EL ARRORRÓ DEL CABRERO
IRIS DE PAZ
A veces vas y te
encuentras un libro que te fascina, que te fascina, que te atrapa desde el
primer momento, muchas veces pasan estas cosas con esos libros de los que no
tienes ninguna expectativa, ni te han contado antes de qué van, ni salen
anunciados como grandes bestsellers, ni todo el mundo habla de ellos; pero,
tras leerlos, te preguntas cómo es posible que todo lo anterior no haya
sucedido.
“El arrorró del cabrero” me atrapó
desde el principio por la naturalidad a la hora de contar la historia; no me
daba la impresión de estar leyendo un libro; en ocasiones sentía que estaba yo
en la cueva de mi abuelo contándome éste una de las tantas historias que me
contaba de niña, recordando el olor al vino y a la tierra, con la humedad de la
cueva refrescándonos en verano. Y no es porque la historia tuviera parecido con
ninguna que él me haya contado, sino por los paisajes y costumbres que evoca,
por la sencillez del lenguaje y la descripción de personajes, episodios y
momentos tan nuestros, tan propios de nuestra realidad histórica y que siempre
tienen un halo de semejanza con algo que te haya ocurrido a ti, y más si has
tenido la suerte, como yo, de vivir a caballo de dos mundos: el de la ciudad
con su ritmo ajatreado y lleno de alternativas y el campo con sus barrancos y
montañas dándote la oportunidad de nuevas aventuras y experiencias de nuevas
aventuras y experiencias: todo ello de la mano de un abuelo siempre dispuesto a
contar sus aventuras, historias que, aunque marcadas con duros episodios de
hambre, emigración y penurias, siempre tenían un tinte novelesco, aventurero y
positivo.
De la indómita
contumaz estupefacción
EL ARRORRÓ DEL CABRERO DE VÍCTOR RAMIREZ
agosto 12, 2011
A veces vas y te
encuentras un libro que te fascina, que te
atrapa desde el
primer momento, muchas veces pasan estas cosas con esos libros de los que no
tienes ninguna expectativa, no te han contado antes de que van, no salen
anunciados como grandes bestsellers, ni todo el mundo habla de ellos pero tras
leerlos te preguntas cómo es posible que todo lo anterior no haya sucedido.
El arrorró del
cabrero me atrapó desde el principio por la
naturalidad a la
hora de contar la historia, no me daba la
impresión de estar
leyendo un libro, en ocasiones, sentía que estaba en la cueva de mi abuelo contándome
éste una de las tantas historias que me ha contado desde niña, recordando el
olor al vino y a la tierra, con la humedad de la cueva refrescándonos en
verano; y no es porque la historia tuviera parecido con ninguna que él me haya
contado, sino por los paisajes y costumbres que evoca, por la sencillez del
lenguaje y por la descripción de personajes, historias y momentos tan nuestros,
tan propios de nuestra historia que siempre tienen un halo de semejanza con
algo que te haya pasado a ti, más si has
tenido la suerte
como yo de vivir a caballo de dos mundos, el de la ciudad con su ritmo
ajetreado y lleno de alternativas y el campo con sus barrancos y montañas
dándote la oportunidad de nuevas aventuras y experiencias y todo de la mano de
un abuelo siempre dispuesto a contar sus aventuras e historias que aunque
marcadas con duros episodios de hambre, emigración y penurias siempre tenían un
tinte novelesco, aventurero y positivo.
Me sedujeron
también esas perlas que a lo largo del libro va dejando, perlas de sabiduría y
reflexión sobre aspectos
profundos de la
vida salidos de la boca de la gente humilde, sencilla y trabajadora que muchas
veces es la que más cargada de sabiduría está, tal como la vida misma, y no
pude otra cosa que hacer pequeñas paradas mientras saboreaba este interesante
libro para anotar y meditar sobre estas perlas que me estaban regalando si
haberlas pedido.
Ahí van algunas de
esas perlas:
“ Si cierras los
ojos del cuerpo y abres los de tu memoria
ancestral acabarás
sintiéndote guanche de verás”, me encantó esta idea poética de poder conectar
por alguna razón casi mágica con una historia que desde niña me pareció tan
mía, y si es verdad que existe esa memoria y utilizándola quizás puedas llegar
a sentirlo.
“Esto sí que es
difícil, muchacho, aprender a desaprender las tonterías que te maniatan el
espíritu” ¡cuánta razón en una frase tan corta pero tan cierta! Nos pasamos la
vida
aprendiendo cosas
que sólo nos encorsetan, para formar parte de una sociedad que no quiere ni por
asomo la libertad del espíritu, entendido éste como pensamiento, y ¿cómo
desaprendemos lo aprendido? Esta es una tarea muy difícil, pero lo que más es
cómo darse cuenta de que es necesario desaprender, si lo normal es seguir
acumulando aprendizajes que coartan la libertad, darse cuenta es todo un lujo,
y el autor aquí te regala todo un tesoro para el pensamiento con la misma
sencillez con la que te va haciendo el resto de regalos.
“Pues la energía de
vivir gozoso y natural es totalmente
incompatible con la
nostalgia de falsas felicidades pasadas y con el angustioso miedo al destino
implacable e ineludible. La sabiduría verdadera consiste simplemente en
aprovechar con bondad la existencia tan efímera y sin embargo fascinante”.
“Ahí aprendí
definitivo, muchacho, que la mente del ser humano es incontrolable por lo
frágil e indefensa. Y que la soberbia humana es precisamente la muestra más
palpable de esa fragilidad”
Muchos más tesoros
para cultivar el pensamiento va dejando Víctor Ramírez en su libro el Arrorró
del Cabrero, contando la historia de múltiples personajes a los que va
describiendo de una manera profunda hasta que te hace parecer que los conoces
en persona, de tal manera que terminas el libro no con la sensación de que
hayas concluido su lectura sino de que hasvivido su aventura.
Artículo escrito
por Iris de Paz en Internet serie Cartel de las Artes y las Letras 12 agosto de
2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario