lunes, 23 de agosto de 2021

ENFERMERO 007

 

ENFERMERO 007

AGUSTIN GAJATE

Sabía cuál era su misión y los peligros que acarreaba, pero no renegaba de su profesión y era consciente de los riesgos y de lo que se jugaba en cada momento. Al contrario que los agentes secretos, tenía una identidad y rostro conocidos por muchas personas normales y corrientes, a causa de su estresante puesto de trabajo en un hospital, con una jornada laboral extenuante y un salario más bajo del que debería corresponderle por la actividad esencial que desarrollaba y sin ningún tipo de reconocimiento oficial ni medalla al valor por los servicios prestados.

 

Casi todos los días, cuando terminaba su turno, guardaba sus pertenencias en la mochila que lo acompañaba siempre y que contenía, entre otros objetos, utensilios y productos de higiene personal, ropa para cambiarse y un equipo de emergencia por si tenía que intervenir ante un imprevisto problema de salud de una persona que se encontrara próxima, además de un pequeño estuche con un instrumental a la vez normal y especial por su actividad. Antes de salir del hospital miraba las diferentes aplicaciones de citas en las que se había dado de alta, enviaba y contestaba mensajes y quedaba con alguna mujer todavía desconocida en alguna cafetería poco tiempo después.

 

Acababa de cumplir treinta años y era un hombre guapo, con un cuerpo atlético y una personalidad interesante, que se revelaba al hablar a las mujeres con las que quedaba, a las que ocultaba su profesión y las decía simplemente que trabajaba como funcionario, lo que era casi verdad, ya que los sanitarios del sector público no gozan de ese estatus, pero poseen uno similar. Esa ocultación resultaba esencial para el éxito de cada operación que planeaba, aparentemente en solitario y sin órdenes directas o indirectas de jefes o subalternos, pero con máxima eficacia siempre en la ejecución.

 

Una vez que entraba en confianza con su objetivo femenino hablaban de la penúltima pandemia que asolaba a la humanidad y de la posición de cada uno al respecto. Cuando ella se manifestaba satisfecha u orgullosa por haberse vacunado e inmunizado, buscaba cualquier excusa para finalizar la cita e iniciaba la búsqueda de un nuevo objetivo. Había días que volvía a casa sin haber podido concluir su misión, pero tenía que descansar lo suficiente para mantenerse activo y alerta, tanto para su actividad cotidiana como para la doble vida paralela que llevaba. Sin embargo, no había semana que no hubiese alcanzado al menos un éxito e incluso hubo una que hizo un pleno todos los días y que acabó exhausto pero inmensamente feliz por lo conseguido.

 

Durante esa semana 'gloriosa' no varió su 'modus operandi', sino que sucedió fruto de un cúmulo de casualidades y coincidió que todas sus citas fueron con hermosas mujeres. ninguna de las cuales se había vacunado contra la pandemia, cada una con razonamientos y motivos diversos y algunas hasta cierto punto comprensibles. Dentro de este elenco curiosamente no se encontraba ninguna negacionista, sino un par de miedosas con los efectos secundarios por sus patologías previas, tres contrarias a la oligarquía farmacéutica multinacional que estaba imponiendo al mundo una vacuna experimental para enriquecerse, como así lo demostraba el incremento de beneficios de las últimas cuentas de resultados de las empresas más oportunistas; además de una que lo estaba dejando para cuando la coincidiera, porque estaba muy ocupada y no quería perder días recuperándose de posibles afecciones adversas, y otra abducida que ya había sido inmunizada hace años por extraterrestres contra todo virus pasado, presente y futuro, tanto natural como de laboratorio.

 

Cuando ellas le comentaban que no se habían vacunado, él las seducía de tal manera que no podían resistirse a su labia y encantos y acababan por hacer intensamente el amor o teniendo sexo salvaje, como si no hubiera un mañana, la mayoría de las veces sin protección profiláctica, en los hogares de ellas o en algún hotel cercano cuando eran casadas o convivían en pareja. Cuando ellas quedaban agotadas multiorgásmicas y no podían resistirse a disfrutar de un reconfortante sueño reparador, llegaba el momento oportuno de actuar para él.

 

Con movimientos suaves y lentos se separaba de la bella durmiente y cogía su mochila, que además era nevera, de donde sacaba el estuche que portaba siempre y que contenía una jeringuilla desechable, dentro de la cual había una monodosis de la vacuna de la famacéutica Jansen contra el coronavirus circulante en esa época. Con la pericia propia de su profesión, las inyectaba intramuscular el contenido en uno de sus brazos a la altura del hombro, sin que se enteraran ni sintieran nunca el más mínimo dolor o molestia, para luego extraer la aguja y poner el mismo algodón con alcohol de la desinfección previa y presionar la zona durante unos minutos con cariño y mimo. Luego las besaba delicadamente cerca de donde las había pinchado y en la mejilla, a modo de silenciosa despedida, mientras ellas seguían sumergidas en un profundo y feliz sopor.

 

Sentado en la cama volvía a colocar el estuche vacío en la mochila, donde también guardaba la jeringuilla desechable utilizada dentro de una bolsa plástica aparte. Luego sacaba una tableta informática con teclado y una pequeña impresora portátil con la que podía estampar a una sola tinta sobre cualquier folio un certificado oficial de vacunación a nombre de ella, que dejaba después sobre la almohada del lado de la cama que había estado ocupando él hasta entonces junto a una bella flor elaborada con técnicas de papiroflexia.

 

Tras esta ceremonia se vestía y abandonaba el lugar sin dejar ningún rastro aparente, hasta el punto de que nadie conoce su nombre real, en parte gracias a la Ley de Protección de Datos, ya que va abriendo diferentes perfiles con nuevas identidades cada día en distintas aplicaciones de citas. Hasta la fecha no se ha interpuesto ninguna denuncia contra él y sigue campando a sus anchas por este territorio sin que nadie consiga ni identificarlo ni detenerlo. Tampoco ha coincidido que ninguna de sus presuntas 'víctimas' se haya visto obligada a pasar por la planta del hospital en la que trabaja, con lo que el número de afectadas supera ya el millar y crece semana a semana.

 

Existen dudas entre los criminólogos y expertos en delincuencia avanzada sobre si este profesional actúa en solitario o forma parte de una organización secreta en la que cada uno de los integrantes desconoce la existencia del resto, que funciona mediante precisos y complejos algoritmos que encubren a un líder organizador en la sombra, y en la que también participan bellas enfermeras que hacen lo propio con hombres heterosexuales todavía sin vacunar, aunque conociendo a este segmento de la población resulta bastante improbable, excepto dentro de su limitada imaginación.

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