COLOMBIA-CÚCUTA. SOBRE
BUFONES Y TUMBAS
POR ASALIA VENEGAS, POLITIKA
El ridículo, como
la infamia, no mata. Ambos son el zócalo en el que se mueven los esbirros, los
testaferros, los ‘barbouzes’… Asalia Venegas, periodista y profesora en la
Universidad Central de Venezuela, recuerda algunos atroces episodios de la
historia colombiana reciente, que dejaron a los ‘humanitarios’ de mármol. Entre
ellos al presidente chileno Sebastián Piñera, que también estuvo “encargado”…
Diez mil jóvenes
colombianos no podrán asistir al concierto que darán en Cúcuta sus paisanos
Vives y Juanes. Fueron asesinados por las fuerzas del orden sin que los
cantantes levantaran su voz, como tampoco los otros artistas que un magnate
británico contrató para envolver en un canto humanitario la “opción militar”
con que EEUU amenaza Venezuela.
Diez mil es la
cifra macabra de falsos positivos (asesinatos) que registran la ONU, medios
independientes y publicaciones académicas. Jóvenes estudiantes, campesinos,
obreros, desempleados y discapacitados reclutados para ser asesinados,
disfrazados de guerrilleros y cobrados como muertos en combate.
Sobre esa tarima de
cadáveres, Vives, Juanes y otros montarán su concierto por la paz de los sepulcros.
El escenario no
está completo. A los 10.000 falsos positivos, se le suman los más de 400
líderes sociales asesinados y los casi 5.000 niños wayúu muertos por
desnutrición en La Guajira colombiana, sin una voz, sin un clamor de sus
paisanos cantores ni de sus colegas en el tétrico espectáculo de música,
muertes y luces.
El show no es
original. Ya lo montaron en el mismo lugar, cuando el gobierno de Colombia
violó la soberanía de Ecuador y bombardeó su territorio. Ante la protesta de
Venezuela, se armó un “concierto por la paz” en la frontera, por donde entran
al país y reciben acogida los desplazados del narcotráfico, el paramilitarismo,
las guerrillas y las fuerzas regulares de la nación que nos agrede.
El Norte de
Santander es una de las regiones colombianas más azotadas por la pobreza y la
violencia. Altamente dependiente de la economía de Venezuela, desde allí el
imperio prepara, contra la patria de Bolívar, lo que Trump llama la “opción
militar”. Opción envuelta en el celofán musical de Carlos Vives, Juanes –así
paga el diablo– y otras “glorias” foráneas del canto prebélico.
A la masacre
bananera en 1928 de 3.000 campesinos, allá en Aracataca, donde Gabriel García
Márquez inventó o soñó Macondo, la precedieron las “parrandas colosales” con
que Mr. Herbert narcotizó al pueblo. Hoy, en Cúcuta, el papel de Mr. Herbert lo
hacen Juanes, Vives y demás bufones que le cantan a un ejército invasor sobre
decenas de tumbas comunes a las que nunca llegó la más básica “ayuda
humanitaria”.
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