LA MARGINALIDAD: TEXTO Y PRETEXTO EN
"NOS DEJARON EL
MUERTO"
POR ANGELES MATEO DEL PINO
La narrativa de
Víctor Ramírez se erige como alternativa al modelo básico de la cultura
literaria. Entendiendo por cultura literaria la «literatura ilustrada», tal
como la define Nelson Osorio (1), a partir de la cual se establecen los valores
éticos, estéticos, artisticos, que funcionan como paradigma inconsciente que
permite herir a los otros.
Así, pues, la narrativa de Víctor
Ramírez surge de la experiencia, de la realidad. Es una literatura popular, no
ilustrada, producida por sectores marginados que cuentan relatos, hacen coplas,
formas de cultura muy pragmáticas. y se instauran en el centro de la escena
para adquirir carta de verdadera naturaleza.
Y el centro es
ahora la periferia, el mundo popular urbano, que agrede al mundo de valores de
la literatura ilustrada. Se nos presenta como sujeto el mundo de la cultura
popular, de la mujer, el homosexual, el niño, el adolescente, etc... con unos
códigos propios, unos valores propios y unos canales especificos de
comunicación; es la otra cultura.
La cultura de los puntos cubanos, de
las coplas tristes, de los corridos mejicanos, de las peleas de gallos y de
perros, de los botes, del subastado, de Corin Tellado y Lafuente Estefania, de
las putas, de los barrios. Es una «diferencia» con respecto al modelo de la
eultura tradicional.
Es éste un mundo de
predominante oralidad y gesticulación, que no es más que una manera de
organizar el hombre su relación con el medio. Así dirá Nelson Osorio «que una
búsqueda consecuente que trata de asumir la periferia desde sí misma como
perspectiva de valores sólo se puede lograr si se logra romper y superar el
principio de la escritura como modelo básico y territorio sagrado del discurso
literario». (2)
La oralidad, en cuanto escritura, no
pretende ser mera transcripción fIdedigna y testimonial, sino que adquiere
rango de verdadera literatura. Se busca incorporar al discurso literario el
modelo discursivo de la oralidad como forma de expresión de este mundo de
valores de la marginalidad, que se quiere proyectar desde sí mismo. Se habla de
acuerdo con la modalidad oral de nuestra región, y a partir de aquí se elabora
la novela.
Pero -en tanto que
esta narrativa de la que hablamos se escribe, no es oral- se trata de una
oralidad ficticia o «fIcción de oralidad» (3)
que se nos presenta guiada por un personaje narrador (niño) inserto en
la periferia, narrando desde el interior de este mundo usando sus propios
valores como marco referencial.
Este mundo incorporado enriquece la
perspectiva desde la cual se narra, se incorpora, un mundo de discurso que se
separa de la narrativa escrita; no es meramente testimonial, es un discurso
literario que pretende incorporar una nueva perspectiva del mundo insular. Pero
no es contraria al mundo, ni inferior ni superior, es diferente.
Así el acierto de
Víctor Ramírez es que, asumiendo la perspectiva de la marginalídad, su proyecto
literario no se reduce a un símple cambio en las preferencias temáticas, sino
que va constituyéndose en un cambio de la propia manera de resolverse como
discurso, y se eleva como nueva propuesta, y a la vez protesta, naciendo todo
un sistema literario.
En «Nos dejaron el muerto» es la
cultura popular la que da la pauta, agrediendo de una manera consciente el
mundo de valores de la literatura ilustrada, cuyo léxico está marcado por el
paradigma de lo culto, lo urbano, lo masculino (heterosexual), lo adulto.
Trataremos, pues, de justificar y ejemplificar cómo se atenta contra estos
valores en la obra que nos ocupa.
*
LO CULTO
Frente a este mundo
ilustrado se alza el mundo de la cultura popular. Es el orbe de las parrandas,
de los puntos cubanos, de las coplas, de los corridos mejicanos, de los tangos,
de las milongas.
Así la tienda de Ferrninito Neca es el
lugar de reunión de guitarras y puntos cubanos. Cenicita Cameja despide a la
vida cantando un corrido mejicano. El párroco Bibiano Segura, medio borracho,
sorprenderia a todos cantando dos tangos de amor maltrecho.
El canto es, pues, manifestación de un
estado anímico que nos revela un mundo de ansiedad, de indolencia, de cariño
familiar, de amores maltrechos, - y sobre todo de solidaridad- de un barrio.
Esta cultura
popular refleja de forma real y evidente lo insular como conciencia colectiva,
con unas señas de identidad que se manifiestan a través de los personajes, de
los ambientes, pero también de las diversiones y de la gastronomía.
Así, la manifestación lúdica se nos
ofrece en las referencias a las peleas de gallos, las peleas de perros, las
luchas entre bobos de Pueblos y barrios, el juego subastado, la pega de botes,
la tángana, o los partidos de futbolistas en chapas de botellas.
La tradición
culinaria presenta un papel importante en esta obra. Numerosos son los platos
regionales que se mencionan.
Isabel Cirila estaba empezando a
preparar el sancocho con cherne de todos los sábados cuando le dejaron el
muerto. En la tienda de Ferminito Ñeca se echan los pizcos de ron, se come
pejines y pan bizcochado y aceitunas y trocitos de aguacates con sal y azúcar
morena, manises o avellanas.
Curiosa resulta la
presencia de ritos paganos y brujerias, mezclándose con la tradición cristiana.
Gundelinita Déniz, que no hacía más de un mes había vuelto de Venezuela,
conocía de santos y brujerías como nadie.
Sinforosita Puente, una de las
santurronas, había puesto al cuello de don Lucio Falcón una medallita de San
Sebastián Flechado "y en evitación del mal de amores erróneos, peor en los
muertos que en los vivos".
Pero, sin lugar a
dudas, es el lenguaje el aspecto que más atenta contra la cultura ilustrada. de
lo culto. Los personajes emplean un lenguaje coloquial que les es propio.
El léxico, las voces, los giros, el
tono, ponen de manifiesto un habla regional determinada, lo que podriamos
denominar el habla «portonera». Y frente a este lenguaje de oralidad, se narra
desde el habla, se nos presenta el habla «ilustrada», «el peninsular».
Don Lucio Falcón se esforzaba en hablar
peninsular para que lo respetáramos todavía más. "Los hijos del gobernador
eran muy peninsulares, y chillaban más que nadie". Eloisita Peralta sólo
manifiesta su procedencia peninsular al hablar enojada.
La literatura no
culta, llamada subliteratura o literatura marginal, también tiene cabida en
"Nos dejaron el muerto". Altamiro Benito solía leer novelas del
Oeste, eran las de Lafuente Estefanía sus preferidas. Petrita Jesús leía
novelas de amores rosas, principalmente las de Corín Tellado. El narrador leía
a oscuras los tebeos del pequeño Sheriff y los de Suchai, «eran los que mejor
le entretenían».
Con todo ello, creo que hemos
demostrado que esta obra de Víctor Ramírez se erige como portadora de una
cultura popular, que atenta contra lo culto, sin caer por ello en el
«folklorismo» (en su sentido peyorativo).
"Es -como dice Angel- Sánchez-, el
reflejo de una cultura perteneciente a un «espacio social que ve la vida en
negro" (4).
*
LO URBANO
El medio social que
aparece en esta obra es el mundo de un barrio periférico, de lomas, de peñas y
de cuevas.
Pero existe en
dicho medio una coexistencia casi familiar entre los vecinos, quienes parecen
habitar una misma casa, pero en habitaciones diferentes. Es la zona del portón.
Todos los vecinos conforman una gran
familia, aunados por unas condiciones semejantes. Es la lucha por la vida, la
necesidad de ir tirando, y no importa que uno sea marinero, estercolero,
panadero, tendero, contable, tapicero, repartidor de pan y huevos, sirvienta o
mayordomo, basurera o párroco.
Es el mundo de la
marginalidad, un mundo de pobres que se contrapone a la otra «galaxia» (5), al
mundo de lo urbano y rico, representado en la zona de Vegueta. Es éste un mundo
público que se opone al mundo privado.
El mismo narrador nos relata que
estudió con los jesuitas. "Pero estudió en la parte baja, la parte gratis,
la parte de los pobres". "Nos prohibían mezclarnos con la otra parte,
la parte de arriba, la de los que podían pagar".
Sólo unos cuantos
escapan a este medio; es el caso de los que emigran. Rogelio Rapadura y Lile
Palangana embarcaron a Venezuela. Zoilo Bernardo emigró a Buenos Aires. El cura
Ródano Alción, amante de Guadalupita Leonora, se va a Nicaragua.
América se convierte así en la
posibilidad de transformar los sueños en realidad, de escapar de la
marginalidad e ingresar en el mundo de privilegios que sólo ostentan aquellos
que presentan una superioridad social. Es la quimera del dinero fácil.
Frente a los
personajes urbanos de nombres y apellidos, se nos muestran unos individuos
caracterizados por los apodos que presentan. Así desfilan por la novela Rogelio
Rapadura, Lile Pa1angana, Eufemiano el Cagalera, Ferminito Ñeca, Andresín el
Mocoso, Juanito Migeneral...
Nombretes que siguen funcionando con el
paso de las generaciones, hasta convertirse en un mero rasgo pertinente,
despojado con el tiempo de toda la carga peyorativa primera.
*
LO MASCULINO Y
HETEROSEXUAL
Quizá sea en esta
parcela donde se ponga de manifiesto, de una manera más visible, toda una gama
de realizaciones sexuales que, por lo «atrevido» del tema, no aparecen nunca
como sujeto de lo enunciado en esa otra literatura que hemos quedado en llamar
«ilustrada». Aparece, pues, el
mundo de las putas, de los burdeles, de las madamas, de los palanganeros, de
los homosexuales y mariquitas. El orbe de la masturbación, de la felación, del
incesto, de la bigamia, del estupro, de la zoorastia, del morbo, de los
arrejuntamientos y amores prohibidos.
Perico Socorro
habla de las prostitutas como de mujeres decentes que se alquilan a domicilio:
"Se comportan como esposas ejemplares: cocinan, friegan, lavan, cosen, te
reciben cariñosamente cuando vuelves del trabajo, te despiertan con el cafelito
en la bandeja, hacen remilgos de pudor en los juegos de cama. Son la última
modalidad, cuestan bastante carillo pero valen la pena: algunas hasta se
alquilan con niño o niña para hacerte la ilusión de ser padre durante un par de
días".
En el barrio se conocía lo de los
supuestos amores fisicos del párroco Bibiano Segura y Salvador Patricio, el
hijo del sacristán. "Años después - cuando se dedicó a la vida abierta sin
tapujos- Salvador Patricio asombraría con su exótica hermosura gatuna y un
cuerpo de mujer muy femenina integral y casi perfecta".
Isidora Marta se
masturbaba con una botella, "la botella cogió aire y chupó para afuera, se
le salieron las madres" -nos relatará Rogelio Rapadura. Alfredín el Tetono
"era de los que mandaban a uno de su pandilla a que molestara a un chiquillo
escogido, para luego aparecer él a defender al molestado y exigir de éste
recompensa forzosa a cambio de haberle defendido, casi siempre chuparle la cuca
si no tenia dinero".
Adolfina del Coral, «puta de
prestigio», mantenía relaciones con su propio padre Vicentito Mendoza, con su
tío Salustio Lorenzo, con su abuelo materno Pedrito Macarena Lorenzo, con tres
de sus cinco hermanos y dos de sus cuatro cuñados.
Don Régulo Alcántara regresó de América
con una mujerona «casi negra retinta», y con una ristra de hijos e hijas
mulatos a pesar de tener mujer e hijos en el barrio.
Ferminito Ñeca mantenia relaciones con
Escolástica Ramos, la Tetona chica, en una .pocilga de los chiqueros de Juanito
Migeneral. El abuelo Ignacio Perpetuo se montaba a las baifas.
Mientras velan al muerto, Cuaresma de .
Concepción le da besos al miembro viril de su novio: "aprovechó cualquier
oportunídad. Tuvo él tiempo para dos orgasmos cabales y muy bien
controlados"'.
Petrita Jesús anduvo enamorada
salvajemente durante un tiempo de don Viviano Segura, el párroco. Y no podemos
olvidar al «gigoló» Macario Damián, quien trabajaba en una residencia.
"Parte de su trabajo consistía en follar a viejas turistas de la
residencia, la principal parte de su trabajo, la mejor pagada".
*
LO ADULTO
Junto a la etapa de
la madurez, sobresale el mundo de la infancia y la adolescencia. Épocas estas
que se caracterizan por el descubrimiento del sexo, el despertar de la
conciencia, el mundo de la ingenuidad y la diversión.
Así, no resulta curioso que el narrador
sea un niño-adolescente que retrate desde el interior de su mundo, poniendo de
manifiesto sus preocupaciones y sus propios valores como marco referencia.
Unos niños que se fugan del colegio,
que juegan a las chapas, mientras ven pasar el tiempo ante sus ojos, y se van
incorporando a la dinámica que les marca la vida del barrio.
Por ello, los que hoy son niños buenos
o malos serán más tarde buenos, aunque asumiendo sus propios valores, como es
el caso de Benigna Lucía, que se convertirá en una puta finísima, pero una puta
decente. O peores, como ocurre con Pablo Montelongo, quien se metió a policía
armada, destacando en el abuso legal.
Hay quienes cambian de rumbo, tal es el
caso de Escolástica Ramos, que se casa y vive una vida «decentemente
tradicional». Y por último, hay otros que se difuminan con el tiempo y nada
sabemos de ellos; esto ocurre con Lile Palangana y Rogelio Rapadura. Pero la
época de la juventud es la etapa de la efervescencia, de los amores que dejan
huella (Máximo Florián), o de los que no quieren sufrir 'mal de amores'
(Benigna Lucía).
Es la etapa de la visita de novios, de
amores escondidos, de sexo bajo la mesa. Y también del compromiso social; Juan
de Dios Casiano el Cosido pasará de ser poeta bucólico a la poesía social,
independentista, aunque al final todo acabe en locura.
La actitud que
domina en la novela es el humor, la ironía, el sarcasmo. A veces las anécdotas
se resuelven con giros inesperados, donde el ingenio influye más que la lógica
y la crueldad. se convierte en una burla. Una crueldad que no nos eriza las
entrañas, sino que nos planta una sonrisa en la comisura de los labios.
Y es que ante tanto
mundo de sombras, de vidas en blanco y negro, el humor, la ironía es la nota
colorista que resta importancia a los sucesos más graves.
¡¿Y qué otra cosa le queda a este
espacio marginal de carencias, de penas y tristezas, sino tomarse la vida con
humor y resignación?! ¡¿Qué otra cosa pueden hacer si después de todo hasta les
hemos cargado con el muerto?!
Por todo esto,
Víctor Rarnirez se pone sus mejores galas en esta novela. Se hace portador de
una especial sensibilidad social, de un realismo teleológico, y sale a la loma
a empaparse de vida, pero de vida marginal, periférica.
Y se pone su mejor traje, la escritura,
y se nos presenta arregladito, como hiciera Perico Socorro para asistir al
responso del muerto. "Perico Socorro se había puesto la chaqueta azul
marino que se encontró tirada y nuevita en la salida sur del estadio y la
corbata amarilla con siete maripositas verdes que por Navidad le regaló
Valeriana Perera para que no la olvidase".
NOTAS
(1) Investigador de
Literatura Hispanoamericana y profesor en la actualidad de la Universidad
Central de Venezuela. Domina con amplitud la expresión de la “Marginalidad” y
las culturas “Periféricas” en la mayor parte de la narrativa actual.
(2) Conferencia
“Ficción de la oralidad y cultura de la periferia en la narrativa
hispanoamericana actual”, celebrada en la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria el 21 de febrero de 1990.
(3)Término
utilizado por Nelson Osorio en la conferencia antes citada.
(4)Sánchez, Ángel:
en Introducción a “Cada cual arrastra su sombra”, de Biblioteca Básica Canaria,
1988.
(5)Franquelo,
Rafael: en en Epílogo a “Nos dejaron el muerto”, Ayuntamiento de Teguise,
Lanzarote, 1990
No hay comentarios:
Publicar un comentario