MESSI, MARCA REGISTRADA
Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta
Y Lionel Messi llegó a París, luego de pactar con un personaje sombrío como lo es el dueño del club francés Paris Saint Germain, el Emir Tamim bin Hamad Al Zani, conocido de Mauricio Macri, "el blindado", gracias a la presentación que efectivizó el ex-tenista Gastón Gaudio, socio del empresario qatarí en un emprendimiento: el centro de esquí Baguales, en Bariloche, por lo cual, recordemos, desembarca Qatar Airways como sponsor de la camiseta de Boca, club que Macri presidió durante muchos años, con ayuda de los "buenos muchachos".
Las fuentes de informantes bien pagos,
dejan entrever, que este grupo de especuladores se unieron para sellar el
contrato del 'producto' Leonel Messi... todo operado por la trama mediática
mafiosa mundial, que publicita hasta el hartazgo cual noticia
"espectacular", el desembarco de Messi, Antonella Roccuzzo y
sus hijos en París.
Capítulo kitsch, que pasará a engrosar
los anales de la historia pos verdadera del mundo en este tiempo de las grandes
estafas y mentiras a repetición... se publicitan a los Messi con fotografías en
pasquines del sistema global y filmaciones de producción multimillonaria, que
ensalzan la vida del "ex-superstar" del Barcelona, que lo despidió
con alegría inocultable (no olvidemos las evasiones fiscales de Leonel, su
padre y hermano).
Pero a no preocuparse fans, todo está en
venta, cual norma y regla del capitalismo salvaje en el negocio fraudulento del
fútbol, panacea para distraer a la humanidad toda... La intimidad "sweet
home" de la familia Messi, cual reality show en pantallas de TV en hogares
del planeta, -visualizados por seres, que desde su anonimato e indigencia-,
aplauden, experimentan y comparten la felicidad del instante virtual con su
ídolo… felicidad, construida en la plataforma del "Mundo feliz" de
Huxley, hace años, donde nada es lo que parece ser.
El fútbol no tiene nada que ver con la
concepción de deporte en el sentido clásico. No en cuanto a todo lo que fomenta
el negocio del fútbol, en manos de entidades dirigidas por inescrupulosos
empresarios, que como objeto de cambio esclavizan a jugadores (gladiadores
rentados del tercer milenio muy bien remunerados) convertidos en profesionales
de la "cosa nostra", sometidos a las mismas tensiones de un ejecutivo
de una multinacional, sin pertenencia y sin dignidad alguna.
El porvenir, las palabras de esperanza,
solo me inspiran desconfianza, luego de asistir al grotesco espectáculo
"al modo Messi". No aprecio demasiado las dulces promesas del
porvenir...
El porvenir es para los demás; para mí
el presente desde siempre... de todos modos permanecemos en una ¿democracia?,
mugrienta y empantanada, pero democracia al fin, como vociferan los ridículos
funcionarios de gobiernos apolillados, sólo para tullidos, hundidos en la
desesperación, los autistas metafóricos, que pueblan naciones sometidas al
imperio de la globalización omnipresente, que todo lo abarca, producto de una
política deliberada, ejercida a escala mundial, deviene instalarlo a Messi,
cual producto a vender a cualquier costo.
Pero no olviden que Messi llegó a París,
¿qué importancia frente a este "comic epic", promocionado por la
mafia mediática y macroempresaria y gobiernos fraudulentos, tienen los miles de
millones de hambreados y sin techo del mundo?, ¿las guerras en regiones
lejanas?, ¿la prostitución y tráfico de niñas?, ¿el narcotráfico?, nada debajo
del delirio y la desmesura, para quienes a grito desaforado piden justicia
social e igualdad, y se suman a las huestes que vitorean a este producto marca
registrada, hoy por un club parisino, asimilado a lo peor que nos entrega el
neoliberalismo... y el show debe continuar, tiempo de elecciones en Argentina,
y la tendencia es entretener a los giles, que harán uso de su único derecho,
obligatorio, elegir a su verdugo.
Y ahora dedicaré unas palabras a mi
país: Argentina, que en el siglo pasado el proyecto de nación indicaba el
futuro. Ese proyecto se apoyaba en algunas instituciones y algunos principios
basados en una Constitución (hoy en decadencia y olvido) respetada y legitimado
ese respeto en el cumplimiento fiel a lo por ella manifestado: las bases que
conforman la estructura de una nación.
Como sea, había nación. Los argentinos
se identificaban con una serie de proposiciones que tenían mucho de mitológico
pero también eficacia aglutinadora. Este era el país de la abundancia, el país
de la clase obrera industrial, de las capas medias cultas, del consumo más alto
de diarios y libros, de la plena alfabetización y el pleno empleo.
A mediados del siglo pasado comenzó el
deterioro de este paquete de creencias. Dejamos de ser el país más
industrializado de América Latina, las dictaduras militares carcomieron los
derechos de ciudadanía con el aval de políticos, empresarios, intelectuales y periodistas,
hoy en plena vigencia, cómplices en silencio de muertes, desapariciones,
torturas y exilios de toda una generación.
El vaho neoliberal de los noventa remató
a la Argentina. En plena era, donde la tecnología se encuentra al servicio de
intereses del poder, tiempo en donde las corporaciones marcan el rumbo del
deber ser de un mundo, donde un producto como Messi, acapara la atención de una
población en estado de gradación a cero.
Un mundo donde se negocia en forma
desenfrenada con todo lo que tenga que ver con una pelota que no se echó a
rodar y donde se amalgaman desde sticker, remeras, marcas de primera línea de
lo que sea, desde condones hasta fast food ecológico, sin olvidar el comercio
sexual con la camiseta que más venda, la de "Messi delivery" en PSG
vale 159 euros, 34.000 pesos argentinos que un empleado de este país, no podrá
pagar, todo a contrapelo de lo que fue un deporte... intuyo que este
espectáculo que tiene como primer actor a Leonel Messi, es la antesala del
mundial de Qatar del año 2022, que dará un título un tanto arreglado en favor
de la selección argentina, como regalo a Leonel, por ser un obediente servidor
del neoliberalismo mercantilista y depredador... sólo una intuición.
Queda bastante poco de lo que Argentina
fue como nación. Las instituciones que producían nacionalidad han perdido todo
sentido y la corrupción se ha vuelto endémica.
Pasan a primer plano otras formas de nacionalidad, por
cierto provisorias, que hoy cubren todos los vacíos de creencia. En el
estallido de este mundo del espectáculo mediático, el fútbol opera como
aglutinante: es fácil, universal y televisivo. No es la nación pero sí su
supervivencia pulsátil. O quizá, la forma en que la nación incluye hoy a
quienes de otro modo abandona.
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