales.
Los huracanes en serie, más devastadores que nunca en América Central y el
Caribe en noviembre-diciembre del 2020, y los tifones trágicos en el Asia
lejana, confirman que las condiciones climáticas del planeta entero están
empeorando.
Y esta lista es
solo escueta. En la actualidad, casi en cada país o región se producen
fenómenos climáticos particulares –sequías prolongadas, bajantes de ríos,
inundaciones descontroladas, entre muchos otros etc.– resultantes, en gran
parte, de las alteraciones aceleradas del ecosistema.
Drama global
Los expertos
coinciden en señalar que el clima está cambiando en todos los rincones del
planeta a una velocidad sin precedentes. Anticipan, incluso, que algunos de
estos cambios, tienen ya consecuencias irreversibles por miles y, aun, cientos
de miles de años. El medicamento es simple: solo una acción enérgica y duradera
para reducir los gases de efecto invernadero puede limitar el impacto de estas
alteraciones.
La segunda semana
de agosto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
(IPCC en inglés) (https://www.ipcc.ch/languages-2/spanish/) publicó un nuevo
informe que demuestra que las emisiones de gases de efecto invernadero
resultantes de las actividades humanas son responsables del calentamiento del
planeta en un 1.1° grados centígrados entre el periodo 1850-1900 y el presente.
Más alarmante aún: predice que, a este ritmo, durante los próximos 20 años la
temperatura global continuará recalentando al planeta otros 1.5 grados
centígrados o más. Previsiones que anticipan en una década los plazos de
deterioro previstos en estudios anteriores.
Según el VI Informe
de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que acaba de publicarse en
Ginebra, Suiza (https://www.ipcc.ch/report/sixth-assessment-report-cycle/) en
2019 la concentración atmosférica de CO2 fue la más alta en los últimos 2
millones de años. En tanto que la de gas de efecto invernadero fue la más
elevada de los últimos 800 mil años. Por otra parte, el aumento acelerado del
nivel de los mares y océanos supera todo lo acontecidos en los últimos 3 mil
años.
Síntomas principales
Este último informe
detalla algunos de los síntomas más corrientes de la enfermedad climática
planetaria.
La intensificación
del ciclo del agua. Lo que produce lluvias más intensas, y hace que las
inundaciones y sequías sean más comunes. Así también, el cambio en los patrones
de lluvias. En perspectiva, en las latitudes altas, la precipitación
posiblemente aumentará, mientras que se proyecta una disminución en las zonas
subtropicales. La precipitación de los monzones variará, siendo diferente en
cada región.
Las áreas costeras
sufrirán la subida del nivel de las aguas a lo largo del siglo XXI, lo que
producirá mayores inundaciones en las zonas más bajas y una creciente erosión.
Los fenómenos extremos en las costas, que antes se producían cada cien años,
ahora serán anuales.
Por otra parte,
este mayor calentamiento amplificará el deshielo de la capa de permafrost y la
pérdida de la nieve de temporada, así como el derretimiento de los glaciares y
la destrucción de la capa ártica durante el verano.
Los cambios
oceánicos conducirán a mayores olas de calor marinas, un aumento en la
acidificación del agua y una reducción de los niveles de oxígeno.
Modificaciones que se prevén para todo el siglo con graves consecuencias para
los ecosistemas marinos.
En los centros
urbanos, diferentes aspectos del cambio climático se amplifican a niveles hasta
ahora casi desconocidos, como el aumento acelerado de las temperaturas, la frecuencia
de las inundaciones por las lluvias y el incremento del nivel del mar en las
urbes emplazadas en zonas costeras.
Pareciera que no se hace nada
Este informe
también es clave porque presenta el estado actual del conocimiento científico
sobre el cambio climático: la evidencia del origen antrópico del calentamiento
es cada vez más evidente y cada rincón del planeta se ve seriamente afectado.
Las reflexiones de
Sonia Seneviratne, investigadora suiza y coautora del mismo, no dejan de
sorprender por su franqueza. Seneviratne llega a la conclusión que,
desafortunadamente, el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un
1.5° está cada vez más fuera de alcance. Por esta razón, hay que actuar de
inmediato si se quiere evitar superar este umbral.
Para esta experta
en clima, que se encuentra entre las más prestigiosas a nivel mundial, una
novedad importante del documento de las Naciones Unidas es el reconocimiento de
que se han dado eventos extremos – catastróficos— que muy probablemente no
hubieran ocurrido sin la influencia humana.
Sin embargo, el
aspecto más preocupante es que todos estos cambios excepcionales se
corresponden con lo que muchos expertos ya anticipaban. Concretamente, que
mientras se preservara el mismo modelo económico y se bloquearan políticas
significativas de reducción de emisiones – un escenario ideal de
business-as-usual— no podía esperarse otra cosa que un deterioro significativo
de las condiciones climáticas planetarias.
“Es como si no hubiéramos hecho nada por el clima”, subraya Sonia
Seneviratne en una entrevista con swissinfo.ch.
La investigadora
que coordinó la elaboración del capítulo sobre “hechos extremos” del Informe,
se resiste a aceptar el concepto de “nueva normalidad. Lo esencial, según ella,
es estar conscientes de que mientras el calentamiento continúe
intensificándose, también estos eventos seguirán intensificándose. Si no se
reducen significativamente las emisiones, lo que la tierra experimentará en los
próximos diez años será de una magnitud y de una gravedad mucho mayor que la
que se observa hoy.
Seneviratne
concluye con dos reflexiones torales. Estamos comenzando a presenciar eventos
que no hubieran ocurrido sin el calentamiento global. No solo aumenta la
frecuencia de las olas de calor y las fuertes lluvias, sino también una serie
de trastornos climáticos nunca antes vistos. Por otra parte, estamos observando
la presencia de múltiples desastres en una misma región y cataclismos
combinados en diferentes regiones. Por ejemplo, Suiza, en 2018, padeció una
importante ola de calor extremo que también afectó a muchos otros países de
Europa, Asia y América del Norte. Este verano nuevamente se viven realidades
extremas, casi simultáneamente, en varias zonas del planeta. Esta multitud de
fenómenos simultáneos y en ocasiones en una misma región, dificulta cualquier
proceso de adaptación.
¿Prevenir o
adaptarse a la crisis climática? Pregunta esencial que comienza a circular en
un mundo científico que se reconoce desbordado por el impacto, casi
inconmensurable y exponencial, de la crisis climática.
La reflexión de
Seneviratne ayuda para situarse. Una mayor precisión en las investigaciones
puede facilitar la anticipación de los cataclismos. Pero no hay seguridad
alguna de que permita evitar desastres. “El calentamiento es tan rápido, que
las medidas de adaptación luchan por mantenerse al día. Se necesitan años para
adaptar las infraestructuras e intervenir para que las viviendas sean más
resistentes al calor o a las lluvias extremas. Un marco de tiempo que no
tenemos”, enfatiza.
Adicionalmente,
precisa, debemos rendirnos a la idea de que no seremos capaces de hacer frente
a todos los eventos que estamos presenciando ahora: habrá consecuencias
negativas incluso si intervenimos con medidas de adaptación. Según esta
investigadora, la única opción estratégica para evitar desastres, es la
reducción de las emisiones..
El VI Informe de
Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), fue
elaborado por 200 expertos de más de 65 países quienes trabajaron sobre la base
de 14.000 publicaciones científicas. La primera parte presenta estudios
actualizados sobre la crisis climática y eventuales desarrollos futuros. La
segunda parte, que se publicará en febrero del 2022, pondrá el acento en
posibles medidas de adaptación. La
tercera, sobre la reducción de gases de efecto invernadero, está prevista para
marzo del mismo año. Una versión integral en formato sintético se difundirá en
septiembre del año venidero.
Desde su creación
en 1988, el IPCC ha publicado cinco informes de evaluación científica y
numerosos estudios especiales. Es el principal órgano internacional para la
evaluación del cambio climático. Fue creado por el Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial
(OMM). Se propone ofrecer al mundo una visión científica del estado actual de
los conocimientos sobre el cambio climático y sus posibles repercusiones medioambientales
y socioeconómicas.
Código rojo, mínima esperanza
Un artículo de las
Naciones Unidas sobre el Informe del IPCC subraya que “una reducción enérgica y
duradera de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto
invernadero pueden limitar la magnitud del cambio climático”. (https://news.un.org/es/story/2021/08/1495262
). Según su proyección científica, dicha reducción podría aportar rápidos
beneficios para la calidad del aire; de todas maneras, podría tomar entre 20 y
30 años hasta que las temperaturas de la Tierra se estabilizaran.
Este informe,
aprobado por los 195 gobiernos que forman parte del citado Grupo, “proporcionan
una contribución inestimable a las negociaciones y la toma de decisiones
relacionadas con el clima”, enfatiza la ONU. Y reconoce que a menos que haya
una inmediata reducción a larga escala de los gases de efecto invernadero, será
imposible limitar el aumento de la temperatura media de la Tierra a esa barrera
o incluso a la de los 2°.
La humanidad
enfrenta un “código rojo”, climático, según las Naciones Unidas. Para los
analistas y expertos, los tiempos se acortan y muchos de los daños se acompañan
ya del trágico concepto de irreversibilidad.
Todos somos responsables
Dos ironías
universales. La primera, que un informe tan dramático, que viene preparándose
desde hace años, se publique justo en agosto del 2021, en medio de un planeta
en llamas.
La segunda, la
doble moral de gobiernos y esferas de poder económico que suscriben un estudio
de contenido preocupante, pero casi sin inmutarse ante la urgencia de modificar
sus políticas nacionales a fin de adoptar las reducciones necesarias. Reconocen
la catástrofe en puerta, pero sin cambiar en nada los caminos ni rectificar las
causas que conducen hacia ella.
Miopía terminal que
afecta, también, a una parte importante de los habitantes del planeta con poder
de consumo. A pesar del grito desesperado de minorías militantes a favor del
clima, se multiplican actitudes cotidianas contraproducentes: turistear en las
Bahamas, Tailandia, Recife o Tenerife; usar cada día nuestro propio auto hasta
para ir tan solo a la esquina; consumir plástico como caramelos; climatizarnos
cada instante en el verano o calefaccionarnos con petróleo en el invierno; o
bien, depositar las reservas familiares en bancos que invierten fortunas en
proyectos antiecológicos.
La Tierra arde y
pareciera que no hay código rojo que valga.
Fuente: Rebelión
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