LOS EXPERTOS CUÑADOS Y LA OMS
DAVID TORRES
No recuerdo quién
dijo aquello de que un camello no es más que un caballo diseñado por un comité
de expertos, pero la frase bien podría aplicarse a la Organización Mundial de
la Salud, un organismo al que nadie hace mucho caso. De hecho, el pasado 30 de enero,
la OMS decretó el estado de alerta sanitaria mundial ante la epidemia del
coronavirus, y ningún país tomó las medidas pertinentes, entre ellos España,
donde el ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo que estábamos preparados de
sobra para lo que viniera. Aparte de los titubeos y la dejadez inicial del
gobierno, hay que recordar que a todo el mundo le pareció una exageración y un
alarmismo innecesario la cancelación del Mobile Word Congress en Barcelona a
mediados de febrero. El resto, por desgracia, también es muy conocido.
Aun así, el 2 de
marzo, el director general de la OMS, Tedros Adhanon Ghebreyesus, dio una rueda
de prensa explicando que las medidas de contención tomadas en China y Corea, y
también en Italia e Irán, estaban funcionando bien, que el coronavirus no era
la gripe y que de momento no había motivos para hablar de pandemia. Les estaba
quedando un camello precioso, con dos o tres jorobas, muy apto para cruzar el
desierto a paso lento, pero en seguida quedó claro que hubiera sido mucho mejor
diseñar un purasangre capaz de cortar el viento al galope. Ocurre, no obstante,
que el pasado es incorregible, que la medicina no es una ciencia exacta y que
la OMS posee un inquietante historial de pastorcillos alertando que viene el
lobo, dinerales desembolsados en vacunas cuando menos cuestionables y
sorprendentes cambios de opinión de la noche a la mañana.
Por ejemplo, hace
un par de semanas los expertos de la OMS aseguraban que en occidente no nos
tomábamos en serio la amenaza y que los gobiernos europeos eran unos
irresponsables totales, el italiano y el español a la cabeza. De ahí que la
oposición, con el PP al frente, iniciara una campaña de descrédito contra
Sánchez tan brutal que hacía sospechar que si hubieran puesto la mitad de
énfasis en echar una mano en lugar de palos en las ruedas lo mismo ahora
tendrían disponible una vacuna en un laboratorio de Aravaca testada y firmada
por Rocío Monasterio. Dejando aparte su original gestión de la sanidad pública
-sumar hospitales y dividir camas, multiplicar beneficios y restar médicos-,
basta recordar su actuación ante la crisis por la hepatitis C, que costó la
vida a más de 4.000 pacientes porque el medicamento para la cura -Sovaldi- era
demasiado caro y el PP por aquel entonces sólo tenía presupuesto para sobres de
dinero negro y volquetes de putas.
Ayer mismo, sin
embargo, los mismos expertos de la OMS declaraban que después de todo no los
europeos no lo habíamos hecho tan mal y se mostraban profundamente
impresionados por la eficacia y la "resolución inspiradora" del
gobierno de Sánchez. Tal vez se habían tomado una sobredosis de carajillos o
tal vez calibraron cuál podía ser la magnitud de la chapuza con un triunvirato
de emergencia presidido por Casado, Abascal y el perro Lucas. De cualquier modo,
ante este repentino bandazo de la OMS, los grandes intelectuales de referencia
del facherío (Bertín Osborne, Carlos Herrera, José Manuel Soto y Quique San
Francisco, entre otros ilustres cuñados), por no hablar de su coro de
espumarajos, se quedaron con el pie cambiado y empezaron a vociferar que la OMS
no es más que un nido de etarras bolivarianos dirigidos por un mono borracho.
Es verdad, habría sido mucho más eficaz un camello.
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