SOBRE EL LOMO DEL INDOCUMENTADO
ILKA
OLIVA CORADO
De cuando en cuando
voy a comprar a una panadería de dueños árabes que venden pan mexicano y tienen empleados mexicanos. Nadie se
imaginaría que esos árabes comen gracias a los latinos indocumentados que viven
en los edificios del poblado. Llegan en sus Mercedes Benz de lujo y se estacionan atrás para que los
clientes no los vean entrar. Ninguno de ellos se acerca al mostrador, la cara
la dan los empleados mexicanos.
La mayoría de los
millonarios que viven en los suburbios del norte de la ciudad tienen sus
negocios en los barrios populares donde viven los indocumentados
latinoamericanos: bufetes de abogados, clínicas médicas, tiendas. Y estos
millonarios no son precisamente anglosajones.
Entre ellos hay afro descendientes, arrogantes y explotadores que estoy segura
que de tener oportunidad estos mismos afro descendientes actuarían de igual o
peor manera contra los latinos
indocumentados como lo hicieron contra
sus antepasados esclavizados los caucásicos: les reventarían la espalda a
latigazos y los esclavizarían.
Asiáticos que tienen restaurantes en la ciudad, donde tienen empleados
latinos en la cocina y en el mantenimiento; latinos indocumentados porque a
ellos se les paga menos, casi una nada y
hacen el triple de trabajo.
Hindúes que saben muy bien cómo tratar con la punta del zapato al
indocumentado latinoamericano, porque
saben que es el mejor lomo de carga y lo buscan porque es el que más resiste el
trabajo y el que recibe lo que le den de pago
sin mencionar palabra. Hindúes que en India y su sistema de castas eran
parias o dalits, aquí se convierten en los peores explotadores de quienes por
no tener documentos y no hablar inglés tienen que decir sí agachando la cabeza.
Europeos no
precisamente alemanes, franceses o ingleses, pero de países pequeños que pocos
saben que existen en la faz de la tierra, que han llegado a Estados Unidos
pidiendo asilo político, que en sus países nunca tuvieron más de un par de
zapatos, que llegaron con una mano adelante y otra atrás; dieran cualquier cosa por partir las espaldas
de los latinos indocumentados que tienen como trabajadores.
Y lo que duele
tanto, al latinoamericano indocumentado lo explota hasta reventarlo el
latinoamericano con documentos. Ahí están por supuesto los burgueses, los clase
media que emigraron de Latinoamérica prácticamente con sus residencias en mano
y que han vivido holgadamente con los dólares acaudalados por una u otra
razón.
Pero también están
ahí los que fueron indocumentados y llegaron a tener
papeles; estos son lo más malditos, los más explotadores, los que saben dónde
pegar para que no se note el golpe (los golpes bajos que dan al corazón y en el
alma), los que saben que pueden trabajar a pan y agua. Los que saben de qué
parte estira más el pellejo. El más abusivo, el más patán, el más presumido, el
más estafador es el patrón que fue indocumentado.
Son cosas que como indocumentado no se puede ver de recién llegado al país, son
cosas que se aprenden a conocer con los
años: abriendo los ojos, observando, analizando, preguntándose. Sacando la
cabeza de esa invisibilidad y estigma donde habitan los indocumentados y
atreviéndose a respirar fuera de ahí, momentáneamente. La realidad del sistema
de explotación tiene muchas vertientes, infinidad de rostros.
No es precisamente
el anglosajón, el gringo, el caucásico el que trata mal a los indocumentados en
este país. Se trata al final del día, de quién es inhumano sin importar de
dónde haya venido, cuál sea su profesión u oficio, cuál sea su credo, su
género. Hay personas buenas en todos lados y hay también en todos lados
malditos. No se trata del país, no se trata de las fronteras se trata de la
condición humana. De quien sin escrúpulo abusa a quien está abajo. A quien no
puede defenderse por sí mismo. A quien el sistema ha invisibilizado para que se
pudra sosteniendo en sus hombros la maldad de una humanidad que cada día se
empeña más en autodestruirse.
Y usted lector,
cuénteme cómo es la vida de los indocumentados en su país de origen. ¿Qué está
haciendo usted para que cambie
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